Mi primera ilusión || Precuela Saga Mestiza

9. DE REGRESO A CLASES

Al amanecer de ese mismo día ya se sentía mucho mejor, la fiebre ya solo era un recuerdo lejano, la congestión nasal había desaparecido y solo quedaba un poco de tos seca. Sin embargo, Nilsa no se quiso arriesgar al mandarla a la escuela y que recayera estando en medio de la clase. Continuo con el tratamiento dándole el jarabe, pero esta vez si podía arriesgarse a que comiera algo más sólido, un caldo de pollo era todo lo que necesitaba después de dos días sin probar bocado.

A las cinco de la tarde Naomi se sentía como nueva, llena de hambre y con ganas de correr mil kilómetros, pero sin ningún tipo de malestar.

—¿Te sientes bien para ir mañana a clases? —indagó Félix con dulzura.

—Si, ya estoy mucho mejor —contestó con una gran sonrisa en su rostro— gracias papi, mamá me cuido muy bien.

—Toda la vida cariño —añadió Nilsa con un beso en su frente.

Esa tarde cenaron como solían hacerlo, charlando y riendo mientras se hacían bullying unos a otros.

La alarma la despertó para alistarse y regresar a clases, ya había perdido dos días y no quería atrasarse más de la cuenta. Mientras se duchaba maquinaba la forma de recuperar el tiempo perdido, tal vez pedirle a alguien los apuntes de esos dos días ayudaría a ponerse al corriente. ¿Pero a quién? Desventaja número uno de su propio comportamiento, nadie querría ayudarla.

Nadie excepto una sola persona, Elías.

—Por supuesto que no —murmuró para sí misma mientras se dirigía al salón de clases—, debe haber otra manera.

Sentada en su asiento se dispuso a observar con detenimiento los rostros que seguían llegando, algunos centraban por momentos su atención en ella, efectos de haber estado ausente por tanto tiempo. Por lo general trataba de no faltar a clases por esa misma razón, se sentía mal al hacerlo sabiendo que era hipócrita de su parte.

Durante las elecciones y ferias escolares que hicieron hace un mes, tuvo bastantes acercamientos con sus compañeros ayudando en todo lo que podía. Sin embargo, sabía que eso no era suficiente como para pedir un favor así no más. Además, desde esos días no la habían molestado y los murmullos sobre ella dejaron de escucharse, pero aún la miraban entre veces con algo de fastidio.

—Es solo un cuaderno, deja la pendejada Naomi —se dijo entre susurros.

—Hola Naomi, ¿Cómo estás? —preguntó Elías a su lado con una gran sonrisa— ¿Te sientes mejor?

—Sí, estoy mejor, gracias —contestó en tono monótono sin mirarlo a la cara.

—¿Por qué eres tan gruñona? —indagó en tono burlón.

—No soy gruñona —replicó indignada mirándolo con el ceño fruncido—, tú eres el fastidioso.

—Acepto que soy fastidioso —anunció con una sonrisa ladeada—, pero tú también debes aceptarlo, tienes mal carácter.

—Primero, eso no te importa en absoluto…

—¿Ya ves que sí? —interrumpió con una suave risa.

—Cállate —exigió Naomi—, y segundo, si tengo mal carácter, ¿por qué sigues molestando?

Su rostro sonriente la miraba con gesto pensativo, ladeando la cabeza y ampliando su sonrisa mientras en sus ojos resplandecía un brillo de picardía que la ponía nerviosa.

—Me gusta tu mal carácter —dijo al final—, te ves tierna refunfuñando como loca.

—¿Qué?... Yo no… —balbuceaba nerviosa— eso no es cierto.

—Sí lo es —comentó entre risas alejándose con lentitud.

Con expresión de extrema confusión, permaneció por un largo minuto observando con detenimiento el rostro risueño de su compañero, siendo interrumpida por la entrada del maestro.

—Jóvenes, buenos días —saludó el profesor con un suspiro—, saquen una hoja.

El silencio reinó por un par de segundos, nadie se movía y ni siquiera respiraban. El impacto por tal noticia los había dejado sin habla, sobre todo a Naomi quien no había estado justo y preciso en esa clase. Estaba por completo en blanco. Con horror, los murmullos y replicas fueron aumentando poco a poco en volumen e insistencia.

—No se preocupen, es solo un pequeño quiz sobre la clase pasada —explicó tratando de apaciguar a sus alumnos—, pueden hacerlo en parejas, pero sin formar desorden.

Con resignación y un poco de alivio, fueron buscando en silencio el camino hacia sus parejas de trabajo, todos menos Naomi. Ella seguía petrificada en su lugar, mirando sin siquiera pestañear si podía pegarse a alguien que se apiadara de su situación, pero no fue necesario esperar mucho, la ayuda llego sin ser llamada, como siempre lo hacía.

—¿Preparada, compañera? —indagó Elías acomodándose junto a ella con gesto triunfante y una amplia sonrisa en su rostro.

—¿Tengo de otra? —replicó entornando los ojos.

—Por supuesto que no —contestó entre suaves risas.

Con un suspiro de resignación se dejó llevar por el instinto de supervivencia académica, recibieron el examen de mano del profesor e iniciaron su labor.

—Esto no es muy complicado así que te lo puedo explicar… —anunció Elías sonriente— durante el receso.

—No te aproveches —amenazó para luego obligarlo a centrarse en lo importante.




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