Samantha Davis y Allan Wesley tenían historia, ambos eran huérfanos y habían convivido en el mismo hogar de acogida, hasta que él fue adoptado por una familia privilegiada. Samantha no obtuvo la misma suerte, y a sus veintidós años se encontraba viviendo en un auto viejo.
Ella, una mujer sin hogar que vivía de lo poco que podía conseguir diariamente.
Él, un empresario desertor, lleno de amargura, que decidió dedicarse a los servicios de protección infantil.
Siendo ese el caso, era imposible que éstos dos se reencontraran, pero el destino decidió lo contrario y sus caminos se vieron cruzados con la aparición de un bebé que cambiaría sus vidas por completo.