Mi Primera Vida

Capítulo 2

Luego de salir de aquel apestoso baño, un cómodo silencio se instala entre las chicas mientras caminan por la acera. Ambas sumergidas es sus propios pensamientos y problemas. Con la luna siguiendo sus pasos y alumbrando levemente el camino mientras ambas chicas se dirigen al auto de la menor. Un hermoso y reluciente Cadillac Ct6. «Ventajas de tener padres blancos y ricos, supongo

—¿Nuevo auto? —inquiera la mayor.

—Si, como recompensa de que mi anterior "prometido" haya sido un fiasco. —se encoge de hombres totalmente despreocupada Paige. — Resulto que el imbécil era un estafador que se quería casar conmigo para obtener parte del control sobre la empresa, liquidarla y escaparse a una isla hawaiana.

—Te creí hasta que dijiste lo de la isla hawaiana. —ríe levemente— ¿Aún no has ido?

—No, mi padre se entera y me mata. Solo estoy buscando el momento correcto.

—Siempre me dices lo mismo.

—Y tú siempre me crees. —suelta divertida.

—¿Quién dice que te creo? —contrataca carcajeándose por la cara ofendida de Paige.

Entre pequeños empujones y una que otra carcajada, ambas jóvenes llegan hasta el auto de la menor. Saben que es hora de despedirse pues ambas tienen obligaciones que cumplir al llegar a casa, sin embargo, solo están ahí de pie, una enfrente de la otra con una sonrisa triste en su rostro. No saben cuándo podrán volverse a ver dado que, entre la constante búsqueda de trabajo y las responsabilidades de la mayor con su familia, y las fiestas que se realizan en su casa para presentarla como un trofeo y conseguir un millonario prometido para la menor, casi no les queda tiempo a Andra y Paige para encontrarse y tener un momento de relajación.

Un suspiro de resignación brota de los labios de la mayor y procede a despedirse.

—Bien, súbete al coche y vete que no quiero ver más tu rostro.

—Yo también te quiero. —contesta divertida Paige a la vez que rueda los ojos— Adiós, ten cuidado en el camino y recuerda avisarme cuando llegues a casa.

—Si, mamá. Te llamaré apenas llegue. —contesta divertida— Adiós, Rubia.

—Adiós, Jazmín.

Antes de poder recriminarle por llamarla por su segundo nombre, Paige ya se encuentra dentro del auto acelerando en busca de escapar del regaño de la mayor, por lo que Andra solo suelta un bufido observando como la silueta del coche se pierde en la lejanía. Al ya no lograr visualizar el auto y con resignación, decide caminar hasta su casa dado que, si bien considero la idea de no llegar a dormir debido a que no tiene las ganas de aguantar las quejas de la enfermera y recibir las groserías de su madre, se recuerda a ella misma que dos niños pequeños que la aman con todo su corazón la esperan en esa casa.

Con un suspiro de resignación brotando de sus labios, se encamina en dirección a su casa con solo la luna como compañía. La luz de los desgastados faroles iluminando levemente su camino. Las calles despejadas en su mayoría y la poca luz de las casas de aquella zona dan indicio de las altas horas de la noche por lo que decide apurar sus pasos tratando de no tardar demasiado en llegar hasta casa.

Decide tomar como atajo aquel callejón oscuro que la dejaría justo dos cuadras antes de su casa. El ruido de voces y forcejeos perturban la anterior tranquilidad que existía en aquella oscuridad por lo que decide frenar sus pasos y, lentamente, encaminarse a la zona de la cual proviene los ruidos. La silueta de cinco personas de espaldas la reciben al llegar a la escena. Tres hombres de color forcejeando con unas chicas blancas, tratando de quitarles el bolso y, supongo, robar el dinero y los objetos de valor que logren hallar en estos.

—¿Qué creen que están haciendo? —cuestiona al comprender la situación que se está desarrollando frente sus ojos.

—¿Eh? —Uno de los hombres se gira hacia Andra, con la confusión reflejada en sus ojos al no percatarse de su llegada— ¿Qué haces aquí chica? Deberías ir a casa, es muy tarde como para que estés en la calle a estas horas y sola.

Las jóvenes victimas observan con incredulidad como es que aquel hombre se preocupa por aquella mujer que apareció en la escena mientras que a ellas las están tratando de robar y las insultan en el proceso. Sin embargo, la más joven de ellas rápidamente cae en cuenta de lo que ocurre. Aquellos hombres son ese tipo de personas que aborrecen a las personas blancas mientras que cuidan a su gente, los de color. Tal vez por el resentimiento que habita en sus almas al ser constantemente repudiados y discriminados por las personas blancas que, para ellos, no son más que una bola de idiotas egocéntricos que se creen superiores a los demás.

Los otros dos hombres también se percatan de la presencia Andra, más deciden seguir en su forcejeo con las otras dos mujeres.

—Agradezco tu preocupación por mí, hombre. —comenta con una sonrisa tirando sus labios que, rápidamente, borra de su rostro— Sin embargo, no puedo ignorar lo que estas tratando de hacer con esas chicas de ahí.

—No debería importarte en lo absoluto lo que haga o no con ellas. —responde el hombre a la vez que comparte una mirada de complicidad con los otros dos.

—Si chica, estas no son más que escorias blancas. —exclama con el desagrado impreso en su voz el hombre que aún continúa forcejeando con la pobre chica blanca.



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En el texto hay: problemas, romance, amor

Editado: 31.12.2022

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