Mi querida Ariel

Cap. 7.

— ¿Puedo verla ahora? — preguntó Mellea un poco emocionada.

— Me temo que ahora no... está dormida y debe estar cansada, anoche se la pasó llorando y no durmió. — respondió Phoenix y la ojiverde asintió algo desanimada. — Pero, no te preocupes Mellea, haré que baje al comedor apenas esté lista la cena. Ahora, te acompañaré a la habitación de huéspedes, queda entre el cuarto de Elizabeth y el mío.

— Está bien. — sonrió Mellea, se sentía emocionada por ver al retoño de su amiga querida, sentía la responsabilidad de cuidarla y tratarla bien, ¿y por qué no? También ser su amiga.

— Carina, continúa cocinando tú mientras vuelvo, ya sabes lo que hay que cocinar. — ordenó Phoenix a su hermana menor y procedió a tomar la maleta de la, ahora, huésped.

La pelirroja mayor cumplió con lo acordado y llevó la maleta hasta la que sería la habitación de Mellea por los próximos días, y, después de decirle que se sintiera cómoda y desempacara, salió del cuarto. Bajó las escaleras y sintió las miradas de los presentes en la sala, acto seguido escuchó malos comentarios.

— Mírala, no vino al funeral de su padre, tampoco sepultó a su madre en Italia y ahora que murió Elena, la heredera de la casa, viene. Solamente quiere adueñarse de la casa. — una señora de lentes oscuros le hablaba a otra señora rubia.

— ¿Quién sabe si en realidad no fue un accidente lo que pasó? — la de lentes oscuros se sorprendió y procedió a hacer la seña de cruz sobre su cara repetidamente.

— Eso es terrible, ni en la familia se puede confiar. — le dijo la de lentes oscuros en el oído a la rubia.

— ¿Acaso no ven la situación en la que estamos? — la pelirroja ya estaba frente al par de señoras, quienes se sobresaltaron al escucharla. — Esto es un velorio, no es una cadena de chismes, si en realidad vinieran a mostrar respeto a mi hermana y a nuestra familia, no estarían armando chismes. Así que las quiero fuera de la casa de mi hermana, ahora. — las señoras se levantaron indignadas y salieron de la casa haciendo sonar sus tacones.

— Ni siquiera lo niega. — susurró la rubia.

Phoenix suspiró y negó con la cabeza. — Es increíble hasta donde llegan los comentarios de las personas. — pensó mientras caminaba hacia la cocina. — ¿Cómo va la cena, Carina? — preguntó la ojimiel tras entrar a la cocina, donde estaban su hermana y Mellea.

— Ya hemos terminado de cocinar, empezaremos a servir Mellea y yo. — respondió la menor.

— ¿Por qué dejaste que te ayudara? Es nuestra invitada. — contestó la pelirroja mayor.

— Yo insistí. — contestó dulcemente la ojiverde. — Están bastante ocupadas, quiero ayudar. — Phoenix sonrió al escucharla, sin duda su hermana supo elegir a sus amistades.

— En ese caso, acompáñame a despertar a Lizzy.

— Suerte con eso. — contestó Carina entre risas, Phoenix ignoró el comentario y comenzó a caminar indicando así el camino que Mellea debía seguir.

— ¿Tiene el sueño pesado? — preguntó la castaña intentando romper el hielo.

— Un poco, la única que sabía despertarla era Elena y cuando ella iba a visitarme a París, dejaba que durmiera lo que quisiera, aunque normalmente se despertaba temprano para jugar y hacerle bromas a Nathan, mi hijo. — contestó Phoenix sin dejar de caminar.

— Oh, sí, Elena me comentó un poco... — carraspeó la garganta. — bastante sobre su familia, me dijo que tratas a Nathan como un príncipe. — Phoenix rio levemente.

— En realidad Elena y yo criamos a nuestros hijos como princesa y príncipe respectivamente, los apoyamos en todo lo que se proponen y los guiamos en el camino a sus metas, no los obligamos ni los presionamos a ser los mejores estudiantes, pero sí a ser responsables con sus actividades escolares, ellos se sienten libres y pueden contarnos lo que sea... — hizo una pausa para corregirse. — bueno... ahora Lizzy no tiene con quien hablar, y de por sí es de pocas palabras con quien no tiene confianza, sólo me tiene a mí y... — suspiró. — no sé cómo lo haré.

— Ya tienes el deseo de ayudar, y también viniste de inmediato desde París, lo harás bien, y estoy segura que Elizabeth debe sentirse feliz de que seas su tía y estés con ella ahora. — Phoenix sonrió ligeramente y se detuvo en una puerta, la de la habitación de la pequeña de ojos azules.

— Espero que siga estando feliz después de saber el contenido del testamento de Elena... — pensó la ojimiel y abrió la puerta, dejando ver a la menor acostada con su cabello revuelto cubriendo su bello rostro, su tía se acercó a la cama e hizo a un lado su cabello, revelándole a Mellea la cara de su sobrina.

— Sin duda es igual a su madre. — pensó Mellea en voz alta y Phoenix asintió, le acarició el cabello a su sobrina y la castaña se sentó en la cama. — Elena también tenía el sueño pesado durante la universidad, aunque yo descubrí como despertarla — sonrió levemente. —, ¿intento despertar a Elizabeth?

Phoenix asintió y respondió. — Eso sería de mucha ayuda. — la ojiverde volvió a sonreír y acarició uno de los pies de la menor, quien al instante se movió y abrió los ojos de par en par, miró a su tía y la abrazó con total emoción.

— ¡Mami! — expresó emocionada y ambas adultas se tensaron, la menor estaba confundiendo a su tía con su madre. — Sabía que era una pesadilla, estás conmigo, estás…




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