Mi pequeño bosque

El principio de un fin

Viernes 25 de Septiembre,                                                                                 

11:00 p.m.

-¡¿CÓMO QUE NO LO PUEDEN BUESCAR?! Está DE-SA-PA-RE-CI-DO.

-Lo lamento, señora Damara, pero su hijo… ammm…

-¡BOSCO!

-Sí… Su hijo Bosco no lleva ni siquiera ocho horas desaparecido, si es que en verdad está desaparecido – su comentario me molesta demasiado.

-Ya le dije que él no se fugó, en casa todo está bien, él no es así. No se iría sin decirme nada… - de verdad que no lo haría.

-Señora, los adolescentes suelen tener estos ataques de rebeldía. –Estoy completamente segura de lo que va a decir, y de una vez entiendo que no me gusta nada – De seguro solo fue de fiesta y volverá a la mañana.

-¿Sabe qué? – digo furiosa – puede hacer lo que quiera con sus deducciones, métalas por donde quepan, pero yo conozco a mi muchacho, y si algo le pasa, usted… - es entonces cuando lo noto, cuando abro los ojos a la posibilidad de que mi bebé está en un peligro mayor a solo estar perdido, cuando entiendo que mi pequeño y único hijo podría… podría morir. Rompo en llanto y cierro los ojos, unos gritos desgarradores quieren salir por mi garganta y destruir todo a su paso, pero pongo mis manos sobre mi boca, temerosa de lo que podría pasar si dejo salir esa ira. Siento una mano delicada sobre mi hombro izquierdo, antes de siquiera abrir los ojos sé que es Karen llegando a mi rescate emocional.

-Gracias por nada, oficial – dice con voz decidida -. Cuando decida hacer su trabajo, háganoslo saber.

Karen tira levemente de mi hombro en señal de que la siga, y eso hago. Abro los ojos para ver por dónde vamos y noto que me dirige a la sala, llegamos y nos sentamos en el sillón; frente a nosotras hay dos tazas de café sobre la mesilla, Karen toma una y me la da.

-Ten, te la preparé como te gusta – la tomo entre mis manos y doy un sorbo, me quemo un poco la lengua y la garganta pero no me importa, tengo cosas más importantes por las que preocuparme. Karen toma su propia taza y sopla, consciente de la temperatura.

-¿Sabes algo de Randy y Baco? – pregunto.

-Sí, Randy me mandó un mensaje… - su pausa, su silencio, me dice mucho más de lo que cree – no lo han encontrado.

Baco y Randy fueron en sus respectivos autos a recorrer las calles para ver si encuentran a Bosco; sigo sin poder entender qué pasó: Randy me dijo que Bosco sale una hora antes que él porque tiene prácticas de química por lo que (al igual que todos los días) Bosco pasó frente al laboratorio y se despidió de él con un movimiento de mano, dijo que no vio nada raro en él, que todo era… bueno, era normal.

-No sé qué pudo haber pasado, Karen – confieso, se siente un tanto liberador decirlo en voz alta -, esta mañana todo estaba bien, se levantó como de costumbre, desayunó, se fue y… y ya no supe de él.

-Lo sé, linda… - su tono es calmo y comprensivo.

-No puedo dejar de pensar que… que es mi culpa…

-Hey – contesta casi en un susurro -, no es tu culpa, ¿está bien?, no te hagas esto.

-Pero yo… salí, me divertí mientras mi bebé estaba solo y…

-Damara – interrumpe -, tú no tenías manera de saber eso… Escúchame bien, amiga: NO es tu culpa.

Tal vez tenga razón, tal vez no sea mi culpa, pero no puedo dejar de sentirme así. Si no hubiera salido, si no me hubiera quedado dormida, tal vez mi pequeño bosque seguiría aquí.




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