Al regresar a clases el miércoles, se encontró con la maravillosa noticia que tanto había esperado desde las elecciones escolares: su aire acondicionado ya estaba instalado y funcionado a la perfección. Ubicado en la parte central de la pared al fondo del salón, sería una de las privilegiadas en recibir todo el frescor directo de aquel aparato. Se sentía tan bien que después de no querer regresar a clases por la actitud de sus compañeros, ahora no quería salir de allí. En su casa aun no compraban ese maravilloso aparato, por lo que quería aprovechar al máximo el tener uno solo para ellos.
Durante los recesos fingía salir del salón y cuando nadie la veía regresaba a encerrarse, se la pasaba el rato dibujando o leyendo con tranquilidad en la soledad y frescura de aquellas cuatro paredes. Toda una semana transcurrió, hicieron otro gran evento con la comunidad yéndoles igual de bien en las ganancias, tanto así que lograron completar todos los equipos que necesitaban en tan solo un mes. Además, obtuvieron ayudas externas. La misma empresa que les vendía los quipos les hizo un gran descuento por ser una escuela y comprar tantos equipos en su local.
De todas formas, su felicidad nunca era eterna. La permanencia de los estudiantes en los salones estaba prohibida durante los recesos, por lo que en algunas ocasiones se veía obligada a esconderse detrás del escritorio para no ser descubierta. Había funcionado a la perfección hasta que un día, sin esperarlo y sin darse cuenta, un profesor la descubrió cómoda en su asiento leyendo manga.
—Señorita Nosborn —riñó el profesor sorprendiéndola— no debería estar aquí.
—Profe… es que…
—Fuera —interrumpió tajante el profesor.
—Pero profe…
—Fuera dije —volvió a interrumpir con mayor firmeza.
—Hace demasiado calor afuera y… —decía Naomi con convicción— la diferencia de temperaturas podría resfriarme.
—No exagere, señorita Nosborn —replicó el profesor rodando los ojos— las reglas son para todos, para fuera.
A regañadientes se vio obligada a salir, viendo como cerraban la reja del pabellón académico. Sin más nada que hacer, se dirigió con pesadez hasta su lugar de siempre.
—Te gustó el aire, ¿No? —dijo divertido Elías llegando a su lado— casi ni se te ve por fuera desde que lo instalaron.
—Prefiero mil veces el frio que el calor —comentó Naomi— me fastidia, así como tú ahora mismo. ¿Podrías dejarme sola?
—¿Te fastidio? —indagó entre risas.
—Aparte de fastidioso, sordo —dijo con sarcasmo.
—¿Qué dijiste? —expresó Elías alzando un poco la voz.
Su gesto y palabras le causaron mucha risa, estallando en sonoras carcajadas. Había alzado la voz como si de verdad no escuchara, reafirmando ese hecho rodeando su oreja con la mano y acercándose a ella como quien oirá un secreto susurrado.
—Ah, pero te ríes —exclamó Elías con satisfacción.
—Tampoco soy un robot, ¿Sabes? —replicó Naomi aun entre risas.
—Y una muy linda risa —continuó este con una mirada dulce y una amplia sonrisa en su rostro.
—Si, si ya… Gracias —Naomi, con gesto serio, se apresuró a medio empujarlo para conducirlo en dirección contraria a la de ella— muy buena charla, pero no se va a repetir. Bye.
Se alejó a paso decidido sin poder quitarse esa sonrisa del rostro, tampoco iba a permitir que su causante se diera cuenta de ello, le daría más pie para seguir insistiendo y no estaba dispuesta a dejar que sucediera. El timbre del inicio de clases resonó lejos e insistente, devolviendo sus pasos rumbo al aula de clases. El sudor de su espalda le fastidiaba, pero sintió el frio alivio al entrar al aire acondicionado.
Elías seguía observándola desde su asiento mientras ella trataba de disimular centrando su atención en otra cosa, su manga, por ejemplo. La sensación de incomodidad había sido transformada en nervios hace poco tiempo, su sola presencia le causaba un cosquilleo en su cuerpo que no sabía identificar.
—Buenos días jóvenes, hoy empezamos nuevo tema y va entrar en los próximos exámenes —anunciaba el profesor— así que presten mucha atención.
La clase transcurrió con completa normalidad, el profesor hablaba sin parar explicando diversos procesos de respiración celular. Sin embargo, a Naomi se le dificultaba concentrarse de lleno y como quería en dicha explicación. No entendía el porqué de ello, era como si un cansancio pesado hubiese caído sobre su cuerpo agotando la mayor parte de su energía. No tenía sueño, pero si se le dificultaba centrarse.
El timbre volvió a sonar sorprendiéndola, el cambio de hora había llegado sin ella haber sentido el tiempo pasar. Salieron rumbo a las canchas bajo el sol y el calor de la media mañana, el más fuerte del día. Se sentía lenta, pesada y fastidiada. La hora de deporte, a pesar de las condiciones climáticas, era una de sus favoritas por sobre las demás asignaturas. Allí podría liberar toda la energía que se le acumulaba al no usar de forma regular sus habilidades, al estar en medio de una ciudad se le hacía de verdad complicado y no hubo forma de hallar un lugar alejado y solitario para eso.
Sin embargo, no pudo disfrutar de esta en las condiciones que se encontraba. Una picazón en su garganta la comenzó a molestar y la respiración se le dificultaba, deteniéndose a medio correr para tratar de respirar y toser.