Mi querida Ariel

Cap. 16.

El joven decidió cocinar patatas gratinadas con crema y leche, además de unas deliciosas crepas dulces rellenas de fresas, arándanos y helado de vainilla, con salsa de chocolate sobre las crepas; todo eso acompañado con zumo de naranja. Tomó los platillos junto con las bebidas y los puso sobre una bandeja que llevó hasta la habitación de su amada pelirroja; la cual se encontraba sentada en la cama revisando sus correos.

En la bandeja de mensajes había un correo del señor Gallo, el abogado de su madre, así que lo abrió ansiosa por saber el contenido del correo. En el mensaje el abogado le daba una buena noticia, finalmente los accionistas habían accedido a una junta por videoconferencia. Sin embargo, había un inconveniente, sería mañana y no sabía nada sobre el estado de su primo; posiblemente Claude seguiría con ella y no podría alejarse, puesto que su tía le había encomendado que la cuidara; tampoco podía decirle a Phoenix que dejara a Nathan para cuidarla y que de esa forma el pelinegro no estuviera con ella.

Suspiró. — Arreglé un problema y ahora tengo otro. — expresó en su mente su preocupación mientras agarraba con sus manos su sedoso cabello. Sacudió su cabeza ligeramente y palmeó sus mejillas para recuperar la compostura, tras eso, comenzó a teclear una respuesta.

Buenas tardes, señor Gallo.

Aprecio su respuesta afirmativa, le encomiendo a usted la creación de la reunión y el envío de la información para unirse. Estaré a la espera de eso.

Por otra parte, agradecería mucho que recuerde el plan que se llevará a cabo con el fin de convencer a los accionistas. Cuento con su apoyo.

Gracias de antemano.

Atentamente, Elizabeth.

Envió el correo y levantó la mirada, encontrándose con la mirada cariñosa del pelinegro que se acercaba con la cena.

— Podría acostumbrarme a esto. — pensó y, sin notarlo, una sonrisa se formó en sus labios rosáceos. Estaba comenzando a agradarle la compañía del mayor y sus cuidados sinceros.

— No estaba seguro de qué cocinar. Así que decidí hacer mi especialidad. — Claude puso la bandeja sobre las piernas de la ojiazul, quien frunció el ceño y ladeó la cabeza mientras observaba lo que sería su cena.

— ¿Qué es?

— ¿No lo sabes? — la pelirroja sacudió su cabeza levemente. — Son crepas, es un platillo común en Francia, en su interior tiene un relleno especial que me alegraría que te guste.

— Crepas… — repitió lentamente en voz alta con el fin de aprender el término. — Mi madre solo venía de vacaciones a Francia cuando era una niña, así que es posible que no recordara si las había comido; además, mi tía prefiere un poco más la comida italiana, por eso no sabía qué era.

Él asintió y ambos cenaron en silencio, puesto que ninguno sabía cómo continuar la conversación. Sin embargo, cuando terminaron de cenar y el pelinegro se levantó; entonces, la pelirroja le tomó la mano, debido a que tenía miedo de que se fuera y eso lo manifestó con su dulce voz que sonaba como súplica.

— No te vayas, por favor. — pidió y el mayor le sonrió amablemente.

— No me iré, tranquila, solamente llevaré esto y lo lavaré, en un rato vuelvo.

— ¿Lo prometes? — su voz se escuchó tan tierna a los oídos del joven pelinegro, quien le dio un beso en la frente a la pelirroja, provocándole cierta calidez que se evidenció en sus mejillas sonrojadas.

— Lo prometo. — respondió al separarse un poco y se retiró de la habitación, dejando a la niña en un mar de dudas y confusiones, comenzando con una pregunta…

— ¿Qué acaba de pasar? — expresó en voz alta tartamudeando un poco, lo cual le pareció raro en ella, debido a que normalmente era segura al hablar y no se permitía estar nerviosa. — Agh... — se giró, de tal forma que quedó acotada con su cabeza apoyada en su almohada. — ¿Por qué fue ese beso? — preguntó al aire mientras tocaba su frente. — Sus labios... tocaron allí. — sus latidos se aceleraban ante el recuerdo y sacudió su cabeza. — Debo dejar de pensar en eso, no quiero hacerme ideas equivocadas. — abrazó la almohada y cerró sus ojos, esforzándose por silenciar sus pensamientos relacionados con ese hermoso ojiverde.

Mientras tanto, en la cocina, Claude tenía sentimientos encontrados; por un lado, se encontraba feliz por haberla besado, pero también estaba preocupado, puesto que no sabía si la pelirroja se había molestado. — Ah... — suspiró y con su mano derecha echó su cabello hacia atrás. — Espero que no sea como Liliana. — expresó en voz alta. Si bien su hermana era agradable y considerada, no le agradaban demasiado las muestras de afecto, solo era un poco más cariñosa con su madre; sin embargo, desde pequeña le disgustaba que su padre y su hermano le dieran besos en la mejilla.

Recordando cómo era Lili (apodo por el cual le llamaba Claude) cuando era pequeña y cómo es actualmente, el joven solamente podía llegar a una conclusión. — Ha cambiado... — su estado de ánimo cayó y arrugó la esponja. — Ha madurado a temprana edad, todo porque descubrió cómo es nuestro padre. Él... es alguien que prioriza el dinero antes que la familia. — suspiró pesadamente y se concentró en lavar los platos mientras pensaba en cómo disculparse con la ojiazul, en caso de que esta estuviera enojada por su repentino beso en la frente.




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