Horas después llegó al aeropuerto de Madrid, en un par de horas más saldría el vuelo hacia Málaga, mientras tanto fue a comer algo, estando sentada en la cafetería, se dio cuenta que apenas faltaba una semana para Navidad, si de por sí nunca le había gustado esta festividad, ahora que faltaba su padre menos aún. Una vez dio cuenta de un más que dudoso sándwich y un refresco, fue a sentarse a esperar hasta que tuviera que embarcar de nuevo.
—Hola Alma—una voz masculina que conocía a la perfección la reclamaba.
—Hola Eric—se limitó a responder, no quería saber nada de él pero su padre no crió a una mal educada.
—¿Cómo estás? Me enteré de lo de tu padre y… en fin, lo siento, Tomás era un gran hombre, siempre se portó muy bien conmigo.
—Gracias, estoy bien ¿Y tú qué tal? Por cierto felicidades, al final cumpliste tu sueño, campeón. Lástima que por conseguir tu sueño perdiste otras cosas por el camino—Alma se levantó y empezó a caminar en dirección al baño, sólo así se podrá deshacer de él.
—Alma, lo siento, créeme, nunca quise hacerte daño—consiguió alcanzarla y caminaba hacia atrás ya que ella no se detenía.
—Ya se ve que no querías hacerme daño ¡Tenía más cuernos que el padre de Bambi! Lo siento pero no quiero seguir escuchándote.
—¿A dónde vas?—preguntó curioso.
—Voy a casa, he estado de viaje, ya sabes, demasiadas desilusiones juntas, necesitaba desconectar, y ahora si no te importa, quiero estar sola.
Eric respetó su decisión y la dejó ir, al fin y al cabo no tardaría demasiado en volver a verla.
Una vez en el avión, Alma no se podía creer su mala suerte, Eric iba también para Málaga pero no le preguntó para qué, francamente a ella le importaba poco. Estuvo incordiándole todo el viaje, pero ella lo ignoró. Cuando aterrizaron salió literalmente corriendo para no tener que volver a toparse con él, y lo consiguió... más o menos.
—¡Andy!—gritaba y corría hacia su mejor amigo.
—Hola Alma ¡Vaya te veo muy bien! Parece que en los Países Bajos te han tratado muy bien y...—el muchacho desvió la mirada un segundo y entonces lo vio.
Al ver el gesto cambiante de Andy, se preocupó, pero cuando se dio la vuelta y encontró a su amigo zarandeando a Eric, dejó su maleta abandonada y corrió a separarlos.
—¡Qué pensabas pedazo de mierda ¿Qué no te daría tu merecido?! ¡Eres un cabrón! ¿Cómo pudiste hacerle eso a Alma, eh? ¡Te voy a matar, capullo!
—¡Andy suéltalo por favor!—Eric no decía nada, sólo intentaba responder a los golpes que el malagueño le estaba asestando.
—¡Alma, quítate! No he terminado de sacudirle a esta basura.
—¡No, no me voy a quitar! ¡Déjalo ya, no merece la pena, todos nos están mirando!—al fin consiguió que Andy la mirara, lo tranquilizó y le pidió que fuera recogiendo sus cosas, enseguida lo alcanzaría—¡Oh Dios, Eric! ¡Lo siento! ¿Estás bien?—se preocupó sinceramente por su ex.
—Tranquila, me lo merecía—le respondió mientras intentaba limpiarse la sangre de la boca.
—Espera siéntate aquí—lo ayudó a incorporarse—No te muevas, enseguida vuelvo.
Él obedeció, mientras ella iba a buscar algo con lo que curarlo, al final fueron al servicio para no seguir llamando la atención. Tenía su cara llena de golpes y un ojo se le estaba empezando a cerrar, mientras lo curaba ninguno dijo nada, pero Eric la observaba con auténtica admiración, hasta que ella habló rompiendo el encanto.
—Quítate la camiseta—dijo con determinación.
—¿Qué?—se quedó perplejo con esa orden.
—Que te quites la camiseta, para ponerte una limpia, si sales así vas a asustar a la gente.
—Em… sí, es cierto—se quitó la camiseta, mientras Alma buscaba una limpia en la maleta de Eric, él no pudo evitar la tentación de sentarla en la encimera del lavabo y besarla.
Claramente la había echado de menos ¿Cómo pudo haberle hecho daño? Alma era la persona más maravillosa que había conocido, y seguía enamorado de ella.
Por su parte Alma, estaba demasiado sorprendida por ese gesto de Eric, nunca, jamás, había hecho algo tan extremo. Él era más de hacer los cariñitos en casa, reconoció que le gustó que hiciera eso, pero luego recordó todo lo que vino después y se apartó.
—Adiós Eric, cuídate.
Y sin decir más salió de allí hasta el coche de Andy que llevaba esperándola un rato.
—¡Por fin! ¿Qué estabas haciendo?
—El tonto, Andy, el tonto. Será mejor que vayamos a casa de una vez.
No hablaron mucho más en el camino hacia su casa, cuando llegó a su barrio se emocionó un poco ¡Cómo lo había echado de menos! Entonces fijó su mirada en el que fue el taller de su padre.
—Parece que la persona que lo compró lo va a volver a abrir—le aclaró Andy.
—Me alegro que al menos no va a cambiar demasiado ¿Sabes quién lo compró?
—No tengo ni idea, pero por lo que veo está intentando respetar lo más que puede la estructura, lo único que han instalado máquinas más modernas, se ve que al nuevo dueño le sobra el dinero—Alma no dijo nada, se limitó a subir a saludar a Luisa y después se fue a casa.