Casi llegado el amanecer, Alma al fin pudo cerrar los ojos en el incómodo sillón del hospital, soñó con una señora con su misma cara pero se la veía mayor, la señora intentaba hablarle pero ella no podía escuchar, después se sintió caer al vacío y despertó sobresaltada.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?—preguntó a Eric que estaba sentado junto a ella.
—He llegado hace un momento. Podías haberme llamado—dijo mirando a Tomás que dormía como un bendito gracias a la medicación que le estaban aplicando—¿Cómo está?
—Mal—se incorporó un poco—Le queda poco tiempo.
—Lo siento de verdad—la apoyó contra su cuerpo pero ninguno habló.
Pasó una semana y allí seguían Alma y Tomás, los demás incluido Eric, se fueron, tenían que seguir con sus vidas. Alina llamaba cada día para hablar con Tomás y con su amiga, casi sin darse cuenta se habían vuelto las mejores amigas en poco tiempo, sin embargo Eric, rara vez llamaba, y cada vez que hablaban era para discutir, a él le molestaba que no le apoyara en su carrera, no entendía que no pudiera dejar un par de días a su padre para acompañarlo, ella respondió que no dejaría a su padre ni por todo el oro del mundo.
—¿Cree usted que sería posible trasladarlo a Málaga?—preguntó al doctor—Yo sé que puede ser arriesgado pero verá usted, aquí no tenemos a nadie y ya que el final de mi padre está cerca, le gustaría estar en su tierra.
—Dada la situación del paciente, sería muy delicado hacerlo, pero no es imposible, entiendo que su deseo sea volver a casa. Lo trasladaremos en cuanto sea posible.
Tres días después, llegaron a Málaga, Alma a ver a sus amigos no pudo evitar derrumbarse, estaban Andy y Luisa esperándola.
—Gracias por estar aquí, no sabéis lo que significa que estéis conmigo.
—Lo entendemos cariño—la abrazó Luisa con ternura, era lo más cercano a una madre que había tenido—Ya no vas a tener que estar sola en un lugar desconocido, estás en casa.
—Gracias Luisa ¿Queréis pasar a verlo?
—Claro que sí, si el médico lo permite—respondió Luisa.
—Sí podéis, ya está todo hecho—se encogió de hombros—Puede durar días o meses, mientras su corazón funcione…—Alma se disculpó, su móvil estaba sonando.
—Hola ¿Qué tal?—era Alina.
—Hola, aquí vamos, ya estamos en Málaga, al menos estamos en nuestra tierra.
—Me alegro mucho, ya tendrás más compañía. ¿Y Tomás?
—Dormido, es lo mejor, así no sufre, debe ser horrible la sensación de que te vas a morir y no puedes hacer nada por evitarlo…—se aclaró la garganta—¿Y tú que tal estás?
—Te mentiría si te dijera que bien.
—¿Es Derek verdad?—la chica no contestó pero no hizo falta—Ese tío sólo te quiere cuando a él le conviene, creo que deberías dejarlo definitivamente, te mereces a alguien mejor.
—Lo sé, pero es que simplemente no puedo. ¿Te importaría si cambiáramos de tema? ¿Qué tal con Eric?
—¡Eso no es cambiar de tema!—la riñó cariñosamente—Llevo sin saber nada de él desde hace cinco días, me imagino que estará ocupado, no lo sé.
—¿Quieres un consejo? Deberías dejarlo, tú te mereces a alguien mejor.
—¡Uy que lista! ¿Lo has pensado tu solita o te han tenido que ayudar?—se burló—¿Sabes lo que te digo? Haz lo que yo diga y no lo que yo haga—ambas se rieron de sus ocurrencias, bastante falta les hacía.
Siguieron hablando unos minutos más mientras intentaban consolarse la una a la otra. Sí, definitivamente habían hecho una amistad tan buena que dudaban mucho que se pudiera romper.
Cinco meses después…
Tomás finalmente estuvo sedado todo el tiempo desde que estaba en Málaga, Alma lo agradecía pero a veces echaba de menos que su padre le hablara y la mirara con sus pequeños ojos llenos de amor. Un día tocaron a la puerta de la habitación, a Alma no le dio tiempo a contestar cuando una joven rubita abrió la puerta.
—¿Se puede?—preguntó sonriente.
—¡Alina!—se sorprendió muchísimo al verla allí—¡Me alegro mucho de verte!—la abrazó fuerte—¿Cuándo has llegado?
—Llegamos ayer mismo a Jerez, y esta mañana decidí venir a ver a tu padre y a ti por supuesto—se acercó a la cama donde se encontraba un consumido Tomás y no pudo evitar las lágrimas al verlo así—No parece el mismo hombre que conocí ¡Estaba tan lleno de vida!
—Lo sé, ya no aguanto más, me siento mala persona por desear que descanse para siempre, para que deje de sufrir.
—Es lógico, no es ser mala, sólo quieres que deje de estar mal. La verdad es que venía a decirte algo, probablemente no aceptes, pero dada la cercanía… ¿Te gustaría ir a ver a Eric a Jerez? Te prometo que iremos y volveremos en el mismo día para que no estés una noche sin acompañar a tu padre.
—No sé si es buena idea, he estado siguiendo las carreras, está en su mejor momento, lo gana todo, me imagino que está tan contento que ni siquiera ha tenido tiempo de llamarme, a lo mejor ya se ha olvidado de mí—murmuró con resignación.