—Mamá ¿Te ocurre algo? Estás pálida—preguntó Melissa.
—Creo que deberías sentarte Marta—dijo Alma ofreciéndole su lugar en la cama de su hija.
La mujer miró a las chicas, su relación había mejorado bastante, estaba feliz por ello, Alma sería muy buena influencia para Melissa.
—¿Qué os ha pasado?—se interesó por ambas jóvenes y sus heridas—¿Estáis bien?
—Nos atracaron—mintió Alma—Bueno más bien, lo intentaron, tranquila estamos de lujo—ambas le sonrieron.
—Oye mamá ¿Dónde compraste mi colgante?—la joven alzó su colgante separándolo del otro—¿En España tal vez?—su madre lo miró pero no respondió—Tiene que ser eso porque Alma tiene otro igual al mío.
—No tengo ni idea de donde salió—prosiguió Alma—Sólo sé que lleva conmigo toda mi vida.
—Me gustaría hablar contigo Alma ¿Puedes esperarme en el despacho? No tardaré.
—Sí, claro. Nos vemos, Mel—salió de la habitación inmediatamente.
—¿Qué está pasando mamá? Todo esto es muy raro.
—Melissa cariño...—la abrazó en busca de algo de fuerza, la iba a necesitar.
Marta bajó las escaleras intentando ordenar sus pensamientos y sus sentimientos, pero ahora ya no podría dar marcha atrás, como doctora de la psique humana quiso creer que podía ayudarla en algo.
—Marta ¿Qué es lo que pasa?—estaba esperándola en el pequeño sofá del despacho.
—Alma, tengo que decirte algo importante…Me gustaría que escucharas sin que te hagas ideas preconcebidas ni me juzgues por favor, te prometo que cualquier pregunta que tengas te la resolveré—Marta tomó asiento a su lado.
—Vale, me estás asustando. ¿He hecho algo mal? Si lo que quieres decirme es que debo irme de aquí, hazlo, no me voy a enfadar, estás en todo tu derecho.
—No cariño, ahora menos que nunca quiero que te vayas—le puso una mano sobre la mejilla, mientras la acariciaba, sus ojos se llenaron de lágrimas—Quiero contarte una historia…la mía.
—Ya me habías hablado algo de ella, es un poco triste pero el final fue feliz ¿No? Eso es lo que importa ¡No llores por eso!—la abrazó para consolarla.
—El final fue agridulce hija, pero en los últimos meses se ha convertido en uno casi radiante.
—¡Vas hacerme llorar Marta!—exclamó mientras se limpiaba unas tímidas lágrimas que asomaban a sus ojos—Cuéntame lo que tú quieras, yo estoy aquí para escucharte e intentar comprenderte.
—Todo empezó hace unos veinticinco años—Marta se aclaró la garganta—Yo vivía en Barcelona pero pasaba los meses de verano en la costa, más concretamente en Málaga. Conocí a un chico, la noche de las hogueras de San Juan. Enseguida me encapriché de él, yo tenía dieciséis años y era muy enamoradiza, el tenía veintitrés, a esas edades el mundo es maravilloso y no se piensa en el mañana. Nos veíamos a menudo, él trabajaba en uno de los chiringuitos y yo estaba cada día en la playa con mis primas sólo por verlo. Me encantaba cuando sonreía ¡Era lo más sexy que yo había conocido!
—¿Qué pasó con el chico del chiringuito?
—Yo sabía que él iba con otras chicas, ellas eran guapas, simpáticas y mayores que yo, me dolía mucho. Un día me decidí a hablar con él y quedamos en salir esa noche, me escapé de casa…por él. Fuimos a la playa y yo le confesé mis sentimientos. ¡Todo era perfecto! Había luna llena, la brisa olía a sal y él me besó. Fue mi primer beso Alma, yo me sentía eufórica y se lo devolví, después él me dijo que yo era una buena chica y no tenía por qué amarlo, insinúo que él no era para nada el adecuado, pero a mí no me importaba, lo callé con otro beso. Después una cosa llevó a la otra y…Él fue el primer hombre en mi vida. El resto del verano seguimos viéndonos de la misma manera—se sonrojó al recordarlo, en cambio Alma cada vez entendía menos—En Septiembre volví a Barcelona, fue una de las cosas más difíciles que había hecho en mi vida hasta ese momento. Semanas después descubrí que estaba embarazada ¡Yo era una niña! Me asusté mucho, no sabía cómo decírselo a mis padres, era una deshonra para ellos, al final se enteraron y pusieron el grito en el cielo. Llamé al padre del bebé para informarle, al principio no supo que decir pero luego fue valiente y vino hasta Barcelona para hacerse cargo de mí y de nuestro hijo—Marta hizo una pausa y tragó saliva—Meses después di a luz a una niña, ella era hermosa, tenía un pelo negro espesísimo y los ojos más oscuros que había visto en mi vida. Cuando volvimos a casa y empezamos a pensar en qué íbamos a hacer, me di cuenta de que no estaba preparada para ser madre y…huí. Dejé a mi hija con apenas unos días de vida… Alma, tú eres esa niña, y no sabes lo que me arrepentí de haberlo hecho, aún lo hago. Soy tu madre, esa es la verdad, lo descubrí el día de tu cumpleaños al ver ese colgante que yo misma dejé en tu cuna…Esa es la razón de todo lo que me pasó después.
—No…eso no puede ser… ¡Tú no puedes ser mi madre!—se levantó del sofá y caminó por la estancia—Seguramente estés confundida, sí, seguro que es eso.
—No Alma no, no estoy equivocada, todo encaja, tu padre se llamaba Tomás, igual que el chico del que me enamoré hace tantos años, eres también de Málaga y esos ojos son los mismos que me miraban curiosos cuando di a luz, aunque la prueba definitiva es el colgante. Lo compré para Tomás y para mí, pero al final no lo utilizamos, una parte es tuya y otra de Melissa, jamás pensé que vería a mis dos hijas juntas.