Mi pequeño bosque

Un susurro, un empuje

Sábado 26 de Septiembre,                                                                   

4:00 a.m.

Anoche no dormí nada, no pude. Lo único que hice fue pasar ese tiempo sentada en la cama de Bosco, viendo el techo, sus posters colgados, sus libros, su ropa… Baco siguió buscando en su auto y Randy se ofreció a ir con él por si acaso por lo que Karen estuvo haciendo llamadas. Los policías (o gente incompetente con disfraz de policía) se fueron de la casa alrededor de la media noche, sin ayuda, sin respuestas; todo lo que decían era que debían pasar al menos cuarenta y ocho horas para empezar a buscarlo, que “no podían hacer nada”.

-Lo lamento mucho, señora – dijo al final un oficial, un hombre llegando a los cincuenta, de voz grave y cejas pobladas -. En serio quisiera ayudarla, pero por ahora la ley no me lo permite… Si recuerda cualquier cosa, algo que nos ayude a tener una mejor idea de la situación, avíseme. Mi despacho está abierto a partir de las cuatro horas.

Y aquí estoy, en la estación de policía esperando a que llegue el oficial… ¿cómo se llamaba?, era algo como Jack, ¿o era John? Para ser sincera, no me interesa mucho en este momento, el punto es que necesito hablar con él; no tengo pistas ni he recordado algo que parezca importante en lo más mínimo, pero quiero intentar persuadirlo, convencerlo de que encuentre a Bosco. Empiezo a preocuparme porque el oficial no llega, pero escucho pasos que vienen de la entrada; volteo a ver y en efecto es el oficial con el que hablé ayer, viene con una caja de donas en una mano y un termo en la otra (con café, supongo) y no puedo evitar pensar que es un claro estereotipo de los policías; pasa a un lado de mí y me mira, tal vez cayendo en la cuenta de quién soy.

-Buen día, la atenderé en un momento – dice y sigue su camino.

Va hacia un pasillo largo y entra en la puerta del fondo cerrándola detrás de él; la puerta tiene una placa plateada con un nombre en ella: Jefferson; pues ni de cerca. Miro a mi alrededor y noto que aparte de mí solo hay dos personas más esperando, me pregunto por qué estarán aquí… La puerta del fondo se vuelve a abrir y el oficial me hace señas para que entre por lo que me levanto de mi silla y voy hacia él con paso decidido hasta que atravieso la puerta y él la cierra mientras me siento en la silla frente a su escritorio.

-Señora Damara – dice mientras se sienta en su respectiva silla -, no esperaba verla tan pronto. Quiero pensar que tiene información para darme – toma un sorbo a su termo y, por el aroma, noto que en efecto es café.

-La verdad es que no, no tengo información.

-Bueno… - parece decepcionado – Entonces, ¿qué puedo hacer por usted?

-Quiero que ponga a un equipo para buscarlo – respondo tímida, temerosa de que me lo niegue.

-Mire… - suspira – tengo una hija, ya es una adulta, pero sigue siendo mi princesa… y sé que si algo le pasara me volvería loco, haría lo que fuera por ella. Entiendo su desesperación, de verdad que sí, pero todo hasta ahora indica que es una situación menor. En dado caso de que tengamos indicios de algo mayor como… no lo sé, una desaparición ya sea por secuestro o…

-Espere – lo interrumpo. Ahora todo tiene sentido: las desapariciones de Mendacium, soy tan tonta por no haberme dado cuenta. Es tanto tranquilizador como preocupante, de cierta forma espero equivocarme pero quiero que sea la respuesta para poder empezar a buscarlo – Ya sé lo que pasó.

-¿Sí? – su rostro muestra una mezcla de interés y sorpresa ante mi repentina revelación.

-Las desapariciones en Mendacium, las tres son de familias adineradas que no había nada malo en sus vidas, ¿no le parece demasiada coincidencia?

-Señora Damara, eso es Mendacium, no aquí.

-Pero ¿y si vinieron? Puede ser un grupo terrorista o algo que esté…

-Señora – interrumpe -, no es eso, no es un grupo de secuestro, se lo aseguro - su tono se vulve molesto.

-¿Cómo está tan seguro? – algo aquí no me agrada.

-Lo lamento, pero está equivocada…

-¿Lo estoy? ¿O hay algo que no me está diciendo? – se queda callado, viéndome pensativo hasta que se levanta de la silla y apunta hacia la puerta con su mano

-Que tenga un buen día; fue un gusto hablar con usted. – indignada me levanto de la silla y salgo, una vez fuera empieza a cerrar la puerta – Espero que encuentre a su hijo. – me doy media vuelta y doy paso al enojo.

-¡LO HARÍA SI USTEDES NO FUERAN UNA BOLA DE INCOMPETENTES, BUENOS PARA NADA, METIROSOS SIN EMPATÍA ALGUNA! - digo y voy a la salida, hecha una furia.

-Señora – susurra alguien, volteo y veo que es un hombre, uno de los que estaban esperando junto conmigo.

Me acerco al desconocido, un joven que debe tener menos de treinta años, lleva lentes y su ropa no es nada llamativa., aunque a decir verdad la mía tampoco lo es.

-¿Sí? – pregunto cerca y en un tono de voz bajo, al igual que él.

-Veo que la policía no la puede ayudar en este momento… si no le molesta, ¿cuál es su situación?

-Ammmmm, mi… mi hijo ha desaparecido desde ayer. Es un buen muchacho – me apresuro a decir, si saber por qué -, él nunca se fugaría pero nadie me cree.




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