Mi Primer Amor (parte dos)

Capítulo Seis: La boda de mi hermano

Sé que no he olvidado al hombre que me hizo experimentar millones de sentimientos y soy consciente que en estos años he cambiado lo suficiente para no caer nuevamente en sus juegos, estoy cansada de llorar todas las noches por él, también sé que todo fue mi culpa por irme y no afrontar los problemas para escaparme de ellos. Tal vez el ejemplo que daba mi padre, me hacía creer que todos los hombres eran iguales y por eso no confiaba en ellos. Pero si confiaba en mi mejor amigo y por eso me hacía dudar de mis creencias.

—¡Vamos Anne, que llegamos tarde! —gritó mi mamá desde la sala, mientras me encontraba en mi habitación dándome los últimos retoques para la boda. Habían pasado dos meses desde que fui al centro comercial con mis amigos; Angie seguía celosa que su amigo viviera conmigo, pero ya no lo demostraba tanto y Lucas aún no hacía las paces con su padre, pero sí, logró conseguir trabajo en un bar en el cual con su novia íbamos a visitarlo los sábados.

—¡Voy! — Exclamé terminando de vestirme con el vestido blanco bordado con piedras de coral que llegaban hasta el tajo izquierdo que alcanzaba hasta la parte de los pies. Ese lo habíamos elegido con mi amiga, me introduje un poco de perfume en la nuca y bajé a la sala.

—¡Qué hermosa que estás hija! —me alagó mamá.

—¡Tú también mamá! —aseguré al verla con un vestido negro estilo hombro spandex sirena con ranura. —¡Wau y que lindo está mi amigo! —giré al ver que bajaba de la escalera con un esmoquin y zapatos negros.

—Tú también, pero más mi novia—nos aduló mientras le daba un beso en la frente de mi amiga al llegar al final de los escalones. Angie vestía con un vestido muy elegante de gasa, color rosa magnético con pliegues, volantes y con abalorios en la parte de la falda.

Tomamos un taxi, ya que mi hermano no estaba más en casa con su auto y nos dirigimos hacia la iglesia en donde mi hermano se iba a casar. Al llegar nos sentamos en los primeros bancos y esperamos a que todos los invitados se acomoden; mi madre se despegó de nosotros y se fue a ver a mi hermano para luego entrar al altar con él. Mis ojos se desviaban por toda la habitación buscando enredarme con esos faroles azules, pero no pude ubicarlos.

Quería verlo, pero no encontrarlo. Porque lo amaba y aunque estemos distanciados su presencia iluminaba mi alma, pero al chocar su mirada me haría sentir como un rompecabezas. Sé que suena contradictorio, porque me duele, pero a la vez me hacía sentir calma.

La música que tocaba el pianista me sacó de mis pensamientos. Daba a entender que la novia estaba por desplazarse de la mano de su padre hasta el altar con su vestido hermoso y blanco. Mi hermano con su esmoquin y zapatos negros ya había llegado, nada más que me distraje con mi búsqueda de aquellos faroles azules. Antes que el sacerdote pudiera dar su misa, mamá ya se hallaba con las mejillas mojadas.

Al ver a mi hermano casarse, intentaba entender el amor. Las personas se casan porque se ama, pero ¿Cómo saben que van a durar para siempre? ¿Nunca pensaron que ese amor se pudiera acabar? Tal vez ese juramento es para los valientes, que se la juegan por alguien que no saben si van amar para siempre.

—Queridos hermanos— comenzó a decir el sacerdote— estamos aquí junto al altar, para que Dios garantice con su gracia vuestra voluntad de contraer matrimonio ante el ministro de la iglesia y la comunidad cristiana ahora reunida…

No obstante, y siguiendo dando vuelta al asunto, estoy enamorada más de dos años de la misma persona, entonces me hace dudar hasta donde uno puede amar. Esto del amor, me parece algo complicado de entender.

Muchas dudas se me venían a la mente mientras mi hermano y su novia o ya casi esposa daban sus votos. Al finalizar la ceremonia, se dieron un beso como de costumbre en estos eventos y se desplazaron de la mano hasta la salida de la iglesia. Mamá empezó a saludar a toda la familia de la novia y a una parte de la mía, ya que solo habían asistido mis abuelos. Por supuesto que papá no vendría, ni siquiera sé si se enteró de este acontecimiento porque conozco a Matías y sé que no iba a querer que él estuviera aquí.

—¿A quién buscas? —giré a ver que Angie se dislocaba su cuello en busca alguien. El salón de fiestas se encontraba a la vuelta de la iglesia, por ende, solo caminamos hasta el lugar para celebrar.

—Tengo una sorpresa para ti— sonrió luego de su respuesta. Se me pasaron millones de cosas por la mente y más cuando mi amiga buscaba entre la gente a una persona. Sentí que tocaron mi hombro.

—¡No, lo, puedo, creer! — titubee al darme vuelta para ver de quien se trataba—¡Juli! —ambas nos abrazamos al reencontrarnos— ¿Cómo es que estas aquí? — sé que intentaba decirme algo, ya que realizaba movimientos con sus labios, pero no salía ningún sonido.

—Es— suspiró al agachar su cabeza— algo difícil de explicar— terminó de hablar. Eric el amigo de mi hermano, se acercó a nosotras para saludarnos. Aunque, solo me saludó a mí.

—Nena, estaré con mis amigos—dijo a su oído, pero logré escucharlo. Mi ceño se frunció al verlos muy apegados.

—¿De qué me perdí? —interrogué después de sentarnos en una de las mesas asignadas. Lo único que odiaba de estos eventos que entregan tarde la comida y me moría de hambre. Mi amiga me aseguró que me lo contaría luego, porque no quería hablar de eso en estos momentos y que además era una historia larga por contar— bien, pero me cuentas todo—suspiré y ella asintió.




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