Hace mucho tiempo, cuando los cuatro reinos aún no habían sido creados, existía un solo reino conocido como el Reino Sauces. Este reino albergaba más de treinta aldeas y pueblos de diferentes razas. Gracias a la mano firme pero amable del rey, las diversas razas convivían en paz, siendo un sueño hecho realidad para cualquier ser vivo.
Todo iba perfectamente bien hasta que algunos bandidos saquearon una mazmorra prohibida en busca de poder y riqueza. En ese lugar, una advertencia estaba grabada: bajo ninguna circunstancia se debía abrir el ataúd de piedra. Sin embargo, estos saqueadores no dudaron en profanarlo, liberando un mal antiguo que había sido sellado allí.
Según los escasos registros que quedaban en las viejas bibliotecas del reino, este ser era un rey demonio, el verdadero gobernante de esas tierras en tiempos antiguos. Fue derrocado gracias al esfuerzo conjunto de demonios, humanos, personas bestia y elfos. A pesar de sus intentos, no pudieron matarlo permanentemente, ya que una de sus habilidades pasivas lo revivía cada vez que moría. Finalmente, decidieron sellarlo en una mazmorra peligrosa.
Una vez liberado, el rey demonio usó su poder para recrear su antiguo reino, destruyendo una aldea en el proceso. Capturó con vida a todos los habitantes de la aldea para que sus antiguos comandantes y generales reencarnaran en sus cuerpos. En menos de dos semanas, logró reunir un gigantesco ejército con el que declaró la guerra al Reino Sauces y sus aliados.
La guerra duró cerca de dos años, en los cuales se perdieron innumerables vidas. Las pocas personas que aún quedaban en las aldeas o pueblos vivían atemorizadas, esperando ser el próximo objetivo del rey demonio. La esperanza comenzaba a desvanecerse en medio de los estragos de la guerra. En cuanto a mí, en esos momentos, solo era una súcubo indefensa que temía por la seguridad de su aldea. Para mí, todo parecía perdido mientras contemplaba la idea de escapar en un barco sin rumbo definido.
Una mañana, el sonido de un cuerno de guerra despertó a toda la aldea. Con temor, algunas personas se asomaron para ver qué pasaba y vieron a tres chicos en la entrada: un humano, una elfa oscura y un chico con cuernos y cola escamosa. A pesar de la poderosa aura que emanaban la elfa y el chico con cuernos, fue el humano quien dio un paso al frente sosteniendo un estandarte con el emblema de un árbol de sauce dentro de un escudo.
Al ver que solo eran tres chicos, las demás personas que estaban escondidas se acercaron con cautela. Entre ellos, yo observaba, un poco asustada por el chico con cuernos y cola escamosa. Pronto supe que pertenecía a la raza de los dragones, completamente desconocida para mí en ese tiempo.
—¡La esperanza no está completamente perdida!— proclamó el humano. —¡No agachen la cabeza esperando el final inevitable! ¡Alcen la cabeza con orgullo y empuñen sus armas para luchar por un futuro brillante! Si todas las razas nos unimos como en el pasado, podremos derrocar una vez más a este viejo tirano. Por eso, vengo a pedirles que se unan a mí en esta batalla por el futuro. ¡Todos los que estén dispuestos a luchar a mi lado, den un paso al frente con la cabeza en alto!
Ninguna súcubo dio un paso al frente en ese momento. Sinceramente, en el fondo sentía mucho miedo; no quería morir ni ser capturada por el enemigo. Pero al ver la cara de miedo de mis hermanas súcubos, sabía que no podía quedarme con los brazos cruzados. Decidí luchar en nombre de la raza de las súcubos, y di un paso al frente con timidez, observada por las demás habitantes de la aldea.
—Nunca he sido una luchadora. Me dedico a la agricultura y sé que las súcubos tenemos mala fama por ser lujuriosas. Pero si estás dispuesto a aceptar a alguien como yo en tu equipo, con gusto me uniré a tus filas para luchar por un futuro brillante— dije con toda la valentía que pude reunir, aunque eso no evitó que el chico dragón soltara una carcajada, lo que hizo que bajara la cabeza con tristeza.
Para mi sorpresa, la elfa sujetó al chico con cuernos y lo golpeó contra el suelo, diciéndole: —No te burles de la valentía de una dama, cuernitos. Tú solo saliste del nido cuando te echaron a patadas—. El humano se acercó a mí, sujetándome del mentón con suavidad, y dijo:
—Esa valentía tuya y la determinación en tus ojos te hacen una persona muy valiosa para nuestro equipo. A partir de ahora, considérate la cuarta miembro oficial de mi equipo de justicieros.
Esas amables palabras resonaron en mi mente mientras empacaba mis cosas para partir con esos tres desconocidos. Aunque mis amigas intentaron convencerme de que me quedara, las ignoré. Las palabras del líder, dichas con tanta determinación y valentía, me motivaron a pelear en nombre de mi raza. Ya me había ofrecido y él me había aceptado, por lo que no había marcha atrás.
Ante la mirada desconcertada de mis conocidos, partí sin saber qué me depararía el destino. Pero estaba segura de que, pasara lo que pasara, aportaría mi grano de arena para que el Reino Sauces saliera victorioso de esa guerra. Estos bellos momentos, cuando todo empezaba, siempre los atesoraré con felicidad, porque gracias a ellos finalmente me convertí en lo que siempre debí ser: ¡me convertí en la nueva reina demonio!
—¡Reina!, ¡reina!— llamaba una voz masculina.
¿Qué está pasando? ¡Se supone que nadie debería molestarme cuando estoy teniendo mi sueño reparador! Este preciado momento de reflexión es sagrado y no debe ser interrumpido.
—¡Reina! ¡Por lo que más quiera, levántese! ¡Nos están atacando!— gritó la voz masculina con preocupación.
¿Nos atacan? Pero si la barrera está encendida y dejé a Nemesis a cargo. ¿Cómo es esto posible? ¡Tengo que forzarme a despertar!
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Editado: 15.07.2024