—¿Qué estás haciendo tú aquí?—preguntó sorprendido, miró a su alrededor o más bien miró a su agradable compañía en forma de rubia de cuerpo escultural.
—¡Eso es lo que yo me estoy preguntando en este momento! ¿Qué se supone que tengo que hacer ahora? ¿Matarte? ¿Matarme yo por tonta y ciega?—sus gritos atrajeron a algunos curiosos.
—¿Y qué querías que hiciera? ¿Esperarte toda la vida? No cariño, de eso nada. Está bastante claro cuáles son tus prioridades… Y ahora como puedes comprobar, estoy ocupado—le hizo un gesto para que abandonara la habitación—Ojalá algún día despiertes y te des cuenta de cuánto perdiste.
Nadie se merecía una humillación así ¿Cómo podía haber querido a una rata traidora como Eric? Tenía que hacer algo para poder mitigar su dolorido orgullo, aunque sólo fuera un poquito.
Le pidió despedirse, un último beso, sólo eso, él accedió gustoso con una sonrisita en el rostro. Se acercó lentamente a Eric, se abrazó a su cuello mientras él tenía el descaro de apretujarla contra su cuerpo. Finalmente le dio el beso de despedida, al terminar, ambos se miraron a los ojos como si nada hubiera pasado, pero una sonrisa malvada se dibujó en la cara de Alma y seguidamente levantó una de sus rodillas impactando directamente en la entrepierna de él.
—¡Ahora si quieres podéis seguir con lo vuestro! Nena—le habló a la rubia que no entendía nada—No creo que te pueda ser muy útil hasta dentro de bastante tiempo, te lo digo por experiencia, muy mala, por cierto.
Dejando a todo el mundo boquiabierto, incluidos Alina y su hermano, salió muy tranquila de la pequeña habitación. Cuando llegó a la zona de desayuno, se sintió desfallecer.
—Necesito sentarme o me desmayaré—murmuró para sí.
—¿Estás bien?—le preguntó un jovencito moreno de ojos claros.
—Sí, tranquilo—al levantar la vista pudo verlo. Le recordaba mucho a alguien—Es una tontería lo que voy a decir, pero ¿Nos conocemos?
—No recuerdo haber tenido ese placer, me llamo Bradley…Nowak—se presentó. Al ver que ella lo miraba sorprendida, le aclaró—Soy su hijo—señaló a su padre con un movimiento de cabeza.
—No me lo puedo creer…—Alina jamás le había comentado nada de que tenía un sobrino—Eres demasiado…mayor para serlo.
—Sólo tengo trece años, aunque te pueda parecer que tenga alguno más—él mismo se sonrojó al decir aquello.
—Yo soy Alma, soy una buena amiga de ¿Tu tía?—le seguía sonando raro.
—¡Ah sí que tu eres la amiga española de Alina! No para de hablar de vos. A mi papá lo sacás de quicio, eso me gusta.
—Vaya…parece que soy bastante conocida por aquí, pero ya no creo que vuelva a poner un pie en este sitio…
—No…que mal…—el joven clavó a la perfección la sonrisa fría de su padre—El imbécil de allá dentro era tu novio ¿No es cierto? Y por motivos más que evidentes ya no lo es.
—Más o menos sí… Bueno Bradley me ha encantado conocerte, pero ya no tengo que hacer nada aquí—ambos se pusieron de pie y siendo tan joven, Bradley le sacaba una cabeza.
—Es una pena…—el chico se desanimó bastante.
Pero antes de que ella siguiera su rumbo, se interpuso en el camino de Alma y le plantó dos besos, ella se quedó de piedra.
—¿Así se despiden acá, no?—ella asintió—Pues eso, adiós Alma, espero que nos volvamos a ver.
Ahora sí, siguió andando hasta que salió del circuito, no se dio cuenta de que no podía volver sin Alina, era con su coche con el que habían llegado hasta ahí, decidió mandarle un mensaje, y al cabo de un rato llegó la joven rubia bastante sofocada.
—Lo siento, no debería de haberte insistido en que vinieras—se lamentó.
—¡Bromeas! Si algo tengo que hacer es darte las gracias por haberme abierto los ojos. No te niego que me duele la traición, pero no sé porque no siento nada más que eso—ambas subieron al coche y se dispusieron a volver a Málaga.
—Quizás no lo querías tanto como tú creías.
—Si hay algo de lo que estoy segura es de que yo lo quería y mucho. Hubiera sido capaz de besar el suelo por el que pisaba… Pero tal vez el no vernos, no hablar en tanto tiempo, enfrió nuestra relación. Yo ya sospechaba que algo así pasaría, al fin y al cabo, yo soy poca cosa ahora que él está en la élite—sin darse cuenta se hundió en el asiento.
—¿¡Perdona!?—Alina apartó la mirada por un momento de la carretera y la posó sobre ella—¡Tú vales un montón! Y si ese capullo—ambas sonrieron al recordar como ella había aprendido esa palabra—No se ha dado cuenta de eso, es que el pobre está bastante perdido en la vida. Tú te mereces alguien que te valore y que esté dispuesto a comprenderte.
—Alina ¿Te he dicho alguna vez que eres la mejor animadora que he tenido jamás?—la chica sonrió—Pero me has estado ocultando información—dijo por lo bajini.
—¿De qué información hablas?—se extrañó.
—He conocido a un niño que no lo parece en absoluto, que dice ser tu sobrino ¿O es que me ha tomado el pelo?
—Cierto, no te lo había contado, lo siento—se sentía mal realmente—Yahir me lo prohibió terminantemente, no quiere que lo vaya gritando a los cuatro vientos.