Mi peleador callejero

Capítulo 4

—¡Que buen fin de semana fue el anterior! Lástima que tenemos que trabajar hoy. —se quejó Victoria sentada en el sillón.

—Ni lo digas. Ojalá Luke me escriba en estos días. —dijo Anabella parada en la cocina.

—Ya te va a escribir, Ana. No te preocupes.

—Ojalá que sí, aunque no lo haya besado como tú a Daniel. —dijo Ana con una sonrisa.

—Cállate. No me lo recuerdes, hace unos días le mandé un mensaje de texto y todavía no me respondió. —dijo enojada Vic cruzándose de brazos.

—Ya te va a responder, quizás está ocupado y no tuvo tiempo. —respondió Ana mientras abría la heladera agarrando una lata de gaseosa.

Las chicas siguieron hablando hasta que fue la hora de salir hacia su trabajo. Llegaron y Wallis las recibió amablemente como siempre y les contó de su viaje de pesca. El viaje le había asentado bien y estaba de mejor humor que lo usual. Acomodaron todo y la noche al igual que los clientes llegó. Había menos clientela que lo usual pero era entendible ya que era fin de mes.  Al finalizar la jornada, mientras acomodaban Victoria dijo —la mujer de la mesa de cuatro no paró de pedir tragos y ni siquiera fue capaz de dejar propina.

—No te quejes. Tres mesas me hicieron lo mismo.—le dijo Ana mientras limpiaba una mesa.

—No sé de qué se quejan. Yo tuve solo dos clientes en la barra durante toda la noche. —agregó Wallis mientras contaba la plata de la caja.

—¡Es verdad! Hoy no vino el joven. —dijo Vic y continuó —¿Cuándo nos hablarás más sobre él?

—¿Qué tantos quieres saber? Es un chico y ya. —respondió Wallis quitándole importancia.

Anabella, curiosa, se acerca para escuchar la conversación.

—¡No sé! ¡Cualquier cosa! —exclamó Vic.

—Solo te diré que me hizo ganar mucho dinero en una noche. Eso es todo. —dijo el hombre cerrando la caja registradora.

—¡¿Qué?! ¡¿Acaso es millonario?! —preguntó Victoria con un tono de sarcasmo.

Wallis se negó a contestarle y por más que la chica insistía no volvió a decirle una palabra.

Al cerrar el bar, el hombre se despidió de ellas y se dirigió a su auto, mientras que las dos jóvenes comenzaron a caminar hacia su casa.

La rubia, enojada, dijo —No puedo creer que me haya ignorado solo por preguntarle por ese chico.

—Ya sabes que no quiere que nos acerquemos a él. — le contestó Anabella con una media sonrisa en su cara y tocando el hombro de su amiga para calmarla.

Al rato de estar caminando, ya casi llegando a su casa, escuchan varias voces que provenían de un callejón. Ellas se acercan con mucha cautela y ven a tres hombres pateando algo en el suelo que, por la poca luz que había, no podían distinguir que era. Las dos se miraron entre ellas y, sin hacer ningún ruido, siguieron observando hasta que esas personas se fueron, para su suerte, por el otro extremo del callejón.  

Vic, curiosa, se acercó.

—Vic, ¿qué haces? —preguntó Anabella nerviosa.

—Quiero ver que estaban pateando. Capaz era un perro. —le contestó Victoria con cara de pocos amigos y continuó acercándose. Cuando llegó hasta “eso” se agachó y notó que era una persona y dijo —Ana ven a ayudarme.

Ana, nerviosa, se acercó lentamente hasta llegar a ella.

—Ayúdame a levantarlo. —dijo la rubia.

—¿Por qué deberíamos? Ni siquiera lo conocemos.

—¿Qué diablos te pasa? ¿Acaso no estás estudiando medicina? —preguntó Victoria enojada.

Esas palabras golpearon a Anabella logrando que deje de lado sus miedos y se ponga a ayudar a la persona. Lo levantaron entre las dos y comenzaron a caminar lentamente hacia la avenida. Era bastante pesado así que se le hizo bastante difícil poder caminar con él a cuestas. Una vez que la luz iluminó un poco mejor a la persona se dieron cuenta que se encontraba bastante golpeada.

Anabella actuando como futura doctora dijo —Vic debemos llevarlo con urgencia a una guardia. El corte en su mejilla ve bastante mal.

­—No creo que pueda caminar mucho más, Ana. Pesa demasiado. —dijo Vic jadeando.

—Entonces llevémoslo a casa. Estamos a dos cuadras y allí lo podré curar. —respondió Ana.

Caminaron durante dos cuadras hasta llegar a su apartamento y, abriendo la puerta, lo dejaron sobre el sillón del comedor. Ana al observarlo detenidamente dijo —¡Vic! ¡Es el joven del bar!

—No lo puedo creer. Por poco no lo reconocí. —respondió Vic sorprendida.

Esta se dirigió al baño para buscar el botequín de primeros auxilios y poder limpiarle las heridas que cubrían su cara. Anabella aplica hielo en los moretones y desinfecta los cortes visibles en su cuerpo para luego coserlos.

Al terminar, se sienta en el sillón de enfrente y exclamó —¡Ya terminé! Ahora falta esperar.

—Eres genial. Es la primera vez que te veo en acción.




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