Las tardes de tranquilidad se estaban haciendo demasiado adictivas, tanto que estaba deseando no regresar a clases para seguir con sus interminables lecturas, noches de conversaciones con Elías y las clases de dibujo. Sin embargo, no podía evitar el paso del tiempo sin importar cuanta magia usara en ello. Solo quedaban tres míseros días de libertad, los cuales esperaba aprovechar al máximo durmiendo y leyendo.
—Naomi, linda, ¿Estás ahí? —preguntó Nilsa detrás de la puerta.
—¿Señora? —contestó, estirándose con pereza sobre la cama.
—Respeto tu privacidad al tocar la puerta —comentó con tono serio— pero reafirmo mi autoridad como tu madre al entrar de todos modos.
Nilsa entró de arbitraria a la habitación, con una expresión de total seriedad como si quisiera regañarla.
—¿En serio, madre? —indagó con extrañeza.
—¿Qué? ¿Creías que te quedarías todo el día sin hacer nada? —una carcajada y expresión maliciosa iluminaba el rostro de Nilsa— No, así que párate, floja.
—¡Mamá! —replicó con un puchero.
—¡Hija! —exclamó aun riéndose— entiendo el concepto de «vacaciones», pero no aplica a los quehaceres de la casa. ¡Andando!
Y salió, de la misma manera que entró.
Entre pataletas y a regañadientes, Naomi se levantó de la cómoda y fresca cama, un largo día de aseo la esperaba. Empezó como siempre, con la sala y la terraza. Barriendo, trapeando y acomodando todo lo que en ello había. Continuó con el baño y, por último, su propia habitación. A pesar de la suave brisa que corría, estaba sudorosa y acalorada.
—¡Listo! —exclamó con exageración frente a su madre— Terminé.
—¿Quieres ayudarme a cocinar, acaso? —inquirió con sarcasmo.
—Agradezco la oferta, pero paso —contestó con diplomacia.
—Esta niña —replicó Nilsa— ve a bañarte.
—¡Dobby es libre! —gritó mientras salía corriendo a su habitación.
Se duchó y volvió acomodar en su cama, esta vez con Ciro entre sus piernas, acariciándolo con ternura detrás de las orejas como tanto le gusta. Era temprano, el sol resplandecía de forma tenue detrás de las espesas nubes. Era un día hermoso, tranquilo y sin temores. De igual forma, más por costumbre que por necesidad, hacía un rápido escaneo de los alrededores activando «EL radar», respirando con más alivio al no sentir nada fuera de lo normal.
—Si se mantuviera así siempre —murmuró en un suspiro— todo sería mejor.
Toques suaves en la entrada la sacaron de sus pensamientos, pero sin ganas de levantarse, esperó que su padre fuese quién atendiera. Estuvo atenta hasta escuchar los pasos y el chirrido de la puerta al abrirse, a partir de allí se desentendió el mundo exterior sumiéndose en sus cálidos y nuevos recuerdos de ese año. Los murmullos de una conversación se escuchaban lejanos, solo se concentró en el latir de su propio corazón y su respiración pausada.
—… Naomi, ¿Me estas escuchando? —decía su padre abriendo la puerta.
—¿Qué? —dijo sobresaltada— yo no fui.
—¿Qué estabas haciendo para no escucharme cuando te llamo? —indagó Félix.
—Solo distraída —contestó con una enorme sonrisa de disculpa y sus ojitos de perro regañado— ¿Pasó algo?
—Tienes visitas.
Dicho esto, cerró a puerta regresando a la sala donde continuó con su conversación. Salió de su cuarto solo para cerciorarse de lo que allí sucedía, ¿Quién la visitaría? Solo una persona sería capaz de hacer eso, y no se equivocó. Elías estaba sentado en el sofá frente a sus padres, a su lado una mujer de aspecto dulce y sonriente conversaba con Nilsa mientras Félix se limitaba a escuchar y observar.
—Buenas tardes —saludó con cierta timidez.
—Tú debes ser Naomi, ¿cierto? —la señora se levantó para saludarla, estrechando con suavidad su mano—. Mucho gusto, soy Berenice, la madre de Elías, me ha hablado tanto de ti.
—¿En serio? —dijeron al unísono Naomi y Félix, ella con una dulce sonrisa desviando su mirada a un apenado muchacho, mientras su padre los inspeccionaba con rostro ceñudo.
—Que tierno —expresó Nilsa— aunque aún me sorprende como lo logró, esta niña es bien complicada.
—Todos los jóvenes lo son —contestó regresando a su lugar— unos más que otros, pero para eso estamos, ¿No? Para guiarlos y enseñarles.
Naomi no dejaba de mirarlo con esa misma expresión de ternura, el que se enterara de ello no hacía más que provocar un brinco en su corazón. ¿Esto es lo que se siente estar enamorada, o lo estaba mal interpretando?
—Por cierto, linda —interrumpió Berenice sus alocados pensamientos— estaba diciéndole a tus padres, que mañana se hará un viaje comunal a las playas fuera de la ciudad. Es totalmente gratis, solo deben llevar su comida y listo. ¿Qué dices?
—Suena bien… ¿No? —contestó pausada y lento, arrastrando las palabras mientras observaba las expresiones de sus padres.
Nilsa parecía al borde de una carcajada, mientras que Félix no dejaba de intimidar con la mirada al pobre de Elías, quien desviaba su atención al paisaje fuera de la ventana con evidente nervosismo.