Mi pecado es amarte

Capítulo 1: Mi más grande pecado

Descubrí que el hombre que amaba era mi hermano y eso no era lo peor. Lo descubrí justo el día de nuestra boda, mientras me esperaba en el altar, el día en que pensaba darle la noticia de que esperaba tres hijos de él proveniente de un amor pecaminoso. Ninguno de los dos jamás imaginamos que éramos hijos del mismo padre y que el amor más grande e intenso que sentíamos también era el más pecaminoso.

 

***************

 

Miraba por la ventana de cristal de la mansión de los Smith cuando sentí que la puerta se abrió.

 

—¿Qué haces aquí, Caleb? —pregunté al ver a mi prometido acercarse él cuál me miró de arriba a abajo cubriéndose los labios.

 

—Ojalá existiera una palabra que pudiera describir lo que estoy sintiendo en este momento—pronunció tomando mis manos y besándolas.

 

—No deberías estar aquí, es de mala suerte

 

—Eva, parece que no me conocieras, no creo en la suerte —respondió y sus ojos claros brillaban con intensidad.

 

—Hace seis meses tampoco creías en el amor —comenté y sonrió—ya sal, has arruinado la sorpresa.

 

—Te ves preciosa, si diez veces te viera con ese vestido diez veces quedaría sorprendido..

 

—Te amo—pronuncié abrazándolo.

 

—Yo te amo mucho más—dijo besando mi rostro y puse mi rostro sobre su hombro, sintiéndome segura. Creo que conocer a Caleb era la única cosa buena que había pasado en toda mi vida. Pues mi infancia al lado de mi madre había sido terrible y el resto de mi vida lo había pasado en un hogar de acogida. Creo que Caleb era algo así como mi príncipe azul. El amor de novelas con el que sueñan todas las chicas.

 

—Creo que exageraste un poco con los invitados, el banquete, la decoración... —opiné mirando por la ventana y él sonrió. Habían cientos de personas allí, el lugar decorado preciosamente lleno de flores blancas, globos en colores, se sobraban los aperitivos y la prensa estaba por todo el lugar pues Caleb era una figura influyente en el lugar. A los 35 años era un futbolista con dos balones de oro que se retiró debido a su problema en el corazón y ahora era un empresario exitoso que estaba a cargo de la compañía de telecomunicaciones de su padre.

 

—Te mereces lo mejor y te lo voy a dar yo—dijo él abrazándome por la espalda y sonreí. La puerta se abrió de un momento a otro y Caleb y yo nos volteamos asombrados, se trataba de Samuel, mi mejor amigo. Del cuál mi futuro esposo había sentido celos muchas veces pero solo éramos buenos amigos. 

 

—Pero qué demonios haces aquí—reclamó Samuel que iba con un traje azul.

 

—Solo veía a mi futura esposa.

 

—Calma, aún no es tuya. No sabes que es de mala suerte ver a la novia antes de la boda.—opinó Samuel. 

 

—No creo en esas tonterías, pero ya me voy. ¡No te robes a mi novia! Amor, nos vemos abajo en media hora, no tardes o subiré a buscarte, te tengo una sorpresa para después de la boda.

 

—Yo también—le dije a Caleb antes de que saliera.

 

—Eva yo también tengo una noticia importante que darte—pronunció Samuel y lo miré atenta—creo que no nos veremos por un buen tiempo.

 

—¿Te vas? —pregunté con un nudo en la garganta .

 

—Mi padre quiere que vaya a ayudarlo con la empresa, que lleve una novia, que me case y que le de muchos nietos para así morir en paz y heredarme su empresa. —respondió Samuel.

 

—Deberías decirle la verdad—opiné.

 

—Quieres que vaya y le diga : Padre tienes un hijo wey que nunca se va a casar y tampoco va a tener hijos, por la tanto no vas a tener herederos, al menos no que lleven tu apellido.

 

—Sí, deberías decirle la verdad y ellos deberían aceptarla.

 

—Eva,tienes un corazón tan bueno y noble que piensas que todo el mundo es igual a ti, pero no. Las personas son crueles y mi padre es homofóbico. Nunca aceptará tener un hijo homosexual —suspiró mirando hacia fuera.

 

—Quizás te sorprenda, deberías intentarlo—opiné poniendo mi mano sobre su hombro, además de mi mejor amigo, Samuel era como mi hermano, una de las mejores personas que conocía.

 

—No tiene caso, solo imagina que mi padre, cuando va a una tienda y ve un trabajador homosexual no vuelve a ir. Pero es el día de tu boda y deberías estar feliz no hablemos más de mis problemas familiares. Estás preciosa y lo olvidaba, había una señora afuera que dijo que quería verte que te conoce de pequeña.

 

—¿No dijo su nombre? —cuestioné con duda. Por un momento pensé que se trataba de una de las mujeres que trabajaba en el lugar de acojida donde crecí.

 

—No, pero quería verte con insistencia. Le dije que esperara luego de la boda y se quedó insistiendo que debía ser antes—dijo dejándome llena de duda.

 

—¿Puedes decirle que pase? —cuestioné.

 

—Yo tú esperaría, ya casi es hora de que bajes—opinó mirando su reloj.

 

—No, dile que pasé, después de todo no tengo ninguna familia que haya venido a mi boda, solo tú y Biki...

 

—Como digas—respondió saliendo de allí. Al poco tiempo tocaron a la puerta y me quedé helada al ver de quién se trataba. Allí estaba mi madre, la mujer que me había maltratado tanto y que me abandonó en un hogar de acogida para vivir su vida libremente. Estaba allí, debería alegrarme, pero no lo hacía. Su presencia no me traía más que malos recuerdos.

 

—Eva—dijo dando unos pasos hacia mí.

 

—¿Qué has venido a hacer aquí?

 

—¿Esa es forma de saludar a tu madre? —preguntó.

 

—¿Madre? Me abandonaste a los seis años, no sabes todo lo que he pasado. No deberías estar aquí—pronuncié con un nudo en la garganta mientras mi mente se inundaba de recuerdos dolorosos de mi infancia.




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