DOS AÑOS DESPUÉS
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Hoy me desperté con el sol filtrándose a través de las cortinas de mi habitación. La luz dorada iluminaba todo, y no pude evitar sonreír al recordar cómo ha cambiado mi vida en estos dos años. La risa de Luna resonaba en los pasillos, llenando la casa de alegría. Me levanté de la cama, sintiendo una mezcla de felicidad y emoción.
Desde que me casé con Alejandromi vida ha tomado un rumbo inesperado y maravilloso. Hemos creado un hogar lleno de amor, donde cada día es una nueva aventura. Luna, ahora con cinco años, es una niña llena de energía y curiosidad. Su risa es contagiosa, y su entusiasmo por la vida ilumina cada rincón de nuestra mansión.
LA NUEVA RUTINA
Mientras me dirigía a la cocina, el aroma del café recién hecho me recibió calurosamente. Allí estaba Alejandro, sentado a la mesa, revisando algunos documentos de trabajo. Su cabello oscuro, ligeramente despeinado, le daba un aire despreocupado que tanto adoro.
—Buenos días, amor —le dije, sintiéndome afortunada de tenerlo a mi lado.
—Buenos días, preciosa. ¿Dormiste bien? —me respondió con una sonrisa.
Mientras preparaba el desayuno, reflexioné sobre cómo había cambiado mi vida desde que entré en esta mansión. La soledad y la tristeza que una vez sentí se habían desvanecido, reemplazadas por la calidez de una familia unida.
MOMENTOS DE ALEGRÍA
De repente, Luna entró en la cocina, con su cabello castaño alborotado y una sonrisa brillante en su rostro.
—¡Mamá! ¡Hoy en la escuela vamos a hacer una obra de teatro! —exclamó emocionada.
—¿De verdad? ¡Eso suena emocionante! ¿Qué papel vas a interpretar? —le pregunté, sintiendo orgullo.
—Voy a ser una princesa. ¡Y papá va a venir a verme!
Alejandro me miró con una sonrisa, y supe que no se perdería ese momento por nada del mundo. Mientras desayunábamos, compartimos risas y anécdotas del día anterior. Era un momento simple, pero lleno de significado.
UN NUEVO COMIENDO
Sin embargo, en medio de toda esta alegría, comencé a sentir una ligera náusea. Había estado experimentando esos episodios en las últimas semanas, pero lo había atribuido a los nervios de ser madre. Pero una pequeña voz en mi interior me decía que debía hacerme una prueba de embarazo.
Así que, mientras Luna se preparaba para la escuela, decidí ir a la farmacia. Compré una prueba y, con el corazón latiendo con fuerza, regresé a casa. En el baño, sentí una mezcla de emoción y nerviosismo. Cuando vi el resultado positivo, las lágrimas de felicidad brotaron de mis ojos.¡Iban a tener otro bebé!
LA REVELACIÓN
Esa noche, mientras cenábamos, decidí compartir la noticia. La mesa estaba llena de risas y la deliciosa comida que había preparado. Alejandro miraba a Luna con ternura mientras ella hablaba emocionada sobre su día.
—Alejandro, hay algo importante de lo que quiero hablar contigo —comencé, sintiendo que mi corazón latía con fuerza.
—¿Qué sucede, amor? Te ves un poco pálida —me dijo, preocupado.
—Creo que… creo que vamos a tener otro bebé.
El silencio se apoderó de la mesa. Luna me miró, confundida, mientras Alejandro me miraba con los ojos abiertos de par en par.
—¿De verdad? ¡Eso es increíble! ¡Vamos a ser una familia aún más grande!
Luna, al escuchar la noticia, saltó de su silla y corrió a abrazarme. Su pequeña figura se aferró a mí con fuerza, y sentí una oleada de amor.
—¡Voy a ser hermana mayor! ¡Esto es lo mejor de todo!
La cena se llenó de alegría, risas y sueños sobre el futuro. Sabía que esta nueva etapa traería desafíos, pero también una inmensa felicidad.
PREPARATIVOS Y CAMBIOS
Las semanas pasaron rápidamente, y me sumergí en los preparativos para la llegada del nuevo miembro de la familia. La habitación del bebé se convirtió en un proyecto emocionante. Junto a Luna, elegimos colores suaves y decoraciones que reflejaran la calidez de nuestro hogar.
—¿Qué te parece este color, cariño? —le pregunté mientras pintábamos las paredes.
—¡Me encanta! ¡Es como el cielo! —respondió con una sonrisa.
Mientras organizábamos los juguetes, compartimos historias sobre nuestros sueños y esperanzas. Luna, con sus ojos brillantes, me habló sobre lo que quería ser cuando creciera.
—Quiero ser doctora y ayudar a las personas.
—Eso es maravilloso, cariño. Estoy segura de que serás una gran doctora —le respondí, sintiéndome orgullosa.
LA VISITA DE AMELIA
Unos días después, Amelia la madre de Alejandro, llegó para visitarnos. Su presencia siempre traía alegría y vitalidad a la mansión. La recibí con un abrazo cálido.
—Clara, querida, ¡es un placer verte! He escuchado que hay una gran noticia —dijo con una sonrisa.
—Sí, estamos esperando otro bebé —le respondí, sintiendo su entusiasmo.
—¡Eso es maravilloso! ¡No puedo esperar para conocer a mi nuevo nieto o nieta!
Amelia se unió a los preparativos, compartiendo su sabiduría y consejos sobre la crianza. Me sentía afortunada de tener a alguien tan amoroso y comprensivo en mi vida.
LA NOCHE DE LA OBRA DE TEATROS
El día de la obra de teatro de Luna llegó. Alejandro y yo estábamos emocionados por apoyarla. La escuela estaba llena de padres y familiares, todos ansiosos por ver a los niños en el escenario.
Luna, vestida con un hermoso traje de princesa, brillaba de felicidad. No podía apartar la vista de ella mientras actuaba. Fue un momento mágico, y el público aplaudió con entusiasmo al final.
—Eres una estrella, Luna —le dijo Alejandro, con orgullo.
—¡Gracias, papá! ¿Te gustó? —preguntó ella, radiante.
Nos miramos, compartiendo una sonrisa cómplice. La felicidad de Luna era contagiosa, y ambos sabíamos que esos momentos eran los que realmente importaban.