Mi querida Ariel

Cap. 11.

Alrededor de una hora después, eran las cinco de la tarde y los menores llegaron al restaurante, el taxi estaba estacionado en la entrada, con su compra, esperándolos; cosa que la ojiazul tomó como presunción de su dinero, tomando en cuenta que en Francia se paga por la distancia recorrida y el tiempo de espera.

Entraron y la menor se relajó al notar la decoración italiana del lugar, el cual no era demasiado lujoso, las mesas redondas y las sillas correspondientes a estas eran de madera, el mantel que cubría las mesas era de cuadros rojos con blancos. Había cuadros de pinturas italianas y famosos del mismo país, además de algunos discos de vinilo.

Se acercaron a la mesa vacía más cercana y Claude le acomodó una silla a la pelirroja, quien se sentó algo avergonzada por el gesto. — Gracias. — susurró y él se sentó en la silla que estaba enfrente.

— No es nada. — habló en italiano. — Espero que te guste el lugar tanto como a mí, la comida es exquisita y variada, puedes comer platos típicos e incluso hogareños. En mi opinión, es apto para todo público.

— ¿Acaso está recomendando el lugar? — cuestionó Elizabeth en el mismo idioma y tomó el menú que estaba en la mesa.

— Lo lamento. Es que no sé de qué hablar. Perdón si te incomodo. — ella levantó la mirada levemente.

— Si quieres podemos hacernos preguntas, para que ninguno esté incómodo. — él sonrió. — ¿Te parece bien si empiezo yo? — el ojiverde asintió. — ¿Cómo te llamas? Tengo derecho a saber el nombre del hombre que me ha invitado a comer.

— Soy Claude Rossi. — respondió y la pelirroja se sorprendió.

— ¡¿Claude Rossi?! — exclamó fuertemente y el susodicho puso un dedo en los labios rosáceos de la ojiazul.

— No lo digas tan fuerte. — expresó en voz baja y procedió a explicar la razón. — De lo contrario, será un lugar menos al que pueda venir. — ella asintió y él retiró su dedo.

— ¿Es Claude Rossi? ¿El modelo y joven más codiciado después de Félix Agreste? ¿Es el hijo del empresario Alphonse Rossi, dueño de la segunda empresa de moda más grande y famosa de toda Francia? — el mayor sonrió ligeramente.

— Si lo dices así suena a que soy muy importante. — comentó con diversión el ojiverde.

— ¿A qué se debe el honor de acompañarlo a comer? — él negó con la cabeza.

— Creo que ya han sido muchas preguntas, debería ser mi turno. — Elizabeth estuvo de acuerdo.

— Adelante. — respondió y el mesero llegó a su mesa, ambos pidieron lasaña de carne picada con bechamel, por lo que el mozo propuso la opción de porción para dos, la cual tenía descuento, oferta que los jóvenes aceptaron; por otra parte, la bebida que pidieron fue capuchino, la diferencia fue el diseño, la pelirroja escogió el de manzana y el pelinegro eligió el de hojas.

Luego, le entregaron su comida y procedieron a comer mientras se conocían el uno al otro. La ojiazul supo que el contrario tenía 16 años, era un buen hermano mayor, responsable y protector, que muchas veces se sacrificaba por su hermana. Por otro lado, el ojiverde descubrió que Elizabeth era hija única, de pocas amistades, no le gustaba relacionarse demasiado, que mucha gente no la conocía bien y por esa razón, llegaban a conclusiones erradas.

Después de comer, se acercó el mesero con la cuenta y, mientras Claude pagaba, Elizabeth miró hacia el televisor, que se encontraba fijado a una de las paredes, estaban dando las noticias y de repente se anunció en el canal.

— Noticia de última hora. Adrienne Agreste fue atacada por un delincuente que intentó abusar de ella, pero fue defendida por su acompañante, quien resultó con múltiples heridas en su cuerpo; por otra parte, el atacante huyó cuando un paparazzi llegó a la escena y llamó a la policía. — al escuchar el informe, la menor se preocupó, pues recordó que su primo había salido con la susodicha.

— Necesito llegar rápido a casa. — expresó preocupada la ojiazul y el joven asintió.

En ese instante, Phoenix se sentía inquieta y bloqueada para seguir pintando, así que bajó a la cocina a tomar agua. Al llegar al lugar, su teléfono sonó y lo sacó del bolsillo de su delantal, era Adrienne, le pareció extraño que la rubia llamara, así que contestó. — Hola, Adrienne, ¿cómo les va en la cita? — bromeó.

— Hola, señora Phoenix. — respondió nerviosa la niña, no sabía cómo darle la noticia a la mayor.

— ¿Qué sucede, Adrienne? ¿Tienes pena de pedirme que Nathan se quede contigo hasta tarde? — continuó jugando, le encantaba avergonzar al par de jóvenes.

— No es eso, señora Phoenix. Es sobre Nath, él… — su voz se entrecortó y el semblante de la pelirroja cambió. — él está herido, estoy con él en el hospital.

— Mándame la ubicación, iré allá, cuando llegue me cuentas todos los detalles y espero que no sea por tu culpa. — tras esas palabras, colgó. Realmente esperaba que la ojiverde no tuviese nada que ver, pues estaba harta de ver que su hijo sufriera debido a que ella no fuese clara con sus sentimientos.

Por otra parte, no pudo evitar pensar en su sobrina, no podría llevarla con ella, puesto que quizá estaría mal o incómoda en el lugar, sin embargo, tampoco podía dejarla sola, ella necesitaba cuidados y últimamente estaba preocupada porque sentía que era observada y seguida.




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