Mi pequeño bosque

Déjà vu

Jueves 1 de Octubre,

8:00 p.m.

Despierto y miro el reloj. Al parecer estaba más cansada de lo que pensé. Me levanto de la cama lentamente y me dirijo hacia la cocina pues tengo mucha sed; tomo un vaso y lo lleno hasta el tope con agua, me lo tomo de golpe y respiro hondo agradecida por no tener la boca reseca.

Volteo en todas direcciones en busca de una señal de que Baco estuvo aquí pero todo está igual a como lo dejé, sin notas, luces encendidas, vasos sucios o huellas de sus zapatos. Ya completamente despierta voy de nuevo hacia la habitación, tomo mi celular para revisar si tengo alguna llamada perdida o un mensaje nuevo pero no hay nada; decepcionada salgo de nuevo para recostarme en el sillón de la sala, enciendo la televisión (algo que no he hecho en mucho tiempo), paso fugazmente por todos los canales intentando sin éxito encontrar alguna película que me llame la atención; al final decido dejar el canal de noticias puesto.

-… con la búsqueda de los desaparecidos en Mendacium la policía dice tener algo de avance en la investigación, sin embargo piden a los ciudadanos reportar cualquier actividad sospechosa que pueda verse relacionado con el caso, puede ser de manera anónima y toda información es valiosa. Ahora pasemos al clima de hoy, vamos… -la conductora se queda callada de forma abrupta, lleva un dedo a su oído presionando lo que creo es un auricular, mira más allá de la cámara con expresión atónita – Nos acaban de informar una noticia de última hora pues hace unos minutos se encontró el cuerpo de un hombre en la zona sur de la ciudad – la fotografía de un hombre aparece en la esquina superior izquierda y mi corazón se detiene, siento que me falta la respiración y me levanto rápidamente del sillón provocando que el control remoto caiga al suelo -, no se ha identificado aún por lo que si alguien conoce la identidad vaya a la estación de policía – ese rostro, esos ojos estáticos y calmos que me vieron con horror, ese cabello peinado antes desaliñado… es el hombre del almacén.

Mi celular vibra y lo tomo con cuidado como si en cualquier momento pudiera arrancarme la mano de un mordisco, y en medio de la pantalla de bloqueo brilla un mensaje de Ike.

-Debemos hablar. Urgente.

8:15 p.m.

Abro la puerta y veo a Ike de pie frente a mí, entra rápido y cierra la puerta con fuerza; recorre la casa de arriba a abajo buscando tapar la ventanas pero se da cuenta de que eso ya lo he hecho yo mucho antes de siquiera saber que vendría, suspira y va a sentarse en la sala con la lámpara encendida sobre la mesilla.

-Linda casa – comenta volteando alrededor pero su tono es nervioso.

-Gracias – contesto de pie con los brazos cruzados sobre el pecho y recargada en el marco de la puerta. Todo queda sumido en el silencio mientras intento decidir si preguntar lo que quiero pues tal vez no me agrade la respuesta.

-No fui yo, Damara – contesta a la pregunta que solo hice en mi mente pero sin voltear a verme, en vez de eso mantiene la mirada baja frotándose los ojos con las palmas de sus manos.

-Lo sé – aunque hasta hace unos instantes dudaba pero su respuesta me relaja, me acerco a él y me siento a su lado. Su rodilla toca la mía.

-Lo liberé cuando terminé de interrogarlo, no tenía razones para contarle algo a sus superiores pues la traición se castiga con muerte así que no sé cómo se enteraron, siempre soy precavido por lo que no sé qué demonios sucedió… - a pesar de que su rostro está cubierto puedo notar en su voz que verdaderamente está preocupado. Abro la boca para empezar a consolarlo pero la cierro de inmediato pues no hay nada que decir – Lo único que sé es que fue su pandilla.

-¿Cómo estás tan seguro?

-Porque fui a la escena del crimen cuando acababan de descubrir el cuerpo. Tengo un contacto que es agente de policía y me llamó en cuanto se enteró… sus labios estaban cosidos pero cuando hicieron la autopsia hace unos minutos descubrieron que le habían cortado la lengua… es el castigo para los delatores – y es hasta este momento cuando me doy cuenta de lo que significa: le dio información a Ike o al menos la suficiente como para que pensaran que merecía la muerte.

-¿Te dijo algo? – pregunto con suavidad.

-Sí, pero no te ilusiones mucho, tal vez sea mentira o una verdad a medias – dice decepcionado –, solo mencionó a un grupo que se dedica a la trata de personas. Les llaman “Corazones Latientes” y tal vez tengan algo que ver con todo esto – trago en seco por el miedo que me provoca el siquiera pensar que mi hijo pueda estar retenido por una red de trata y no me quiero ni imaginar el porqué del nombre -. Me dio un nombre que espero confirmar pronto…

-¿Y cuál es? – intento no sonar tan exasperada.

-Huli Dardovar.

9:40 p.m.

El auto de Baco se estaciona en su lugar de siempre, baja del auto y viene directo hacia la puerta que ya abrí para él. Veo sobre mi hombro para asegurarme que no haya indicios de que Ike estuvo aquí.

-Hola, cariño – dice Baco al pasar a mi lado mientras me da un beso en la coronilla.

-Hola – contesto -, ¿cómo te ha ido?

-Bien, fue un día duro y aún hay muchas cosas que solucionar en la oficina – deja su maletín tirado en el suelo justo al lado de la puerta y se desajusta la corbata con aire de cansancio.




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