Donato
Hace unos minutos que estoy despierto escuchando como Madison habla con Valentino. Mi pequeño ha sufrido mucho junto a Bianca, las señales son muchas y estaría ciego si no las viera. Me remuevo incómodo, sintiendo mi cuerpo pesado, la boca pastosa y ni hablar del dolor de cuello.
—Eres muy hermoso. —musita suave. —Tan parecido a tu padre que espantas.
—Lo tomaré como un cumplido. —hablo e imagino que se asusta al escucharme. —¿Sabes que tienes muchos problemas, no? —masajeo mi cuello por el dolor que no deja de atormentarme. —Y me daré el lujo de cobrártelos con creces, Madi.
—Donato, lo siento. —sonrió de lado y niego como puedo. —No quise...
—Si quisiste, anhelaste dejarme así y sobre todo los has disfrutado, piccola (pequeña)
Abro mis ojos y la busco con gran dificultad encontrándola sentada en mi silla con mi hijo en brazos, la escena se me hace sumamente tierna, es encantadora verla como una mujer tranquila. Sus faros oscuros se ven culposos y lo son, pero no por mandarme a dormir, sino por tenerme hipnotizados a ellos desde que los vi la primera vez.
—¿Me vas a despedir? —así que eso es, en tus sueños piccola, pienso al tiempo que sacudo la cabeza.
Me pongo de pie tambaleándome un poco por lo cansado que me siento aún. Dando pasos cortos llego hasta mi escritorio que parece la mesa de un restaurante para niños, repleto de papas, hamburguesas y sodas, nada saludable, sin embargo una comida que Valentino ha disfrutado y comido sin chistar. Apoyo las manos sobre la madera oscura sosteniendo el peso de mi cuerpo y clavo mis ojos en la morena que se mantiene impasible, parece no estar afectada por lo que hizo, una máscara que cubre su miedo e incertidumbre.
—Claro que no, hacerlo sería perderme tu presencia cada día aquí. —aprieta los dientes al punto que parecen que se van a romper.
—Agradece que tengo a Valentino en mis brazos. —gruñe en un susurro para no despertarlo. —Cada día será peor si no me despides. —advierte desesperada.
—¿Es una amenaza? —asiente sin vergüenza alguna. —De acuerdo, lo tomaré como un reto. —enarca una de sus cejas. —Eres un atractivo desafió, Madison.
—Donato, sé sincero conmigo, ¿Por qué me obligas a estar aquí?, ¿Es porque te rechace? —puedo ver la duda, la frustración y la molestia reflejarse en su rostro. —No es algo en tu contra. Me negué a tener una cita contigo después de esa noche para que no hubiese ilusiones entre nosotros. No quiero una relación, ni un intento de esta, seré la tía solterona rodeada de gatos. —suelta con simpleza.
Eres un egoísta, ¿lo sabes?, la obligas a ser tu secretaria porque tu ego se encuentra muy pisoteado, pero eres muy tonto para aceptarlo. Mi conciencia tiene razón.
—No es por eso. —esquivo su mirada inquisitiva. —Necesito una secretaria, una eficiente, tú necesitas trabajo y es un acuerdo mutuo.
—Claro, y por eso me pones una cláusula tan mediocre como la que has usado. —está muy molesta, tiene razón, pero yo las mías para que ella permanezca a mi lado.
—Acepta tu destino, Piccola. —me fulmina con la mirada por el apelativo que le queda como anillo al dedo. —Soporta los tres meses y después de eso serás libre para hacer lo que te plazca, mientras tanto me perteneces, claro, como mi secretaria. —aclaro con malicia.
—No sabes a lo que juegas, Donato. —se pone de pie con Valentino en brazos. —Prepárate para perder, Donato. —asevera acercándose a mí.
—Cuide sus palabras, señorita Chambers no le agradará una demanda por amenazas. —su boca se abre en una perfecta O, pero es su culpa que la trate así. Me es muy adictivo molestarla. —Ahora explíqueme ¿Cómo es que retiro a mi hijo de su escuela?, yo no la autorice y no quiero pensar mal, sin embargo es secuestro lo que ha hecho. —sus mejillas se tiñen de un rojo carmesí muy divertido.
—No lo secuestre, tuve que ir por él, ya que su padre se quedó descansando. —enarco una de mis cejas por el atrevimiento de esta mujer.
—¿Descansando?, que recuerde, me drogo y eso es penado por la ley. —vira sus ojos caminando hasta el sofá donde deja a Valentino durmiendo.
Tientas mucho al diablo. Te daré puntos extras por la valentía. Mi conciencia se mofa de mí.
Madison se gira sobre su propio eje y con una mirada rabiosa camina a grandes zancadas hasta colocarse frente a mí. Su dedo acusador hace impacto en mi pecho, es tan pequeño como él de Valentino.
»Es interesante verla enojada, señorita Chambers, pero tenga cuidado donde toca, no vaya a ser que deba demandarla por acoso también. —ya no puede estar más roja de la rabia. —Amenazas, secuestro, drogas y acoso, muy joven para tener tantos antecedentes, le aconsejo que recapacite. —que gratificante es jugar con ella.
—Eres... Eres... —las palabras no quieren salir de sus labios.
—¿Apuesto?, ¿Sexi?, ¿Irresistible? No dirá nada que no sepa. —suelta una carcajada que me deja a cuadros. No entiendo que le causa tanta gracia, hasta lágrimas se acumulan en sus ojos. —¿De qué se ríe? —indago ronco.
—De usted —limpia el resto de lágrimas que caen por sus mejillas. —Tiene el ego más grande que haya visto y eso que trate con muchos cretinos a lo largo de mi vida. —tenso la mandíbula por su apelativo. —No me diga, es de esos tontos que se cree irresistible porque mamá le dice a diario que es el niño más hermoso del mundo. —no entiendo si me lo pregunta o lo asegura. —Es un tonto, uno con el ego grande, que digo grande, enorme. —abre sus brazos para demostrar la grandeza de mi ego. —Pero, siempre hay uno ¿Sabe? Debe hacerme firmar un contrato engañoso para tenerme a su lado demostrando que es un c-r-e-t-i-n-o, señor Greco.
Sus ojos afilados, sus labios tentadores, su pequeño cuerpo y su alma rebelde me provocan rabia, frustración y envidia.
Me da rabia que me insulte con tanta gracia, no cae en lo vulgar, sigue siendo una dama al tiempo que me expresa lo que piensa de mí con sinceridad.