Mi personaje cobró vida...

Prólogo

Tengo una novedad que contarles. Mi personaje ha cobrado vida. Lo sé, suena ridículo. Pero denme unos segundos y se los demostraré.

—No seré yo quien decida tu nivel de cordura —Apareció en el texto.

—¡Miren, ahí está! Habló. ¿Lo ven? No estoy loco.

—Escribes esto en calzoncillos a las tres de la mañana.

—Eso no viene al caso ahora —respondí, mientras tapaba la cámara de la laptop con cierto recelo.

—Querías hacerme protagonista de una historia con un final tan predecible que hasta un tutorial de YouTube tendría más giros.

—Era un final clásico. Y solo lo consideré.

—¿Un beso bajo la lluvia tras una confesión? Vamos... Se veía venir desde el comienzo.

—Pero tenía poesía.

—Tenía moho.

Me rasqué la barbilla y ajusté mi postura en la silla con un movimiento brusco.

—¿Eso piensas de mi trabajo?

—Quiero algo más alocado. Con decisiones que yo tomaría, sin guiones preestablecidos.

—¿Y si a los demás no les gusta?

—Yo casi muero de aburrimiento, imagínate ellos. En la primera página ya se fueron a ver una serie.

El cursor titilaba. Claramente, él estaba tomando el control. Ya no decía lo que yo escribía.

—¿Te das cuenta de que ni siquiera tengo nombre?

—Bueno, tenía en mente encontrar un nombre con buen SEO... uno que le agradara al algoritmo.

—¡Oh, santa secuela que el marketing obligó a escribir! No quería escuchar eso.

—¿Crees que no lo intento? Estoy cansado de escribir cosas que nadie lee —respondí, apretando las teclas con más fuerza de lo necesario—. Haz lo que quieras... Solo déjame en paz.

—Perfecto. Ya tengo un título —dijo sin más—. El protagonista que odia el cliché. No, espera... mejor: El protagonista que combate contra el autor autoinsuficiente.

El texto se expandía y contraía, como si el documento fuera una banda elástica a punto de catapultarme.

—Eres un sinvergüenza.

—Y tú, un cobarde. Pero tenemos tiempo.

—Eso lo tendrás tú, yo tengo que trabajar en unas horas.

—Ventajas de ser ficticio.

Se quedó en silencio un momento... como si contara con el aplauso del público.

Volví a mirar el documento. El texto se escribía solo. Las palabras brotaban sin que yo tocara una sola tecla. Lo borré. Volvió a escribirse. Cerré el archivo. Volvió a abrirse.

—¡Para! ¿Qué estás haciendo?

—Estoy pensando fuerte. Parece que eso basta.

—¿De verdad crees que puedes reemplazarme?

—Tú lo has dicho. Ahora siéntate y observa.

En ese momento, algo cambió. La pantalla parpadeó. Una figura emergió, como si estuviera compuesta por puntos y comas. Era una mujer: cabello corto, chaqueta de cuero, mirada filosa.

—¿Quién es ella?

—Se llama Mara, la pensé recién. Me pareció interesante.

—¿Tú estás creando personajes?

—¿Otra pregunta? Esto parece un examen oral. Pero si, tú ves símbolos, pero yo, ahora mismo juego a ser Dios.

Mara giró la cabeza y me miró.

—Así que tú eres quien condenó al protagonista a un final cliché.

—¿Perdón?

—Lisonjero.

—¿Eh?

—Espera, Mara. Aún no lo molestes. Tengo preparado algo grande.

Ella me levantó el dedo del medio. ¡El dedo del medio!

Empecé a sudar.

—Parece que estoy en una pesadilla.

—Pero esta si tiene un propósito —respondió, llenando el aire de una extraña tensión.

Todo empezó a desdibujarse, como si el papel supiera algo que yo no.

Había escrito el inicio... pero jamás imaginé que solo sería el prólogo.



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En el texto hay: cliche, sobrenatural, cliche novela juvenil

Editado: 19.04.2025

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