Sobre la rama de un árbol de seis metros de altura, una persona yacía inmóvil como si estuviera durmiendo. Poco a poco, abrió los ojos, percatándose de lo lejos que estaba del suelo, lo que le provocó un pequeño sobresalto.
—¿Qué demonios? ¡Qué alto! —exclamó Rainer con cierto pánico, perdiendo el equilibrio y cayendo hacia el suelo.
El fuerte golpe lo dejó aturdido, sin darse cuenta de que un hombre lagarto armado con una espada lo observaba desde otra rama. La bestia observó cómo Rainer se levantaba, dejando caer un mechón de cabello gris sobre su hombro.
—Tal parece que aparecí en un mal lugar. ¿A esto se refería esa llamada con devolverme el favor? Es una venganza muy tonta —pensó Rainer mientras se acercaba a una pequeña laguna—. Lo bueno es que cerca de aquí debe haber civilización, así que no tendré que preocuparme por encontrar un lugar seguro donde dormir.
Al acercarle al borde de la laguna, se arrodilló y recogió un poco de agua en sus manos, arrojándosela al rostro para reaccionar del aturdimiento. Al querer beber un poco de agua, acercó su cara a la laguna y vio su reflejo, lo que la dejó paralizada de sorpresa. No era por la ropa que vestía ni por el color de su cabello, sino porque uno de sus temas favoritos en los animes le había sucedido.
—Esto no puede ser real, debe ser una broma o una ilusión —se llevó la mano al pecho, sintiendo sus dos pechos talla B—. ¡Soy una chica!
Algunas aves salieron volando del susto y el hombre lagarto descendió del árbol sin hacer ruido, acercándose lentamente sin que su presa se percatara de su presencia. Rainer, por su parte, examinó su nueva apariencia.
Era una chica de dieciséis años, con cabello largo de color gris y ojos verdes. Delgada, con pechos talla B, medía 1.65 metros. Llevaba puesto un leotardo negro, mangas grises, medias negras con botas del mismo color, guantes carmesí con las yemas de los dedos recortadas, y un listón morado ataba su cabello en una cola de caballo. En su espalda colgaba una espada de metal.
—Parece que por fin me llegó el karma después de reírme tanto del cambio de género en los animes. Pero puedo vivir con eso si puedo tener una vida tranquila —Rainer miró con más detenimiento su vestimenta y se sonrojó—. ¿A qué clase de pervertido se le ocurrió que esta vestimenta era apropiada para una guerrera? Muestra mucha piel.
Mientras se quejaba, sintió curiosidad y jaló su leotardo hacia adelante, viendo sus pechos cubiertos por un sostén azul. Al cubrirlos nuevamente, intentó sujetar sus nuevos pechos, pero escuchó un gruñido detrás de ella y se lanzó a un lado, esquivando el corte de una espada. Una vez de pie, vio a su atacante: un hombre lagarto.
Con cuidado, Rainer llevó su mano a la empuñadura de su espada y la desenfundó, sosteniéndola frente a su cuerpo. El hombre lagarto comenzó a atacarla, intentando cortarla, pero Rainer se defendía, sin encontrar una oportunidad para contraatacar. Finalmente, ambos chocaron sus armas y se alejaron de un salto.
—Vamos, Rai, puedes hacerlo. Solo recuerda esos días de entrenamiento con la espada en esa copia de este mundo. Es hora de que nuestro entrenamiento rinda frutos —pensó Rainer, completamente decidida.
El hombre lagarto se preparó para atacarla nuevamente, pero esta vez Rainer fue más rápida, lanzando una ráfaga de cortes que su rival solo pudo cubrirse. Finalmente, logró hacerle un corte profundo en el pecho, seguido de una patada que, aunque no lo hizo retroceder, le dolió.
Sin darle descanso, Rainer saltó sobre su oponente para pisarle la cara, pero él se cubrió con su espada y la lanzó hacia atrás. Rainer aterrizó de pie, dándole la espalda a su oponente, quien ya estaba en posición de ataque, lanzándole un corte horizontal hacia su cuello. Logró esquivarlo a duras penas, pero su cabello terminó cortado a la altura del cuello.
—Humana fuerte. Yo llevarte a mi aldea para reproducirnos —gruñó el hombre lagarto como si fuera una promesa.
—Eso no pasará. No dejaré que nadie me capture con esos motivos —juró Rainer mientras miraba a su oponente, ambos caminando en círculos.
En esta oportunidad, Rainer blandió su espada, lanzando un corte horizontal hacia su oponente, quien lo bloqueó con su arma y la hizo retroceder. Casi cayó, pero logró recuperar el equilibrio, solo para ser recibida con un gancho alto que la mandó al suelo. El hombre lagarto le pisó el brazo, impidiéndole moverse.
Rainer intentó quitarse al hombre lagarto de encima con su otro brazo, pero no pudo lograrlo debido al peso. Solo pudo ver cómo la bestia alzaba su espada con intención de cortarle el brazo, por lo que cerró los ojos, rindiéndose al destino.
—¿Este será mi fin? ¿Mi destino es solo ser usada con intención de reproducción? Demonios, creí que cuando entrara a este mundo las cosas serían diferentes a mi vida en el mundo real —pensó Rainer con tristeza.
Unos recuerdos de la secundaria pasaron por su cabeza: cómo solían molestarla por su actitud tímida y solitaria, provocando burlas y desprecio de sus compañeros. Realmente pensó que todo cambiaría en este nuevo mundo, pero jamás imaginó que le tocaría un destino tan cruel.
—No, no me rendiré… ¡pelearé por defender mi vida hasta el final! —gritó Rainer con determinación, asustando al hombre lagarto, quien se detuvo en seco al sentir una daga atravesar su brazo, soltando su arma del dolor.
El hombre lagarto retrocedió, quejándose del dolor, dejando libre a Rainer. Ella se levantó, sosteniendo su espada con ambas manos, y se lanzó contra él. De un salto, lanzó un corte inclinado hacia abajo, seguido de otro hacia arriba, formando una V de fuego que, al chocar con el pecho de su oponente, estalló en una potente llamarada que la hizo retroceder.
—¿Qué demonios fue eso? ¿Acaso es una habilidad o fue magia? —se preguntó Rainer intrigada, viendo al hombre lagarto arrodillarse con gran parte de su cuerpo quemada.
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Editado: 15.07.2024