Mi primera ilusión || Precuela Saga Mestiza

11. CIENTO TREINTA Y CINCO VECES

Para Naomi, ese día había sido algo diferente a lo que por lo general sucedía en su cumpleaños, pero no por ello era desagradable. Fue todo lo contrario, uno de los mejores momentos que ha tenido en su corta vida. Por lo general ese día se resumía en algunos regalos por parte de sus padres, su comida favorita a la hora de la cena y tal vez un paseo a algún lugar turístico de la ciudad o pueblo donde estén residiendo.

Estaba agradecida, por supuesto que sí. Le conmovió ese pequeño gesto aún sin merecerlo, en especial después de todo lo que ha sucedido entre ellos. Sin embargo, las cosas eran aún más preocupantes de lo que pensó. Era más que obvio que Elías se estaba haciendo ideas equivocadas respecto a ella, y esperaba de verdad que con aquella confesión abra los ojos. Debía hacer que desistiera de esa idea tan absurda de ser amigos.

—Solo quiero saber porque me rechazabas tanto, ¿Por qué siempre quieres estar sola?

—Porque así es mejor, a final de año nos mudaremos, por lo que veo innecesario relacionarme para después dejarlo todo tirado.

—No estás hablando en serio, ¿Verdad?

—Ojalá.

Podía ver reflejado el dolor a través de sus ojos y la incredulidad ante sus palabras. Se avecinaba una avalancha de preguntas y quejas.

—Pero… —titubeaba— pero si recién llegaron. ¿Cómo pueden irse?

—Es más fácil de lo que crees —una risa amarga broto de sus labios— lo hacemos todos los años, lo tenemos como una rutina familiar.

—No pueden… no puedes irte, no justo ahora —exigió—. ¡Dios!

—Hay una gran diferencia entre el poder, deber y querer —comentó Naomi con una calma que ni ella misma se creía— por más que no queramos, que odie hacer eso con toda mi alma, debemos hacerlo y es lo mejor para todos, eso te incluye en el paquete.

—¿Por qué? ¿Qué lo hace tan necesario como para dejar todo atrás con tanta facilidad, como si lo demás no valiera nada? —indagó desesperado.

Aquella pregunta le carcomía el cerebro día y noche. Tenía la respuesta, claro que la conocía. Pero era tan vaga y confusa que no lograba darle una forma concreta, solo podía imaginarse aquellas criaturas salidas del mismo infierno que los seguían sin descanso. Pero, ¿Por qué? Otra vez la misma pregunta, y esta vez sin nadie que la conteste. Más aún, ¿por qué esa rabia incontrolable al escucharlas de nuevo?

—¿Fácil? ¿En qué momento dije que lo fuera? —le reclamó llena de rabia—. Jamás me ha gustado hacerlo, que lo haga todos los malditos años no quiere decir que me sea fácil. Con o son amigos, esto hace mi vida un infierno que jamás en tu vida entenderías porque no lo vivirás, tienes suerte.

—Entonces explícame, dame una razón para creerte —replicó indignado.

Naomi prefirió calmarse un poco primero, respirar profundo y analizar bien lo que diría. No podía solo dejarse llevar por las emociones, eran su detonante y no debía arrastrarse a ellas.

—Es el trabajo de mis padres —se limitó a decir restando importancia al hecho— todos los años deben mudarse y visitar diferentes ciudades a lo largo del país, es parte de un proyecto de la empresa de bienes raíces.

—Es completamente absurdo —sé quejó.

—¿En serio? —exclamó Naomi con cierta indiferencia— ellos dijeron que era algo innovador, super conveniente y una oportunidad que no podían perder.

—Lo dices para que deje de molestar, ¿Cierto? —preguntó Elías en un susurro—. ¿Esa es tu nueva forma de alejarme de ti?

Naomi se permitió mirarlo con mayor atención, detallarlo por primera vez desde que lo conoció. Su cuerpo delgado y esbelto acentuaba ese aire inocente de su rostro, las pecas de su nariz y cuello le hacían ver adorable y -¿Por qué no?- sexy. La oscuridad de sus ojos negros contradecía ese peculiar brillo cuando reía, la curva de sus labios y los hoyuelos que se forman en sus mejillas al sonreír… Naomi no podía ni quería negarlo, Elías de verdad producía sensaciones nuevas en ella.

—Claro que no —se limitó a decir—, tampoco soy tan cruel.

—Entonces…

—Es cierto —terminó por él—, por desgracia todo es cierto y necesario, qué más quisiera yo que no fuese así.

Una vez más la sorpresa se dibujó en su ya no tan sonriente rostro. No le gustaba ver esa nueva faceta de Elías, de cierto modo le dolía ver el tormento que estaba sufriendo por su culpa. ¿Pero que más podía hacer? Eso era preciso lo que ella quería evitar, pero como siempre él mismo se empeñaba en derribar todos sus intentos por alejarlo.

—No me mires así —le reclamó Naomi—, te lo advertí desde un inicio pero jamás quisiste escucharme, así que no me culpes.

Creía que se molestaría, que por fin se alejaría y no volvería a acercarse a ella por el resto de año. Era lo más sensato, evitarían lastimarse aún más. De por sí ya era bastante doloroso estar viviendo aquella situación todos los años, no quería cargar con una perdida más por el resto de su vida. Sonaba incluso egoísta, pero era necesario si quería mantener su corazón intacto.

Sin embargo, la reacción de Elías fue muy diferente a lo que ella esperaba. Viniendo de él, nada es como debe ser.

Se acercó a ella rodeando su cintura con sus brazos, su rostro oculto en el espacio de su cuello aspirando el aroma de su cabello, sintiendo con suaves roces de su nariz la suavidad de su piel. Y sin poder evitarlo ni darle tiempo a reaccionar, Naomi no quiso tener de otra más que corresponderle. El calor que emanaba de su cuerpo era reconfortante, se sentía muy agradable y le trasmitía calma. ¿Por qué no lo había abrazado antes?




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