Mi pequeño bosque

Montaña rusa

Viernes 25 de Septiembre,

11:45

Termino de desmaquillarme por completo y voy al lavabo para enjuagarme el rostro, ya me quité el vestido y me puse unas mallas deportivas negras con una sudadera ligera color rosa pastel, me he recogido el cabello en un moño sobre la cabeza de una forma un tanto sosa y cambié los tacones por unos simples calcetines rosas para andar por la casa. Baco ya está en el sillón de la sala, recostado y con ropa cómoda puesta viendo las noticias locales; antes de entrar con él voy hacia la mesa del comedor para tomar mi celular y mandar un nuevo mensaje a Bosco:

Ya estamos en casa, dime cuando vengas en camino. Te adoro *3*

El mensaje se envía correctamente al igual que el anterior pero sigo sin respuesta alguna. Llevo el celular conmigo y me recuesto a un lado de Baco recargando mi cabeza sobre su hombro y cierro los ojos; siento cómo mueve su brazo derecho y lo pone sobre mis caderas, volteo a verlo y noto que su mirada sigue sobre el televisor por lo que guío mi mirada hacia el reportaje y empiezo a poner atención a lo que están diciendo.

-La policía de nuestra ciudad vecina, Mendacium, reporta la desaparición de tres personas en los últimos dos meses. El primero: un joven llamado Jahir Siqueiros de dieciocho años de edad por última vez visto el último día de Julio cuando salió de un restaurant con dos de sus amigos los cuales dicen que se fue en su auto a casa y no supieron que sucedió después; su padre, José Siqueiros, dueño de la fábrica de partes automotrices Tanaca, declara que nunca llegó a casa. La segunda: una mujer de cincuenta años llamada Olivia Angulo, vista por última vez en su casa el quince de Agosto cuando su esposo, Javier Estrada, dueño de la empresa Patlán basada en importaciones y exportaciones a México, declara haber estado en un viaje de negocios y al volver ella ya no estaba y nadie la vio salir de casa. Por último: una niña de seis años, Paulina Sam fue vista por última vez en su escuela a la hora de la salida hace cuatro días; su madre, Fernanda Sam, CEO de nuestra cadena televisiva Nuntium, aclara que no sabe quién se la pudo haber llevado…

Me quedo sin palabras ante la atrocidad, volteo a ver a Baco y su expresión no es ni de cerca como la mía, está… ¿calmado?, ¿pensativo?, es algo confuso pero definitivamente no es asombro, aunque él siempre ha sido el menos preocupado de los dos.

-Eso es terrible, pobres personas – digo intentando ver su reacción.

-Sí, no me puedo imaginar quién haría algo así – me tranquiliza ver que solo no es mi imaginación, que sí es algo grave. Caigo en cuenta, tal vez demasiado tarde, de que nuestra ciudad vecina está a tan solo media hora de aquí.

-Baco… ¿qué sucede si vienen aquí? – digo con preocupación buscando una respuesta imparcial.

-Tranquila, no vendrán aquí – y, por primera vez desde que llegamos me mira, con expresión tranquilizadora.

-Pero… ¿cómo podemos estar seguros? – me enderezo quedando sentada, no puedo hablar de esto tan relajadamente.

-Créeme, no vendrán. – Creo que Baco sabe por mi rostro que no termino de entender la razón, por lo que empieza a hablar de nuevo – En primer lugar la policía local, nuestra policía, es mucho más competente que la de Mendacium; en segundo lugar, ya los han de estar buscando, de seguro la seguridad fronteriza está en máxima alerta y no podrán salir; y en tercer lugar, se ve que saben lo que hacen, no son nuevos, ¿crees que serán tan tontos como para mudarse a solo treinta minutos? – su respuesta, su explicación, me tranquiliza. Claro que no vendrán, y si se fueran de Mendacium irían a un lugar remoto en el que tardarían años en encontrarlos. No puedo decir que no me siento mal porque las personas desaparezcan, pero (aunque me escuche egoísta o malvada) prefiero que sean ellos a que sea mi familia.

Me empiezo a recostar de nuevo pero Baco se levanta, dejándome tumbada en el sillón. Lo miro con expresión dudosa hasta que él me la devuelve con una mirada pícara.

-Bueno, Bosco no llegará hasta las dos de la tarde, o sea, en otras dos horas… - se acerca a mí y me carga, como un esposo carga a una esposa, y me besa mientras río por la extrañeza de la situación tan poco habitual – así que, estaba pensando que podríamos ir a la habitación y… ya sabes. – Asiento con la cabeza pensando en hace cuanto no hacíamos eso, siempre en el vaivén del día a día; empieza a caminar hasta que llegamos a la habitación, cierra la puerta detrás de él con el pie y nos sumimos en la oscuridad, en la paz que será perturbada.

4:00 p.m.

Despierto algo perdida. Resulta que al final de todo, sí dormimos; no me sorprende en absoluto, nuestra condición no es la misma (o al menos en cuanto a la energía del después). Miro el reloj de mesa y me doy cuenta de que dormimos dos horas; me levanto y estoy a punto de tomar la camiseta de Baco para ponérmela, pero luego lo pienso mejor: Bosco ya ha de haber llegado y no creo que sea necesario revelarle la situación, por eso mejor me pongo mi bata. Abro la puerta y toco a la puerta de Bosco: nada, abro la puerta y no está ahí. Reviso el resto de la casa: nada. Me empiezo a desesperar. Voy por mi celular… hay un mensaje de Bosco, mandado a las dos en punto:

Ya voy en camino. Voy a pie así que llego en media hora.




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