Mi odisea en un mundo virtual (remake)

Capítulo 13: La Batalla Decisiva

 

La reina súcubo quedó paralizada del miedo al darse cuenta de que aquel ser que estaba junto a Rainer poseía una apariencia similar al monstruo que una vez le causó terror, el que la derrotó y frente al cual apenas pudo enfrentarse.

 

—El rey demonio... ¿ha vuelto? —preguntó Shira, con un tono de miedo en su voz y preocupación en su rostro.

 

—Así que soy el rey demonio, ¿eh? —José miró su mano, apretándola con fuerza—. Qué irónico, ¿no? El héroe que selló al rey demonio ahora se convierte en uno. Supongo que lo que aquel demonio dijo al final se ha vuelto realidad.

 

—¿Y qué harás ahora con ese poder y esa forma, José? —preguntó Rainer, manteniéndose a distancia.

 

—El rey demonio dijo que nos convertiríamos en criaturas que arrasarían toda la región. Shira ha cumplido en parte con esa profecía. La elfa desarrolló demencia y Armagedón desapareció, pero aunque mi artefacto esté corrompido, no tengo el menor deseo de erradicar la vida en esta región —José señaló a Shira—. Lo único que quiero... es acabar con ella.

 

—¡Por favor, háganlo! —dijo Shira, con una expresión de dolor en su rostro—. ¡Por favor, mátenme!

 

—Shira, lucha por liberarte. Sé que puedes hacerlo —instó Rainer.

 

—Es inútil, Rainer. Ahora que he accedido a este poder, lo entiendo todo. Los artefactos se corrompieron al recibir un fragmento del alma del rey demonio. A mí no me afecta porque mi deseo era simplemente estar vivo para proteger a aquellos a quienes amo —explicó José—. En cambio, el deseo de Shira era convertirse en la mejor versión de una súcubo, pero lo que obtuvo fue la peor versión... una inversión de ese deseo.

 

—Transformada en la peor versión de una súcubo... eso es horrible —declaró Rainer.

 

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo en este momento? —preguntó Rainer, visiblemente molesta.

 

—En esta forma, mi personalidad es como la de un muerto en vida. No muestro emociones, solo un rostro frío y una determinación inquebrantable —aclaró José.

 

—¡Vete de una vez, Shira! Si no peleo yo, seguro moriremos —gritó Shira, sujetándose la cabeza antes de que su cuello girara con un crujido y volviera a la normalidad—. Por fin se fue ese estorbo. Lamento la interrupción —dijo con una sonrisa sádica—. Les aseguro que eso no volverá a ocurrir.

 

—Rainer, ¿estás lista para la batalla final? —preguntó José, mirándola seriamente.

 

—Estoy lista. ¡Yo haré el primer movimiento! —respondió Rainer, extendiendo sus alas y lanzándose hacia adelante.

 

—¡Rainer, no te precipites! —José trató de detenerla, pero era demasiado tarde.

 

Al verla acercarse, Shira envolvió su brazo derecho en un aura morada y lo movió verticalmente, lanzando varias ondas de corte hacia Rainer, quien estaba a corta distancia. La primera onda de corte logró esquivarla saltando, la segunda la esquivó agachándose, aunque parte de sus alas fueron cortadas. Al caer, logró apartarse de la tercera onda de corte, pero vio a Shira levantando su brazo derecho hacia ella.

 

Instintivamente, invocó lo que quedaba de sus alas para cubrirse cuando unas esferas negras salieron de la palma de la mano de Shira, impactando en su plumaje y dejándolo lleno de agujeros. Al darse cuenta de que su defensa no era efectiva, replegó lo que quedaba de sus alas y dio un salto hacia atrás para alejarse.

 

Shira, viendo su oportunidad, se lanzó hacia adelante con su brazo derecho extendido, decidida a atravesarla. Justo cuando Rainer tocaba el suelo, José apareció delante de ella y recibió el golpe, empujándola hacia un lado y dejando a Rainer sorprendida, incapaz de creer lo que estaba viendo.

 

—Terminaste damnificando a tu compañero en plena batalla, qué hecho más lamentable—Shira movió su brazo a un lado—pero predecible. Los sentimientos siempre llevan al fracaso y a la muerte.

 

Al hacer ese movimiento, tenía toda la intención de lanzar el cuerpo de José a un lado, pero para su sorpresa, el líder de la legión se aferró al mismo, logrando frenar su movimiento justo cuando Rainer se había terminado de poner de pie.

 

—Al contrario, tú eres la predecible, Shira—dijo José—sabía que algo así pasaría, por eso me adelanté a los hechos para poder frenarte.

 

—¡Déjame ir, desgraciado!—reclamó Shira con enojo—¡o si no...

 

—¿O si no, qué? Mi deseo era estar vivo para proteger todo lo que quiero. Eso, a la inversa, es estar muerto para destruir lo que odio—confesó José—y en estos momentos, te odio por lo que le hiciste a Netsi, que era mi mejor amigo, y por lo que le estás haciendo a mi amada.

 

—¡Entonces te partiré en dos con mi otro brazo!—gritó Shira, alistando su otro brazo.

 

—¡No tan rápido, Shira!—interrumpió Rainer—¡Cadenas de Cerberus!

 

Del suelo emergieron cuatro cadenas al rojo vivo que se envolvieron en el brazo izquierdo de Shira, inmovilizándolo. Por una parte, estaba atrapada por José y, por la otra, por las cadenas. Estaba completamente expuesta a un ataque directo.

 

—¡Este es tu fin, Shira! ¡Doce estocadas de la muerte!—gritó Rainer mientras su espada se envolvía en ácido verde.

 

A una velocidad increíble, Rainer se paró delante de ella, lanzando once feroces puñaladas al pecho de Shira, logrando atravesar su cuerpo por completo gracias al ácido que derretía la carne al más mínimo contacto. Shira gritó de furia y dolor. Una vez tenía once agujeros en su cuerpo, Rainer se detuvo, alistando la última estocada en una zona intacta.

 

—Descansa en paz—murmuró Rainer.

 

La reina súcubo dio entonces un salto, pisando el suelo con furia y creando fisuras delante de ella de las que salió un muro de magma, obligando a Rainer a detenerse y luego alejarse para evitar que le cayera encima.




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