El fuerte ruido de la alarma indicando que es hora de despertar perturba la anterior tranquilidad que predominaba en la lujosa habitación. Una mano se extiende desde el interior de la cobija y busca el ruidoso aparato que lo despertó en aquella fresca mañana. Una vez hallado, lo toma y tira fuerte contra la blanquecina pared teniendo como resultado la destrucción total del aparato.
—Hora de despertar, bello durmiente.
Una figura esbelta y de cabello azabache se tira sobre el bulto que ocupa espacio en la cama y el cual trata de encima la joven soltando quejidos por lo bajo.
—Es muy temprano. —se queja el hombre.
—De hecho, son las 8:30 am, por lo que ya deberías estar en la empresa. —refuta una joven pelirroja apoyada contra la oscura puerta.
Al escuchar la hora, de un salto el anterior bulto se levanta de la cama tirando en el proceso a la chica azabache, la cual suelta un alarido cuando su cabeza azota contra el suelo. Ignorando el grito adolorido de la joven, el hombre se dispone a dirigirse al baño y asearse rápidamente.
—Shopie, vamos a hacer el desayuno. —indica la pelirroja levantando a la azabache y arrastrándola consigo.
Una vez aseado, sale del baño con una toalla atada a sus caderas dejando a la vista su torso perfectamente tonificado.
Se dirige con rapidez y agilidad al inmenso armario que hay detrás de la puerta blanquecina. De entre todas las opciones, el mayor opta por vestirse con unos pantalones azules, zapatos negros y camisa de botones blanca, la cual recoge sus mangas hasta debajo del codo. De accesorios se decide por un reloj plateado y un anillo a juego.
Vestido y perfumado se encamina a la cocina para tomar un rápido de desayuno.
—Buenos días. —saluda ingresando a la inmensa y elegante cocina.
—Buenos días. —responde la azabache con una sonrisa mientras que la pelirroja solo asiente en respuesta.
Tomando asiento en el comedor a la espera del desayuno que sus sobrinas preparan, revisa su correo electrónico y su buzón de voz a la espera de algo novedoso.
—Buenos días, señor Montgomery. Tal y como lo solicitó, me puse en contacto con la señorita Winifred hoy a las 6 a.m. y acepto trabajar hoy mismo.
Alrededor de las 8 a.m. la señorita estará aquí en la empresa. —sonó la voz melodiosa de la señora Thompson.
—Maldición… —resopla con frustración— Voy tarde.
Un plato de panqueques con trozos de banana, fresa y arándano azul bañados en sirope es colocado enfrente de Connor, junto con un vaso de jugo de naranja recién exprimido, a lo que agradece con una sonrisa.
—¿Qué sucedió? —inquiere la pelirroja tomando asiente en el elegante comedor.
—Nada importante. —responde tomando un sorbo del jugo.
«Si, nada importante. Solo que llegaré tarde al trabajo en donde se suponía debía presentarme a esa mocosa, explicarle como funcionan las cosas y ordenarle que hacer, además de la junta de trabajo.» Piensa mientras frunce el ceño.
—Tu cara no dice lo mismo. —comenta la azabache a lo que Connor frunce el ceño en respuesta.
—¿Y según tú qué dice mi cara?
—Pues parece que tenías algo importante esta mañana, pero lo olvidaste y te quedaste dormido. —analiza Alexandra.
Sus ojos se abren en respuesta por lo que las jóvenes carcajean sabiendo que le dieron en el clavo.
—Como sea…
Finalizado el desayuno y cepillarse los dientes, además de rociar un poco de perfume sobre su ropa, se despide de sus sobrinas y se encamina al garaje donde el señor Steven, su chófer, lo espera para llevarlo hasta la empresa.
El trayecto es en completo silencio con Connor observando de manera distraída el paisaje de los enormes edificios y las personas caminando en la acera con rumbo incierto para él.
«¿Dónde estás, Catlyn? ¿Por qué lo hiciste?» Las dos preguntas vuelven a atormentar su mente como cada mañana. Aún no entiende el por qué su querida hermana abandonaría a sus dos hijas y a él de la nada. Simplemente un día desapareció sin dejar rastro y aún después de 17 años no se ha presentado en la vida de sus hijas de ninguna manera, ni siquiera una llamada para saber cómo están, donde están, si son saludables o están enfermas. No sé ha vuelto a presentar o llamar a sus hijas o a Connor, su hermano, para saber si todo anda bien o necesitan ayuda.
Catlyn Montgomery desapareció sin dejar rastro como si nunca hubiera existido.
—Llegamos. —anuncia el chófer sacándolo de sus recuerdos.
Observa a través de la ventana el imponente y majestuoso edificio cristalino que con tanto esfuerzo logro construir una vez logró recuperar a la quebrada compañía. Una sonrisa orgullosa se hace presente en el rostro del azabache a medida que sale del coche.
Camina con la mirada fija delante y a paso elegante se abre camino entre las gigantescas puertas cristalinas, en donde múltiples personas detienen sus conversaciones y deberes para brindarle un saludo cortes.
—Buenos días, señor Montgomery. —sonríe amable la señora Thompson— La señorita Winifred lo espera en su oficina.