Al despertar, Alma notó una sensación extraña, abrió los ojos desorientada e intentó levantarse de la cama, pero no pudo hacerlo, algo la tenía agarrada, se giró y ahí estaba Eric. Tenía que ser sincera consigo misma, aún sentía algo por él, y su comportamiento de la noche anterior ayudó a alimentar la ilusión que volvía a tener. Era la primera vez en meses que sentía que todo estaba como debía ser. Eric empezó a despertarse y ella se hizo la dormida, sabía que se iba a burlar de ella.
Medio dormido aún, abrió los ojos y creyó que había muerto y que definitivamente estaba en el cielo, Alma estaba dormida a su lado, sabía que era su oportunidad y la besó en los labios, ella gruñó y abrió los ojos.
—Hola valiente ¿Has dormido bien?—preguntó el con sorna.
—Nooo…—respondió con tono lastimero—Y es por tu culpa, esta me la pagas.
—Cuando quieras y como quieras—la besó rápidamente—¿Quieres desayunar?—ella asintió y no respondió de viva voz por el hecho de que la había besado dos veces en menos de un minuto—Está bien, no te muevas de ahí, empezaré pagando mi cruel condena.
En unos minutos tenía tostadas quemadas tal y como le gustaban, café y zumo.
—¡Está buenísimo! Desde luego esto sí que es un desayuno con diamantes ¡Vaya lujo! ¿Tú no desayunas o qué?
—Ya lo he hecho, y créeme me das envidia, yo desayuno un zumo que está asqueroso y fruta.
—Oh, que penita—apartó la bandeja de la cama y le revolvió el pelo—con aquel sencillo gesto Eric fue feliz, tenía la sensación de que ambos iban por el camino correcto.
—Te tengo un regalo—él la miró perplejo, sabía perfectamente que Alma odiaba esa fecha tan señalada—No me mires así ¿Es Navidad no? Mi regalo es, que te perdono.
Sin duda era el mejor regalo que podía tener y que llevaba buscando meses, ella quiso continuar, pero no pudo, Eric se lanzó encima de ella y esa vez sí que la besó con una pasión desmedida, Alma no esperaba esa reacción pero estaba cansada de luchar contra su corazón y se dejó besar.
—No sabes lo feliz que me haces, de verdad no tienes ni idea. Te quiero y no pienso dejarte ir otra vez, te lo prometo.
—Creo que vas un poco rápido, he dicho que te perdono, pero no que vayamos a estar juntos de nuevo, no por ahora. ¡Entiéndeme! Aún me duele todo lo que pasó.
—No importa, día a día te voy a conquistar, ya lo verás. De hecho cuando éramos niños nos odiábamos a muerte y después mira lo que pasó. Ahora por lo menos no me odias, no voy a dejar de luchar.
¡Sería tan fácil creerle! Deseaba decirle que sí, que quería estar con él pero quería ser cauta, en cuanto empezara la temporada volvería a pasar lo mismo que el año anterior, y no quería sufrir más. De momento serían amigos y después ya vería.
Pasaron la mayor parte de la Navidad juntos, pero Eric no volvió a quedarse a dormir con ella, quién evitaba la tentación evitaba el peligro. Andy siempre lo miraba mal, por más que su amiga le decía, a él seguía sin gustarle. Finalmente llegó el 18 de Enero, el día que Eric empezaba la pretemporada en Jerez.
—Ven conmigo, te prometo que nada de lo que pasó el año pasado se va a repetir, por favor acompáñame.
—Jerez me trae malos recuerdos Eric, no quiero tentar a la suerte—se levantó del sofá, caminó hasta la ventana y observaba el mar revuelto.
—No quiero insistirte, me haría mucha ilusión que vinieras, pero si no quieres, no te voy a obligar, ni me voy a enfadar—se acercó hasta ella y la abrazó por detrás—Te llamaré en cuanto llegue.
Eric se fue de casa, ni siquiera lo retuvo, estuvo toda la noche pensando en que debía hacer, a la luz del alba tomó una decisión.
No recordaba que de Málaga a Jerez se tardara tanto, la lluvia no ayudaba demasiado pero Alma quería sorprender a Eric, sólo esperaba que esta vez todo saliera bien. Al llegar al circuito, pagó el taxi y se encaminó hasta los camiones de los equipos, técnicamente no tenía permiso para estar ahí, pero al final consiguió colarse hasta llegar al paddock, y una vez allí empezó a buscar el equipo de Eric. Cuando lo encontró intentó pasar, pero el personal del equipo no lo permitía, hasta que uno de los mecánicos la reconoció, era la chica que el año pasado le gritaba a Eric, y entonces medió para dejarla pasar. Eric estaba de espaldas a ella, concentrado en escuchar muy bien a su jefe de mecánicos, esperó a que se quedara solo y entonces se acercó por detrás.
—¡Sorpresa! Esta vez creo que me ha salido bien ¿No?—Eric se dio la vuelta.
—¿De verdad estás aquí? ¡Gracias por venir!—comprobó que no había nadie y la besó—¡Estás empapada! Vamos al camión, ahí tengo ropa seca.
—No pasa nada, es sólo agua Eric, pero ahora que lo dices igual sí que hace un poco de frío.
Mientras se dirigían al camión Alma escuchó su nombre seguidos de unos pasos que se dirigían hacia ella, esa no podía ser otra que su amiga del alma.
—¡Alina, cuanto me alegro de verte! Te echado de menos.
—Y yo a ti pero…Últimamente estás un poco desaparecida—miró a Eric con cara de pocos amigos—Tenemos que hablar y ponernos al día.
—Eso está hecho, luego te llamo y nos ponemos de acuerdo—Alma estornudó—Será mejor que luego hablemos ¡Me estoy congelando! Ah por cierto, da recuerdos a tu tíos, a Bradley y Gladis de mi parte, diles que también los echo de menos.