—¿Solo eso?
—Tómalo o déjalo— Le decía el vendedor de la tienda de artículos de empeño, era lo único que tenía de sus padres, aquellos que nunca pudo ver morir, cuyos cuerpos terminaron en el fondo del mar, lugar donde iba a llorar sus penas que cada día que pasaban una era más pesada que la otra.
—Está bien, solo será por seis meses.
—Como sea. — Con mucha tristeza, se despojó de aquel anillo, aquel que su madre siempre dijo serviría para la primera que se casase, tantas veces que soñó de niña algún día lucir en su boda.
—Todo es por ti pequeña.
…
—Señor Winston, el director del hospital, indica que ya tienen los resultados, fue muy inteligente de su parte tener la solicitud firmada por el juez, eso le servirá de precedente, cuando su sobrina nazca y le den la patria potestad.
—¿Conseguiste que la municipalidad te entregue los videos de seguridad? De aquella autopista, solo eso quiero que me digas, no inmiscuyas tus narices más allá de lo que te he pedido.
—Sí, señor, tiene razón, lo siento, con su permiso me retiro—Girando sobre sus talones como su pasado en la milicia le había enseñado.
Alejandro, empezaba a tener un fuerte dolor de cabeza, lidiar con la enfermedad de su madre, los resultados para confirmar lo que ya sabía, lidiar con la futura custodia y líos de ese tipo lo tenían agobiado, se inclinó sobre su espalda y con su mano derecha soltar el nudo de su corbata.
—Estoy cansado, no quiero ni pensar cuando esa niña nazca y tenga que soportar sus gritos y llanto, no en balde me jure a mí mismo nunca traer procedencia a este mundo, ¿Por qué Alessandro? Yo te lo dije
—Andas muy misterioso hermanito, cuéntame ¿Quién es ella?
—No es nadie.
…
—Otra vez tarde, no estoy jugando, no te metas en problemas, no me importa que tan hermosa y todo eso sea-
—Estás loco, ninguna mujer a mí me domina, yo las domino a ellas.
…
—¿Qué te paso en la cara?
—Nada, solo que un tipo que se quiso pasar de listo con mi chica.
—Ahora si es tu chica, no que nadie te domina, no seas idiota y hagas alguna estupidez, ninguna mujer vale la pena.
—Si lo sé, pero es que ella a veces hace cosas que me enfadan, hasta pienso que lo hace a propósito para llevarme al extremo. Pero es especial, eso no lo dudes, hasta creo que me he enamorado, me atraparon, caí en las redes del amor
—Eres un idiota
—Lo sé.
…
—Termina con esa tipa, lo que encontré en tu habitación, no creo que lo hayas conseguido tú, Alessandro Winston, que te está pasando y no me vengas con la estupidez que NADA.
—¿Por qué entraste a mi cuarto? No tienes derecho a meterte en mis cosas, ¡No te importa! Eres un entrometido, un metido, déjame en paz.
—¿Por qué me empujas? ¡Cálmate o te calmas! Nunca te he puesto una mano encima ni cuando éramos pequeños, no me tientes mocoso, malcriado, se te olvida quién soy yo. —Empezando a perder la paciencia y hasta la cordura, no estaba acostumbrado a que su hermanito lo retara o se portara de esa forma tan atípica en él.
—El perfecto Alejandro Winston, sabes que hermanito vete al carajo ¡Me largo! No me mires así, seguro eso querías y tranquilo que no voy a tomar ni un centavo de ese dinero maldito. Recuerda todo eso es por la sangre de
Un golpe en la cara fue lo que Alessandro recibió por recordarle a Alejandro aquel terrible accidente. Nunca imaginó que llegaría el día que él le echara en cara, algo que solo fue producto de defender a su sangre de un futuro incierto, era su familia o aquel sujeto que solo apareció para arruinarles la existencia.
…
—Por favor hermano hablemos, no podemos estar así, nuestra madre está delicada y pregunta por ti.
—Aún no me baja el morado de la cara, déjame pensarlo, además tengo muchas cosas en la cabeza, dame tiempo, luego me reuniré contigo, necesito hablar de algo delicado, creo que solo tú me puedes ayudar.
—Se trata de esa mujer.
—Me vuelve loco, me desconozco. Pero espero que
—¿Qué cosa?
—Después te digo, te quiero hermano, sé que no he sido el mejor hermano menor que la vida te pudo haber dado, pero te quiero y he sido un idiota contigo y nuestra madre, pero te prometo que todo va a cambiar.
Recordar las últimas palabras con su hermano, lo llenaban de una angustia y rabia tan profunda, jamás fue un hombre que abriera sus sentimientos, que les dijera a otros lo que sentía, hubiera querido ser capaz de decirlo que también lo amaba, que lo quería, que él y su madre eran todo lo que él tenía y sería capaz de lo que sea por ellos, pero en su mente y su corazón también había rencor, odio hacia quien él creía culpable de haber arruinado su vida y destruido finalmente la de su hermano menor.
—¡Maldita Fernández, tú eres culpable, tú hundiste a mi hermano! Mereces lo que te está pasando, mereces ser un vegetal, ser solo una incubadora.
Seguía con sus pensamientos dirigidos a odiar a alguien que no sabía a ciencia cierta cuánta razón podría o no tener. Solo deseaba presenciar el día que la desconectaran, quería guardar aquel día en su memoria para siempre, no importaba quien se oponga o a quien tuviera que pagar para aquello, odiaba usar su dinero para cosas turbias como comprar favores, pero se trataba de quien pensaba había llevado a la tumba a su hermano y eso se pagaba muerte con muerte, aunque tuviera que ensuciarse las manos, nada importaba más que solo eso, verla pagar, por un instante vino a su mente, aquella mujer de cabello oscuro y ojos color miel que contrastaban de manera extraña con su cabello y tono canela de su piel