Mi querida Ariel

Cap. 9.

Una hora después, las pelirrojas estaban en casa riéndose de las expresiones de todos cuando se mencionó “Francia”, sin embargo, la menor estaba pensativa, así que, tras dejar de reírse, le formuló una pregunta a su tía. — ¿De verdad iremos a Francia, tía? — la mayor la miró a los ojos con comprensión.

— No tenemos que ir si no quieres, cariño. — la ojiazul se mordió el pulgar pensativa, era un hábito que tenía cuando meditaba en algo.

Soltó su dedo y contestó. — En realidad hace mucho tiempo quería decírtelo — Phoenix no comprendió completamente, así que Elizabeth decidió explicarle, aunque no con detalle. —, quería decirte que me gustaría vivir contigo y con Nathan en Francia. Quizá sea bueno para mí cambiar de lugar, a veces me siento muy abrumada en casa y creo que no es correcto sentirme de esa manera. — la ojimiel bajó una de las comisuras de sus labios. — Por otra parte, hace mucho tiempo que no ves a Nath, no debo mantenerlos alejados por mucho tiempo. — Phoenix sonrió, su sobrina no era egoísta ni pensaba solamente en su beneficio personal.

— Él estará feliz de verte. — respondió sinceramente la mayor y se levantó. — Me comunicaré con la escuela donde estudia Nathan para que vayan juntos, haré los trámites para el cambio de escuela, cuando haya resuelto el asunto, podremos ir a Francia.

— Espera. — la interrumpió la menor. — ¿Lo tenías planeado desde el principio? — la contraria carcajeó.

— No, en realidad, si no estabas dispuesta a ir a Francia, le decía a Nathan que viniera a Italia.

— ¿Entonces habías pensado en todo? — preguntó la ojiazul y Phoenix negó.

— Fue Elena — Elizabeth se sorprendió y la mayor continuó hablando. —, ella quiso asegurarse de que no estuvieras sola y lo dejó claro en su testamento.

— ¿Testamento? — la menor frunció el entrecejo. — Pero ella era tan joven, ¿por qué hizo un testamento? — la ojimiel suspiró.

— Tu madre y yo tenemos presente que la vida de algunas personas puede ser fugaz.

— Es cierto… — se levantó del sofá y se giró cuando se dio cuenta de algo. — Espera, ¿leíste el testamento?

— Sí… bueno, no. — Elizabeth enarcó una ceja y la mayor comenzó a explicar. — Leí una copia “simple” del testamento. — la menor ladeó la cabeza, no había entendido. — Resume el testamento con un lenguaje sencillo. — la ojiazul abrió la boca expresando un “ah”, a lo que la ojimiel sonrió y continuó hablando. — Pero no te preocupes, Elena tenía bien custodiada la copia, revisé entre los documentos que me mencionaste y se encontraba un álbum, me pareció extraño y lo miré, una hoja no tenía su respectiva hoja adhesiva, además, la foto… — recordó cómo era la fotografía, en esta se encontraban ella, Elena y dos chicos, uno de tez bronceada y ojos color esmeralda y el otro de piel blanca y ojos cafés. La mayor sonrió tristemente ante el recuerdo y siguió contando. — la foto era muy especial, la quité para apreciarla mejor y me di cuenta de que tenía algo escrito en el respaldo, era un código para ver nuestro libro favorito, y dentro de su forro, estaba el testamento.

— No creí que mi madre podía ser tan misteriosa. — contestó sorprendida.

— Hay muchas cosas de la familia que son misteriosas. — pensó Phoenix mientras observaba el retrato de su madre.

Los días posteriores pasaron muy rápido, la mayor hacía los trámites para el cambio de escuela de la menor; mientras que esta visitó en compañía de su tía al notario que tenía el testamento original, y se sorprendió al escuchar la cantidad de sedes de Elena’s Designs en distintos países y ciudades, además de tiendas y mercados relacionados con esta, sin mencionar las empresas en las que la ojiazul tenía acciones y ni hablar de las propiedades que tenía; sin duda su madre era muy rica. Sin dudarlo, la menor aceptó la herencia de su madre y las responsabilidades que esta llevaba, aunque el notario le había dejado claro que no podía administrarla hasta que fuera mayor de edad, la pelirroja no estaba dispuesta a aceptar la espera, así que tenía planes para no evadir la responsabilidad durante unos seis años.

Entre otras cosas, Elizabeth empacó algunas cosas necesarias, como sus aparatos tecnológicos, materiales para tejer, diccionarios de francés e italiano, libros del mismo par de idiomas sus cosas de cuidado personal y ropa, aunque la mayor le dijo que no se preocupara demasiado por lo último, pues podían comprar ropa en Francia y le informó que en la escuela donde estudiaría, no había uniforme, dato que le sorprendió, pues en su colegio era obligatorio el uso de uniforme e incluso había reglas estrictas sobre el uso de este.

Ahora se encontraban en el aeropuerto, estaban a la espera del llamado de su vuelo, no le habían avisado a Carina ni a su familia sobre su partida, a pesar de las insistentes preguntas de la ojinegra sobre las inasistencias de su sobrina. — Tía, ¿cómo crees que reaccione mi tía Carina cuando sepa que nos fuimos a París?

Phoenix sonrió. — Seguramente se molestará por no haberle avisado y luego hará muchas preguntas.

— ¿Estará todavía enojada por lo que pasó hace un mes? — preguntó preocupada.

— No lo sé, por lo general no es rencorosa y si lo estuviera, lo ocultaría y cuando ya no pueda más, explotará.

— ¿Alguna vez ella…? — se vio interrumpida por el anuncio del vuelo.

— Es el nuestro. — respondió Phoenix y la menor asintió, tomaron sus maletas y se dirigieron a la sección correspondiente.




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