Mi odisea en un mundo virtual (remake)

Capítulo 3: ¿Un momento para descansar?

 

Horas después, cerca de una montaña, una fogata ardía con vigor. Alex, Sai y Rea dormían en el suelo, apoyados unos contra otros. Mairon, en guardia, vigilaba con su espada en mano. Sus ojos, libres de cansancio, revelaban que había descansado un poco cuando llegaron a ese lugar.

 

"Me sigue preocupando esa otra personalidad de Rainer," pensaba Mairon mientras observaba a Rainer, que descansaba en una camilla improvisada de ramas y tela. "Deberíamos preguntarle sobre eso, pero sin presionarla demasiado. Si no es consciente, podríamos asustarla. Lo mejor será abordar el tema con sutileza," concluyó, esperanzado en que Rainer pudiera continuar su camino sola cuando la dejaran en el reino del rey Nao.

 

En ese momento, Rainer comenzó a abrir los ojos, lo que llevó a Mairon a adoptar una postura defensiva. Al ver que sus ojos tenían el color normal, guardó su arma y se acercó para examinarla.

 

—¿Cómo te sientes, Rai? Ese golpe fuerte debió dejarte adolorida —dijo Mairon, tomándola de la mano para ayudarla a sentarse.

 

—Sinceramente, no siento dolor. Me dolió cuando recibí el golpe, pero ahora no me duele nada —respondió Rainer, sorprendiendo a Mairon.

 

—Eso es raro. Un golpe así debería dejarte dolorida por semanas o hasta meses. ¿Acaso no eres humana, Rainer? —preguntó Mairon intrigada.

 

—Solo tienes que verme para saber que soy humana. No tengo cuernos, cola ni orejas de animal. Soy tan humana como tú, Mairon —dijo Rainer mientras se levantaba y miraba su espada clavada cerca de la fogata.

 

—Tienes razón, fue tonto de mi parte pensar otra cosa —dijo Mairon, tomando la espada de Rainer y entregándosela—. Aquí tienes. Por suerte no se rompió, pero deberías llevarla a una herrería una vez volvamos al reino Tears From Heaven.

 

—Esperen, ustedes dijeron que venderían sus objetos en el reino Windhelm. ¿Han cambiado de planes? —preguntó Rainer con curiosidad.

 

—Primero iremos al reino Tears From Heaven para comprar pociones y dejarte a salvo. Luego haremos una escala en Windhelm para vender los objetos que conseguimos de los monstruos —respondió Mairon mientras Rainer guardaba su espada en la funda.

 

—Ya veo. Será un poco triste separarme de ustedes, pero es lo mejor. No quiero ser un peso muerto en su camino —explicó Rainer con tristeza.

 

—El camino para encontrar el Ojo de Dios es duro y peligroso. No podemos permitir que te unas a nuestra aventura —dijo Mairon, dándole un golpecito en el hombro—. Pero eso no significa que no puedas armar tu propia aventura en esta región.

 

—Es verdad, aún soy joven y puedo crear mi propia aventura. Reuniré a un grupo de valientes aventureros, conseguiré objetos de mazmorras y cumpliré misiones del gremio, si es que existen en estas tierras —dijo Rainer, animada, lo que tranquilizó a Mairon.

 

—Así se habla, Rai. Conociendo lo pequeña que es esta región, no me sorprendería que nuestros caminos se crucen de nuevo. Cuando eso pase, celebraremos nuestro reencuentro en una taberna, ¿te parece? —dijo Mairon extendiendo su mano. Rainer la tomó y la estrechó.

 

—Me parece bien. Ya verás lo conocida que me haré en los cuatro reinos cuando logre ser una gran aventurera —dijo Rainer acercando sus manos al fuego para calentarlas, ya que el lugar era frío.

 

—No podría esperar menos de ti. Estoy deseando ver las locuras que harás y las habilidades que aprenderás en tu propia aventura —contestó Mairon con entusiasmo, cruzando los brazos.

 

—Conociendo a Rai, diría que podría encontrar un dragón y hacer una gabardina con sus escamas —bromeó Rea, levantándose, pero tropezó y cayó sobre Alex y Sai, despertándolos.

 

—Sabes muy bien que los dragones se extinguieron hace siglos. Encontrar uno sería imposible ahora mismo —replicó Mairon, ayudando a Rea a levantarse.

 

—Eso es cierto, pero en un mundo como este, cualquier cosa puede pasar. No descarto la posibilidad —respondió Rea.

 

—En eso tiene razón Rea. Cualquier cosa puede suceder cuando menos lo esperas —dijo Sai, sentado en el suelo con su arco cerca—. Solo basta ver cómo nos atacaron esos goblins y esqueletos ayer.

 

—Ahora que lo mencionas, es raro que eso haya pasado otra vez —dijo Mairon inquieta.

 

—¿Eso ya les ha pasado antes? —preguntó Rainer.

 

—Nos ha pasado seis veces en el año que llevamos juntos como equipo. No importa que cambiemos de ubicación o de ruta, esos monstruos siempre nos encuentran y atacan —confesó Alex preocupado—. A veces parece que nos ha caído una maldición en uno de nuestros viajes.

 

—Sea una maldición o no, debemos aprender a convivir con ella. Lo mejor es llegar al pueblo de los Wolfenstein para descansar a salvo —replicó Rea cansada.

 

—Muy bien, pongámonos en marcha. El pueblo no está lejos, llegaremos en treinta minutos o menos —dijo Mairon mientras apagaban la fogata y se ponían en marcha por un sendero.

 

—Oye, Rainer, ¿cómo te sentirías si tuvieras una personalidad malvada? —preguntó Sai.

 

—La verdad, sentiría mucho miedo. Me preocuparía que esa otra personalidad lastimara a las personas que quiero sin que yo pudiera hacer nada —expresó Rainer con miedo en su voz.

 

—¿Nos consideras personas queridas? —preguntó Sai con curiosidad, ganándose un codazo de Mairon.

 

—Claro que sí, desde que me aceptaron en su equipo he comenzado a apreciarlos mucho. Podría decir que los considero amigos —dijo Rainer con sinceridad, provocando ligeras sonrisas en Mairon y Sai.

 

—Gracias, Rainer. Nos hace felices que nos consideres de esa manera —respondió Mairon con alegría. Sin embargo, al mirar a Alex y Rea, notó que no sonreían, lo que la confundió.




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