Mi querida Ariel

Cap. 13.

Elizabeth se acomodó en su cama y lo observó, su cabello bien peinado de ayer, estaba ahora revuelto dándole un toque sexy, sus preciosos ojos estaban cerrados y notó las pestañas largas del mayor. Suspiró, realmente no podía enojarse con semejante belleza; así que, aprovechó que estaba dormido y acarició su cabello, acto que provocó que poco a poco el pelinegro comenzara a despertarse; después, tras abrir sus ojos, el joven sonrió, acto que hizo que la pelirroja quedara sin respiración, luego, tomó suavemente la mano de la pelirroja. — Si esto es un sueño, no quiero despertar jamás. — expresó sinceramente y la ojiazul sonrió.

— ¿Siempre eres así en las mañanas? — él sacudió levemente su cara de manera tierna.

— Esta mañana es única. — reveló, pues sentía que esa era la mejor forma de empezar el día. Sin embargo, al escuchar sus palabras, la menor rio dulcemente como hace tiempo no lo hacía.

— Con esas palabras, seguramente tienes a muchas chicas detrás de ti. — respondió de forma chistosa, a lo que Claude se incorporó y quedó a escasos centímetros de su rostro.

— Pero no tengo a la que realmente quiero. — contestó con voz grave y la pelirroja se sonrojó; a esa distancia podía sentir su respiración y los latidos de ella se aceleraban como nunca, así que no pudo evitar quedar atrapada en los ojos verdes de aquel muchacho que no quería alejarse de ella por ningún motivo, todo lo contrario, se acercaba cada vez más.

— Tú… — susurró temerosa de su cercanía. — Yo… — sacudió su cabeza al notar su inseguridad y decidió ser firme. — ¿Qué sucedió anoche? — cambió de tema, aún quería saber la respuesta, pero estaba utilizándolo como excusa para establecer distancia entre ambos, el joven captó lo que quería y se alejó un poco.

— ¿No lo recuerdas? — ella niega en respuesta. — Quizá es porque estabas medio dormida. — la pequeña frunció el ceño, preguntándose si había hecho algo vergonzoso en la noche. — No sé exactamente qué pasó, desperté con tus gritos de ayuda y me preocupé, entré al baño y noté que estabas sangrando — Elizabeth comenzó a recordar un poco, tenía sentido lo que le mencionaba el ojiverde. —, pero no era nada grave, solo era… — no estaba seguro de cómo decirlo, puesto que era muy probable que la pelirroja se molestara. — era — repitió tartamudeando y la menor enarcó una ceja, quería que fuera directo al grano. — te había llegado el período — habló rápidamente y Elizabeth se quedó inmóvil, pensando en que hubiese sido mejor no preguntar al respecto. —, luego te desmayaste y tuve que atenderte.

— ¿Atenderme? — se cuestionó a sí misma mentalmente y recordó que estaba usando ropa distinta. — ¿Acaso él…? — se sonrojó, se levantó y comenzó a negar con su cabeza. — No, por favor, dime que no viste mi intimidad. — pensaba completamente avergonzada mientras se abrazaba.

Claude notó que había sido demasiado directo y que aquello había incomodado a la ojiazul, así que decidió acercarse una vez más, pero ella muy apenada, hasta el punto de no mirarlo a los ojos. — ¿Qué quiere? ¿Acaso no vio suficiente anoche? — comentó a la defensiva y al mayor le dolieron sus palabras; solamente la había ayudado, ¿acaso eso estaba mal?

— Lo siento, no quiero que estés incómoda conmigo, yo solo… quería ayudarte, no encontré otra forma de hacerlo. — ella suspiró, estaba siendo muy irracional, él la había ayudado cuando se encontraba tan vulnerable, no debía juzgarlo, debía agradecerle. Elevó su mirada hasta los brillantes ojos verdes del contrario, quien se propuso cambiar de tema. — Hagamos un trato — la pelirroja enarcó una ceja dispuesta a escuchar la propuesta del mayor y es que, cuando oía la palabra “trato”, fijaba mucho más su atención en una conversación. —, te traigo el desayuno a la cama y me perdonas por las molestias causadas. — Elizabeth sonrió al escucharlo.

— ¿Piensas comprarme con comida siempre? Ayer me ofreciste una cena a cambio de traerme a casa. — comentó de manera divertida y él se encogió de hombros.

— Una vez leí que a un hombre se le conquista con una rica comida, mientras que a la mujer, le fascina el simple hecho de imaginar a un hombre cocinándole algo rico. — respondió y la ojiazul se sonrojó ligeramente.

— ¿Eso es una indirecta? — se preguntó en su interior, sin embargo, rechazó la idea, quizá solo estaba sacando conclusiones apresuradas y equivocadas; lo que no sabía, es que en realidad estaba en lo correcto. — Entonces es un trato, prepara algo rico y pensaré si tienes razón o no. — él sonrió en respuesta y salió de la habitación. — ¿Por qué quiere estar tan cerca de mí? Apenas nos conocimos ayer, no sabe nada de mí, ¿o sí? ¿Será él quien me sigue? — sacudió su cabeza. — No parece ser de ese tipo de personas, aunque, honestamente, no se puede defender a nadie.

Tomó su celular y comenzó a revisar los mensajes de su correo, todos eran sobre asuntos relacionados con la empresa. Pasó la mano por su cabello con frustración, cada vez la situación se agravaba más en la empresa de su madre y los socios y accionistas comenzaban a retirarse y vender sus acciones; ninguno confiaba en sus capacidades. A pesar de eso, ella estaba dispuesta a demostrar lo contrario, evitaría que la empresa cayera en bancarrota y haría que aumentará aún más la fama de Elena’s Design; estaba resuelta a hacerlo y no esperaría a ser mayor de edad para tomar acciones de cambio.

Armándose de valor, llamó al abogado de su madre, el cual contestó después de dos timbres. — Hola, señor Gallo, ¿cómo está?

— Buenos días, señorita Elizabeth, ¿cómo puedo ayudarle? — contestó sorprendido por su llamada repentina.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.