Mi Primer Y Único Amor, Un Amor Prohibido.

Capítulo 4

Mi primer y único amor un amor prohibido 💕 

Capítulo 4  

Estaba aburrida de ver a mi tía llorar todo el camino, después de unas horas por fin llegamos, todos se bajaron del carro la ultima en hacerlo fui yo, me quedé parada al lado del carro miré hacia la sala ahí estaba el féretro era de color negro, todos se acercaron a saludar menos yo, mi tío Rafael se acercó a saludarme tras él mis primas y Juan, me saludaron muy amablemente, yo pensaba que todo el que se acercaba  a mi  lo hacía por lastima, pero luego llegó el chico de los ojos hermosos, sentí que la respiración se me cortó cada que lo veía lo que sentía se hacía más grande, aunque no conocía de amores sabía que lo que sentía aquí dentro no era normal, no era un cariño de primos como tenía que ser, era consiente que lo que sentía estaba prohibido mucho más porque no haría nada para llevarle  la contraria a mi papá menos dañaría la confianza que ellos me tienen, imagino que Santiago tampoco haría  nada que le llevara la contraria a sus padres pues eran una familia muy unida y de muy buenos principios morales.


Lo que sentía estaba prohibido, tenía que sacar lo que sentía de mi corazón no era correcto, por eso trate de no pensar en eso, sentí su abrazo y un beso en mi mejilla con  una sonrisa hermosa.

—Santiago: Hola prima ¿Por qué tan sola?  


—Diana: Hola, digamos que no me gustan los funerales—sonreí, correspondí a su abrazo.


—Santiago: Que bueno tenerte aquí, ven entremos—me tomo de la mano.

Caminé, sentí que el corazón se saldría de mi pecho, cabe decir que a esa edad mi cuerpo ya empezaba a formarse,  mis pechos empezaban a salir, diría que eran un poco grandes para mi edad, me senté al lado de todos mis primos todos muy atentos y amables, imagino lo hacían porque sus padres les platicaron que yo era diferente con una autoestima muy baja .  


Todos lloraban por la partida de mi abuelo hasta Juliana y Saúl pues mi tía los hacia llorar, en una ocasión mi tía me tomó de los brazos.

—Tía: Llora nana—me dio un pequeño sacudión—,no es bueno guardarse el dolor. 

—Diana: El cariño no se exige, se gana—fríamente respondí—,no me nace llorar, no siento nada.

Salí de esa habitación me senté en una silla, era casi media noche, todos ya habían visto el cuerpo de mi abuelo incluso Ana, me preguntó si yo no pensaba verlo para despedirme, le dije que no, luego a los minutos llegó mi mamá prácticamente me obligo, me llevó casi arrastras al lado del féretro según ella para que me despidiera, recuerdo muy bien ese momento mi abuelo quedó muy delgado casi en los huesos, yo lo miraba no sentí nada, me quedé parada con la mirada perdida, luego me aleje.


Cuando estábamos en la misa ya estaban a punto de llevarse su cuerpo fue un momento muy emotivo y difícil para todos, mis tíos y tías incluyendo a mi madre se aferraron del féretro,   todos lloraban mi papá se alejó también se conmovió, recuerdo que me recosté en una de las torres de la iglesia a contemplar como todos lloraban menos yo, ¿será que no tengo sentimientos cómo dice mi madre?  alguien me sacó de mis pensamientos, se recostó a mi lado.


—Santiago: Todos lloran menos tú— mantenía la mirada fija con sus ojos bellos  cristalizados.


Para él imagino fue muy duro pues mi abuelo vivía con ellos eran muy cercanos, lo miré directo a los ojos por primera vez sostenía la mirada fija a sus ojos.

—Diana: La verdad no me nace llorar.  

—Santiago: Mi primita no tiene corazón—Sonrió.

—Diana: Si lo tengo y late muy fuerte—sonreí—. Solo que para mi es como cualquier extraño, lo siento, se que es tu abuelo y te duele, pero para mi no era nadie.  


Se llevaron a mi abuelo, todos se fueron a una cafetería , yo me quedé en el atrio de la iglesia con la mejor compañía, el niño de los ojos hermosos, creo que era el primer acercamiento que tenía con él, platicamos mucho, teníamos muchas cosas en común, frutas, colores, música, en muchas cosas coincidíamos, me sentía también a su lado, aunque tenía muy claro que solo podía verlo como mi primo, su sonrisa era realmente hermosa y esa personalidad que tenía.

—Santiago: ¿Verde o roja?—Sonrió.


—Diana: Roja—sonreí  

—Santiago: Espérame aquí, no te muevas. 

Se fue, me quedé esperándolo ahí, suspirando como una tonta, se vale soñar por que eso era Santiago para mi, un sueño inalcanzable, minutos después regresó con una manzana grande y roja.


—Santiago: Para mi prima favorita— sonrió.

—Diana: Gracias—me sonroje—, ¡así que soy tu prima favorita!  

—Santiago: Claro que si, de todas mis primas eres la que más quiero.

—Diana: Pues tu también eres mi primo favorito—sonreí porque lo dije con doble sentido  

Pasé un momento  increíble con él, cuando llegó la hora de despedirme me abrazó, besó mi mejilla, estaba feliz por el momento que compartí a su lado, pero deseaba no volverlo a ver más, era lo mejor para mi, tenía que aprender a mirarlo como era debido, mi primo.  

 

Seguí con los  controles con el ortopedista, pues el dolor a veces aparecía por días, yo creía que jamás volvería a pasar,  cada mes me tocaba con un doctor diferente, unos decían que había que operar otros decían que no, si se pusieran de acuerdo tal vez la gente se moriría menos, el doctor me decía que tenía que tratar de continuar con mi vida, que ahora sería diferente, tendría que tener cuidado de una resbalada o una caída , me dijo que el dolor era normal al fin el cuerpo tenia que adaptarse a un cuerpo extraño, aumentaría mucho más en invierno  con el frío, cada que regresaba a mi casa de una cita llegaba más triste, no imaginan lo que era para mi caminar y de la nada tropezarme eso era el infierno un dolor terrible, tenía que aprender a vivir con eso.  

Quise continuar con mi vida, empecé con las labores del campo aunque mis papás no querían, les dije que si ellos decían que eran normal como las demás entonces que lo demostraran, trabajaba con mis primas en la huerta o cogiendo café. Pasó el tiempo cada vez era mas difícil acostumbrarse a vivir con ese dolor por tiempos estaba bien pero luego aparecía el dolor, cuando cumplí mis 14 años me salió la cita con un ortopedista en la ciudad para definir el día de mi cirugía, estaba feliz pues tenía la esperanza de por fin regresar a la normalidad.  


Viajamos a la ciudad entramos con él doctor, él revisó toda mi historia clínica, por la expresión de su rostro no parecían buenas noticias, llamó otros 4 ortopedistas en total cinco hablaban en voz baja, no entendía nada, ese día mi mundo se detuvo por unos minutos, nada volvió hacer como antes, el doctor le dijo a mi papá  que tenía que ser sincero, hasta mi papá se le cristalizaron los ojos, recuerdo perfecto esas palabras, sentí una presión en el pecho tan fuerte.

—Ortopedista: Estuvimos revisando la historia clínica de Diana, lo comentamos los cinco estamos de acuerdo con el diagnostico, seria martirizarla con otra cirugía porque nada cambiará, Diana,  al menos quedaste con algo de movilidad, con otra cirugía no se corregirá el daño que ya tienes, la columna está desviada por eso  la cadera derecha se descolgó y te quedó un pie más largo, como recomendación que utilices en el zapato izquierdo dos centímetros más de alto y plantillas, puedes mandarle a poner otro pedazo de suela al zapatos o si tiene como utilizar zapatos ortopédicos, eso te ayudará para que la cojera no se note tanto, la flexibilidad de tus caderas no regresará, debes cuidarte y no subir de peso porque se pueden desgastar tus caderas, con  el paso del tiempo lo harán y esta vez necesitarás una prótesis de cadera completa, aparte de eso tienes que tomar mucho calcio porque puedes empezar a sufrir osteoporosis, el dolor de las caderas aparecerá por tiempos con el paso de los años será peor, cuando eso pase te operaran para ponerte la prótesis, puedes continuar con tu vida normal ya no necesitas utilizar el bastón, te recomendamos nadar mucho eso funciona de terapia, mucho cuidado con una caída porque tus huesos podrían romperse como una porcelana.

Sentí que mi vida no tenía sentido, trague saliva para no llorar porque veía la tristeza de mi papá, mientras el médico me explicaba solo asentí  con una  sonrisa fingida, reía para no llorar, el doctor seguía hablando pero yo estaba como en otro mundo tratando de salir de mi realidad, ese día entendí que no quería vivir así, eso no era vida yo no lo soportaría, el doctor me entregó el certificado de discapacidad motora moderada con limitación para la marcha, con secuelas por deslizamiento epifisiario como resultado cojera permanente,  eso fue la muerte en vida para mí, me solté y caí al fondo del pozo oscuro donde tanto luché para no caer, pero no pude fue inevitable no caer a ese hueco sin salida.  


Mi mundo se destrozó delante de mis ojos, no pude hacer nada, ese día algo dentro de mí se murió para siempre, esa niña dulce llena de ilusiones se fue para siempre y llego una llena de miedos y complejos con una frialdad escondida tras una mascara, tenía muy claro que la vida no la quería así, tenía miles de pensamientos que no eran para nada buenos, salimos del consultorio yo seguía haciéndome la fuerte para no llorar.

—Papá: ¿Estás bien hija?—podía ver la tristeza en sus ojos.


—Diana: Si papá—sonreí forzadamente—,la vida sigue.

El me miró no muy convencido de mis palabras, cuando llegamos a mi casa fue peor toda la familia esperaba reunida con una gran sonrisa esperando la buen noticia, recuerdo que llegué directo a mi habitación no hablé con nadie ni siquiera con mis primos, todos me miraron y le preguntaban a mi papá, a todos les cambió la expresión cuando mi papá les contó lo que el doctor nos dijo.




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