La alarma sonó y Anabella tanteó su celular para apagarlo por enésima vez. Otra vez era viernes. Se sentó en la cama con los ojos cerrados y suspiró. Nuevamente le tocaría trabajar después de ir a la universidad. Se levantó deprisa al ver que llegaba tarde, se cambió y se fue.
Al volver a la tarde, tras unas aburridas clases, fue hacia la cocina para prepararse un sándwich. Todavía le quedaban algunas horas para descansar, así que fue al salón, se sentó sobre un sillón y se dispuso a ver una de sus series favoritas. Cuando estaba por prender el televisor una voz la llamó por detrás.
–¡Ni siquiera me saludas y ya estas mirando la tele! – le dijo Victoria cruzándose de brazos y frunciendo las cejas.
–Ay amiga, te veo todos los días. ¿Quieres ver la serie conmigo?
–Capaz, pero si después me invitas a tomar un café.
–Mmmm, no lo sé. Creo que para eso veo la serie sola. – respondió Ana con sarcasmo.
–No es justo, además me lo debes de la semana pasada, ¿o no te acuerdas? – dijo Victoria moviendo la cabeza exageradamente.
–Bueno, ya veo que no tengo otra opción. Así que siéntate y veamos el capítulo de una vez.
Ambas se echaron a reír. Les gustaba discutir en broma por todo.
Al finalizar el capítulo, ya era hora de comenzar a cambiarse, así que se dispusieron a ir a sus respectivos cuartos para prepararse para la larga noche que les esperaba. Victoria estaba entusiasmada ya que había comenzado el fin de semana, tenía una pequeña ilusión que el joven de la semana pasada apareciese aquella noche. Sin embargo, después de lo que les había advertido Wallis ya no sabía que pensar.
Al cabo de un rato, Vic llamó a la puerta de Ana – ¿estás lista? –le preguntó.
–Si, si, salgamos. Si no llegaremos tarde. –respondió Vic con apuro.
Así que agarraron sus bolsos que se encontraba sobre la mesa del comedor y emprendieron su camino hacia el trabajo.
Mientras caminaban hacia el trabajo, Vic se encontraba pensativa lo cual era extraño en ella ya que nunca paraba de hablar.
–¿Qué te pasa, Vic? – preguntó Ana.
–Nada, no me hagas caso. – respondió su amiga suspirando.
–Vamos, cuéntame. Para algo somos mejores amigas, ¿no?
–Bueno, pero no te rías. Estaba pensando en aquel chico que me rechazó.
–Uf, Vicky. Sácatelo de la cabeza. Wallis ya nos advirtió sobre él. – respondió Ana poniéndose seria.
Victoria suspiró y decidieron no tocar de nuevo el tema, ya que estaban llegando a la puerta de Dirty Old Town. Una vez que entraron, Wallis la recibió con una gran sonrisa y un abrazo.
Anabella y Victoria fueron por los trapos para limpiar las mesas y las sillas y Wallis se quedó detrás de la barra como era habitual.
–Espero que hoy sea una buena noche. Este mes viene muy abajo, sacando el anterior viernes. – dijo Wallis tomando una jarra de cerveza.
–Con meseras como nosotras, llenarás este bar todas las noches. – dijo Victoria guiñándole el ojo.
–Nunca te oiré hablar en serio, ¿cierto? – respondió su jefe riéndose.
Wallis se había encariñado mucho con ellas, ya que le hacían recordar a sus hijas quienes no lo veían, ya que vivían con su ex mujer en Philadelphia.
El tiempo pasó y la gente comenzó a llegar al lugar hasta llenarlo, cosa que hizo que el dueño se pusiera contento.
Los tragos y los platos iban y venían y las dos jóvenes corrían hacia todos lados, sin darle tiempo a descansar.
–Wallis, necesito ir al baño. – dijo Anabella acercándose a la barra, mientras se mordía los labios para aguantarse.
–De acuerdo. Le diré a Vicky que te cubra.
–Gracias. También dile que el hombre de la mesa veintidós está tomando de más.
Mientras Anabella iba al baño, Vicky se volvió loca intentando cubrir todas las mesas, sobre todo la que su amiga había dicho ya que no paraban de pedir tragos y comida. Tanto estaba atareada que no vio cuando el joven de la semana anterior entró y se sentó en la barra.
Cuando Ana salió del baño, se percató de la presencia del chico y fue corriendo a decírselo a su amiga.
–Vicky, ¿lo viste? – le susurró al oído.
–¿A quién? – preguntó su amiga rubia molesta.
–Al joven de la noche anterior, pero no mires.
–¡No lo puedo creer! ¿Crees que debería saludarlo?
–No lo sé, Vic. Creo que deberías dejarlo en paz. Además nos queda una larga noche, concéntrate en los clientes.
Victoria bufó molesta y se alejó para seguir atendiendo a sus clientes, mientras que Anabella miró hacia el techo y negó con la cabeza.
Al cabo de un rato, el hombre de la mesa veintidós comenzó a perseguir a Anabella por todo el bar. No la estaba dejando trabajar en paz y apenas podía mantenerse en pie. Ella cada vez se estaba poniendo más furiosa y nerviosa ya que no sabía cómo lidiar con la situación. Le había pedido un montón de veces que la dejara en paz, pero seguía insistiendo.
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Editado: 13.11.2019