El volante se sentía cálido bajo mis dedos, pero nada comparado al calorcito suave de su mano entrelazada con la mía. Habíamos dejado la playa hacía una hora, pero aún podía sentir la sal en su piel, el aroma a brisa marina en su cabello. No quería que ese viaje terminara. No quería que ese nosotros tan nuevo, tan perfecto, volviera a esconderse en la rutina de la ciudad.
Miré de reojo a Siriporn. Mi conejito. Tenía la cabeza apoyada contra la ventana, los labios relajados, la mirada fija en el horizonte como si aún estuviera escuchando el sonido de las olas. Tenía ese aire melancólico que a veces le salía sin avisar. Y aunque era bello incluso así, no podía permitir que ese silencio le pesara.
"¿Estás cansado, conejito?", pregunté suavemente, acariciando el dorso de su mano con el pulgar.
Negó sin mirarme.
"No mucho... Solo estoy pensando"
Pensar. Eso me preocupaba. Bunny era como una caja cerrada con un candado invisible; a veces me dejaba mirar dentro, pero otras solo me tocaba adivinar. Yo quería tener la llave. Quería que nunca más se sintiera solo en su cabeza.
"¿En qué piensas?", pregunté. Y para alivianar el ambiente, solté una pequeña broma—. "¿En lo bien que te ves cuando estás mojado? Porque yo no he podido dejar de pensar en eso"
Lo vi llevarse la mano a la cara y sonreí por dentro. No había nada más lindo que verlo apenado. Era como un regalo que solo yo podía abrir.
"No digas esas cosas mientras manejas… podrías chocar por distraído" , murmuró él, todo tímido.
Mi risa fue automática. Qué delicia provocarlo.
"Me arriesgaría a estrellarme si es por verte sonrojarte así. Pero tranquilo, conduzco como piloto profesional... aunque me distraes más que cualquier curva peligrosa"
Volvió el silencio, pero no era incómodo. Era de esos silencios que se sentían como una cobija suave, donde los pensamientos se acomodan tranquilos. Seguí manejando, con su mano en la mía, como si el mundo fuera solo eso: una autopista, un atardecer, y él. Todo lo demás, ruido de fondo.
"Fue bonito... ¿no?", me dijo, con esa vocecita suya que siempre me ablanda el pecho—. "Estar allá contigo. Sentí como si... todo fuera más fácil"
Solté un suspiro que ni sabía que tenía guardado. Me bastó con llevar su mano a mis labios y besarla.
No hacía falta decirle que todo era más fácil con él. Que con él respiraba mejor. Que me reía más. Que incluso el silencio se sentía como hogar. Él ya lo sabía. Porque cuando uno ama de verdad, lo siente todo, incluso lo que no se dice.
El paisaje fue cambiando, y las luces de Bangkok empezaron a asomarse a lo lejos. Y mientras el cielo se oscurecía, yo no podía dejar de pensar: ya no éramos los mismos que se fueron a la playa. Volvíamos diferentes. Volvíamos siendo nosotros.
"¿Quieres dormir en mi casa esta noche?" , le pregunté, con una sonrisa que no pude controlar—. "O bueno, en nuestra casa. Puedes ir eligiendo tu habitación… aunque espero que quieras compartir la mía"
Me miró con esos ojos que siempre me hacen perder el equilibrio, y su sonrisa fue tan suave que dolía.
"¿Y si no quiero salir nunca más de tu cuarto?, de todas formas nunca me dejarias dormir en otro lado"
Oh, Bunny. Qué pregunta más peligrosa.
"Entonces te encierro ahí conmigo para siempre" , respondí, medio en broma, medio en serio. Porque sí, lo haría. No me importaría si el mundo entero se apagara mientras él estuviera ahí, conmigo, enredado en mis sábanas, en mi piel, en mi vida.
Reímos juntos, y ese sonido fue el broche perfecto del viaje. Un viaje que había comenzado con mar y arena, y que ahora terminaba con promesas invisibles flotando entre nosotros.
Lo miré una vez más, y me prometí algo sin palabras: Voy a hacerte feliz, conejito. Aunque tenga que regalarte el mundo entero para lograrlo.
Apenas crucé la puerta del penthouse, todavía con las maletas en la mano, bunny entró detrás de mí como una sombra suave y familiar. Cerré con el pie y dejé el equipaje a un lado. El silencio del departamento me pareció cómodo, cálido. Iba a sugerirle que nos ducháramos juntos, como excusa poco disimulada para abrazarlo bajo el agua, cuando el timbre sonó con una urgencia sospechosa.
Fruncí el ceño. Siri me miró, curioso.
"¿Esperas a alguien?"
"No. Solo a ti" , Le guiñé un ojo, y él sonrió tímido, pero supe que me estaba leyendo la mente.
Caminé hasta la puerta y la abrí... solo para recibir de inmediato una caja de cervezas en los brazos.
"¡Felicidades, maldito romántico empalagoso!", gritó Lee, con su eterna sonrisa y el cabello desordenado por el viento. Detrás de él venía Pim, cargando una bolsa enorme con carne, verduras y salsas.
"¿Qué haces aquí tan temprano?" , gruñí, aunque no podía evitar sonreír.
"Temprano, phi ya es de noche" , respondió Pim, empujándome para entrar—. "¿O creías que podías hacerte novio de mi mejor amigo y no íbamos a celebrar?"
"Yo soy el mejor amigo de Siri" , solté de inmediato, lanzándole una mirada a Pa, que acababa de aparecer con Yin.
"Mentira, tú eres su novio. El mejor amigo soy yo", Pa levantó la barbilla con aire desafiante, mientras Yin lo abrazaba por los hombros con una sonrisa, para luego entrar.
"¿No podemos simplemente saludarnos sin competencia de territorio? " , dijo Yin, ya sacando platos como si viviera aquí.
"¡No!", respondimos Pa y yo al mismo tiempo. Bunny rodó los ojos y fue a saludar tranquilamente a los muchachos. Esos dos siempre se entendieron sin hablar mucho.
Lee, mientras tanto, ya estaba encendiendo el balcón para armar la parrillada, como si fuera el dueño del departamento. Pim lo miraba con esa mezcla de exasperación y cariño que le reservaba solo a él.
"¿Trajiste todo lo que te pedí, o solo viniste a molestar?" , le preguntó ella, cruzada de brazos.
"Traje carne, carbón, y esta sonrisa irresistible" , respondió él, lanzándole un guiño.
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hay amor, hay mucho temor y amor, hay peleas y mucho drama y romanse
Editado: 10.06.2025