—Buenos días—Alma llegó a desayunar y sólo Alina estaba en la mesa.
—¡Oh, vaya! ¿Me hablas a mí?—respondió la neerlandesa.
—¿Qué tripa se te ha roto?—preguntó molesta.
—¿Qué significa eso?
—Que te pasa, eso es lo que significa ¿Qué te pasa conmigo Alina?
—Nada, que llevas días de un lado a otro con ese amigo tuyo, el tal Marco, no hay quien te vea y eso que vivimos en la misma casa ¿Fue con él con quién estuviste ayer todo el día?
—No, no fue con él ¿Por qué te enfadas? Eres mi mejor amiga y eso no va a cambiar.
—Entonces si no estuviste con él ¿Dónde fuiste? No dijiste nada, estábamos preocupados.
—De viaje relámpago…a Assen—removió el café con la cucharilla.
—¿Estuviste en Assen?—gritó sorprendida—Ya me podrías haber avisado, imagino cómo debe de estar mi hermano de contento.
—Sí, lo estaba—sonrió mientras recordaba su momento de efusividad.
—¿Ha hablado contigo ya?
—No sabía que tenía que hablar conmigo de algo ¿De qué?
—Buenos días chicas—Marta llegó y las interrumpió—Alina ¿Sabes que le pasa a tu prima?
—No, que yo sepa no le pasa nada ¿Por qué?
—La noto extraña, creo que está enferma, sería mejor que me quede con ella, últimamente la tengo muy descuidada.
—No te preocupes Marta, yo me quedaré con ella—se ofreció Alma.
—Gracias hija, me quedo bastante más tranquila. Alina necesito que hoy vengas conmigo, mi secretaria ha desertado y si me haces el favor, me salvas la vida.
—De acuerdo tía—subió a por su bolso y bajó de nuevo—¿Ves a lo que me refiero con que hay que apoyar a la familia?—las tres se echaron a reír—Que te sea leve cuidar de la princesita.
Ellas se fueron al fin, y Alma decidió subir algo de desayunar a Melissa, tocó a la puerta, pero nadie respondió, temiéndose lo peor entró sin más y comenzó a llamarla.
—Tranquila, no me he matado—se incorporó en la cama.
—Traigo el desayuno—dejó la bandeja encima de la mesita—¿Cómo te encuentras?
—No quiero hablar de eso, no quiero parecer borde pero, quiero estar sola.
—Entiendo, pero no es bueno que estés sola, no puedes permitir que ese capullo te arruine la vida.
—Ya me la ha arruinado ¿No lo ves?—se levantó de la cama de un salto.
—Escúchame—la cogió por los hombros y la sentó—No te digo que hagas como que no ha pasado nada, pero tampoco puedes echarte a perder. ¡Eres muy joven! Tienes toda la vida por delante, tienes que salir adelante, no puedes quedarte aquí encerrada eternamente.
—Eso es lo único que quiero, quedarme aquí para siempre, para que nadie me vuelva a hacer daño.
—¿No ves que con esta actitud ya te estás haciendo daño? Abre los ojos Melissa, necesitas reflexionar para asimilar todo esto, pero después de un tiempo, debes volver a tu vida. No sé, podías entrar en la universidad, estudiar algo que te guste, ser lo que tú quieras—Melissa guardó silencio—Por esta vez, tú ganas, te dejaré sola, pero más te vale que me dejes el plato del desayuno limpio.
Después de salir de la habitación de Melissa, fue a la cocina para ayudar a Gladis, pero la mujer parecía haber salido. Estaba aburrida y no podía abandonar la casa, no quería dejar a Melissa sola, así que salió al jardín. El día era bastante soleado y no hacía demasiado frío, paseó viendo los tulipanes que tanto cuidaba Marta, eran preciosos y había de múltiples colores, sus favoritos eran los naranjas.
A lo lejos, vio a alguien parado en la verja, pero no podía distinguir nada así que decidió acercarse. Cuando reconoció la silueta de aquel hombre, sintió como la adrenalina y la rabia se acumulaba en sus venas.
—¿Qué haces aquí maldito violador?—abrió la puerta y se lanzó contra él, cosa que Feder no esperaba.
Intentó empujarlo, pero él era mucho más corpulento que ella, Alma le abofeteó pero el neerlandés le devolvió la bofetada y la derribó. No le tenía miedo, así que se volvió a levantar e intentó darle una patada, pero el hombre la esquivó y la cogió por el cuello. Le gritaba cosas que ella no podía entender, se le estaba acabando el aire, pensó que se iba a morir allí mismo. Cuando pensaba que ya no podía más, notó como la soltó bruscamente, abrió los ojos y lo vio correr calle abajo, alzó la mirada y lo vio, él había llegado en el momento más oportuno.
—¿Estás bien?—la ayudó a levantarse del suelo.
—Sí… ¡Pensaba que iba a matarme! ¡Está loco!—después comenzó a toser.
—¿Ese no es el novio de Melissa?—ambos iban caminando hacia la casa.
—Más bien lo era, por cierto, gracias, siempre sabes cuándo aparecer—le dolía la cabeza y se tocó, notó algo pringoso y vio que era sangre—Necesito que me hagas un favor, no dejes que me caiga al suelo—no supo porque dijo eso hasta que no la vio desplomarse ante sus ojos.
Afortunadamente la atrapó a tiempo para que no volviera a golpearse y la llevó a la cabaña. No tenía ni idea de que debía hacer y para colmo no había nadie en casa que pudiese ayudarlo, mientras pensaba si llamar al médico o seguir maldiciendo, Alma despertó.