Mi querido tulipán ( Bilogía Familia #1) (2015)

CAPÍTULO 20

Ya lo tenía todo recogido, en el fondo le daba pena irse pero era consciente que debía volver a casa. Cuando cerró la maleta, él apareció en la cabaña.

—Parece que tienes algo de prisa ¿No?—comentó molesto.

—Hago lo que tengo que hacer, una promesa es una promesa. Tú has cumplido tu parte y yo la mía, no tengo nada más que hacer aquí.

—Te equivocas, sí tienes que hacer algo más—tenía que retenerla de alguna manera, esta vez no se podía ir sin saberlo todo—Marta está un poco deprimida, tú tienes un don para resucitar muertos, si no mírame a mí. No pierdes nada por intentarlo.

—Me quedaré, pero no aquí, te devuelvo tu intimidad—cogió su maleta y se dirigió a la casa, se quedaría un tiempo más.

Días más tarde Alma había conseguido que Marta abandonara la casa, había vuelto a cuidar de sus flores y la joven española la acompañaba. Le agradaba mucho su compañía y a su vez aprendía algo de jardinería.

Melissa salió de casa y las encontró riendo, y en vez de alegrarse porque su madre estaba mejor, se enfadó.

—¿Qué pretendes con mi madre, me la vas a quitar?—le gritó—¿Y tú qué, mamá? Te encanta recoger huerfanitos ¿No?

—¡Me tienes hasta las narices niña! Yo no te he hecho nada y siempre estás metiéndote conmigo, pero deberías respetar a tu madre al menos. Eres una niña mimada caprichosa y consentida, piensas que todos tenemos que besar por donde tú pisas, pero ¿Sabes qué? Estás muy equivocada.

—Yo no os necesito, tengo a Feder y al resto de mis amigos, ellos son mi familia. Que te diviertas cuidando a tu querida huerfanita—Alma quiso salir tras ella y arrancarle esos horribles mechones rojos, pero Marta la detuvo.

—No le hagas caso a Melissa, está celosa de ti.

—Pues no sé por qué, ella es tu hija, no yo. Tiene razón yo no tendría que estar aquí…

—Alma no digas eso, esta es tu casa, ya te lo había dicho antes, si Melissa se vuelve a meter contigo dímelo, hablaré con ella.

—Gracias Marta—la mujer la abrazó con ternura y se dio cuenta de que aquella criatura necesitaba cariño para poder curar sus heridas.

Después de cenar salió al jardín un momento y vio luz en la cabaña. Desde que se había curado no había ido a la casa apenas, ya no compartía la mesa con su familia y no sabía desde cuando, lo echaba de menos. Dio unos toquecitos en la puerta.

—Vecino, vengo a que me des un poco de azúcar—la vio allí pero no dijo nada—¿Puedo pasar?

—Sí, puedes—estaba serio muy serio—¡Cuánto tiempo!

—Pues sí—observó su gesto—¿Qué te pasa? Y no me puedes decir nada porque te conozco más de lo que tú crees. Así que venga, cuenta.

—Tengo que ir a entrenar de nuevo—soltó de golpe—Mañana saldré para Assen, el equipo me espera para el mes de Abril, curiosamente es la carrera de casa

—¡Eso es genial! Lo que no entiendo es esa cara de acelga pocha.

—Me habías llamado muchas cosas pero lo de acelga pocha, nunca—la observó y sabía de sobra que esperaba una respuesta—Estoy un poco preocupado, no sé si después de lo que pasó voy a ser capaz de volver al mismo nivel.

—Pues no te preocupes y desfrunce ese ceño—le pasó el dedo entre los ojos para quitarle las arrugas—Vas a ir mañana, te vas a esforzar todo lo que puedas y en todo el tiempo que queda hasta que vuelvas, vas a entrenar duro. Y como que soy hija del Manotas que vas a volver a ser el mismo.

—Ven conmigo—soltó de repente.

—¿Yo? No creo que sea buena idea, tienes todo mi apoyo, pero yo no vuelvo a pisar un circuito en la vida.

—Tú eres la confianza que me falta, por favor, ven. Es el último favor que te pido—la miró con ojos suplicantes. Algo dentro de él había cambiado, y ella era la responsable. No sólo su dura coraza había desaparecido, sino que también se estaba volviendo humano y con ello sus temores habían reaparecido.

—¿Cómo lo haces?—el muchacho se encogió de hombros dando a entender que no sabía de que estaba hablando—A veces pareces un tío duro, casi invencible, que no le importa lo que la gente diga y otras eres…Humano, tienes temores, inseguridades. Me desconciertas…—se levantó del sofá y se acercó hasta la vitrina donde él guardaba sus trofeos—Está bien, iré, porque lo necesitas.

—Gracias—estaba justo detrás de ella—Te debo mucho, Alma, demasiado…—ella dejó de darle la espalda y en ese momento sintió un escalofrío al sentir como le colocaba un mechón de pelo rebelde tras la oreja, mientras la miraba fijamente con sus ojos claros.

—Es tarde, será mejor que me vaya—se encaminó rápidamente a la salida.

—A las ocho saldremos, buenas noches—ella no le respondió y salió de allí medio mareada, y por primera vez en mucho tiempo Yahir se sentía confuso.

A la mañana siguiente, ambos fueron puntuales, era un viaje de unas dos horas aproximadamente, no debían llevar nada, ya que el piloto se encargó de que todo estuviera preparado en Assen. No hablaron demasiado ya que, debido a la pésima noche que había pasado la joven, ésta se durmió a los pocos minutos de ponerse en marcha.

El día en Assen era espléndido, no había ni una sola nube en el cielo, el sol brillaba con fuerza, la temperatura era agradable, era el día perfecto para volver a subirse a una moto.




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