— ¡Mamá, ya me voy!
— ¡¿Llevas las frutas que compré?!
Me detengo en el umbral y hago una mueca, regreso a la cocina de puntillas y tomo la bolsa del supermercado con las frutas que mi madre compró esta mañana.
— ¡Claro que sí, te llamaré cuando esté allá!
— ¡Ten cuidado y saluda a Derek de mi parte!
Salgo de mi casa a toda prisa con mi enorme mochila sobre la espalda, monto mi bicicleta y pedaleo por las calles de mi vecindario admirando los coloridos jardines de cada una de las casas de los vecinos. El sol quema fuertemente en la cúspide del cielo azul intenso, la brisa fresca se cuela bajo mi camisa holgada de los Yankees y sopla contra mi rostro cubierto por el sudor. Pedaleo con más ánimo hasta divisar aquella casa blanco hueso con la reja de color azul, las flores veraneras allí reventaban como una granada madura bajo los ardientes rayos y el viejo árbol de roble deslumbraba con su copa de espuma color jade.
Aparco mi vehículo contra la reja y entro con la respiración agitada a paso rápido hasta la llave de la manguera del jardín de la cual bebo agua fresca hasta haberme saciado por completo, limpio los restos con la manga de mi camisa y subo hasta el porche para tocar la puerta.
Usualmente visito a mi mejor amigo, Derek, juntos montamos nuestras bicicletas y recorremos todo el vecindario por las tardes, aveces ayudamos a los vecinos con encagos o visitamos a el viejo Sam, quien nos regala Coca-Cola luego de limpiar su ático y capturar los ratones que invaden su casa. Derek me acompaña a cualquier aventura, pero hoy ha pescado un resfriado y no puede salir conmigo.
La puerta se abre y un chico alto vestido de negro por completo con una perforación en su oreja izquierda es quien me mira con desinterés, se trata de Boby, el hermano emo de Derek, o como las señoras de la parroquia le llaman: el hijo de lucifer, un nombre que le fue otorgado luego de verle enterrar una oveja negra en el patio trasero como ofrenda al señor del infierno. La verdad es que se trataba de su mascota más querida, de nombre Rita, quien murió por comer demasiada crema de maní.
— ¿Qué quieres, mocoso? —pregunta con la voz desinteresada y de un tono bajo, casi lúgubre.
— Vengo a visitar a Derek —informo sonriente y me apresuro a sacar las frutas de mi mochila— mamá envía esto.
Toma la bolsa y me hace una señal para que entre, al estar dentro noto que hay una chica con él que viste también con los mismos tonos oscuros y en su cabello se refleja una completa paleta colores exóticos, ella me mira de arriba a abajo y luego se gira a ver a Boby.
— Es el amigo de Derek —informa ante la mirada inquisitiva de la chica, luego voltea a verme— Está en su habitación.
Asiento y subo las escaleras corriendo hasta llegar a la puerta de color verde que sé que es de Derek, la abro con cuidado y asomo mi rostro por el umbral.
Frunzo mis labios al verle tendido en su cama con los labios entreabiertos y su frente perlada por el sudor. Me dijeron que no se trataba de nada grave, pero empiezo a dudarlo. Entro sigiloso y abro la ventana para que el fresco aire apacigüe su calor, luego tomo asiento al borde de su cama y extiendo mi mano para tocar su mejilla hasta que abre sus ojos color tormenta y me mira.
— Pensé que habías muerto —bromeo, apartándo mi mano.
Sonríe y se saca las sábanas para poder incorporarse en el colchón con cierta dificultad.
— Sólo es una fiebre, si no morí cuando me arrojaste del techo de tu casa, no moriré por un tonto virus común.
— ¡Hey! —me quejo— Tú te arrojaste solo.
Suelta una risada.
— Como si yo hubiese querido romperme un brazo contra el suelo de tu jardín.
Chasqueo la lengua y le escucho reír suavemente.
— Pensé que habías ido con los chicos al bosque —menciona— ¿Por qué no fuiste?
— Porque tú estás aquí, claro.
— Te llevas bien con los demás, deberías haber ido a divertirte un poco.
— No quiero ir sin ti.
— Pero...
— ¡Oh, cállate. Si decido ir o no es mi problema! Además deberías estar agradecido que haya venido y te honre con mi maravillosa presencia —me mofo.
Suelta una carcajada y me despeina el cabello.
— Pescarás mi resfriado y luego llorarás como nenita.
Le miro indignado.
— ¡¿Cuándo yo he...?!
— Cuando te picó una abeja, se te cayó un diente, perdiste tu centavo mágico, te tropezaste con una roca, te cayó un poco de sal en el ojo, Boby puso una araña falsa en tu hombro, Jonh dijo que parecías chica, Luisa te dijo mocoso feo, la libélula...
— ¡Ya me ha quedado claro, gracias! —exclamo con las mejillas sonrojadas mientras se ríe— Ya, cambiando de tema, ¿Quién es la chica de allá abajo?
Frunce el ceño, pero luego parece entender a quien me refiero.
— Su nombre es Margot, es la novia de Boby. Mis padres salieron a la casa de mis tíos por dos días y la ha traído.
Frunzo el ceño.
— ¿Por qué la ha traído cuando tus padres no están?
Me mira de soslayo y sonríe.
— Así ellos nos los molestarán cuando jueguen en su cuarto.
Se levanta de la cama con cansancio y camina hacia el baño, frunzo aún más el ceño y le llamo antes de que entre.
— ¿Jugar qué?
Sonríe con algo que no pude comprender.
— Al Monopolio.
Terminado de decir eso entra al baño, dejándome con más preguntas luego de su respuesta.