📓 Diario de Lía – Entrada 2
16 de febrero
Hoy mamá me gritó que no soy más que una decepción.
No empezó así. Empezó con un “¿por qué no haces algo útil?”, y siguió con “estás cada día más grande, te lo juro”, como si yo no lo supiera, como si mi cuerpo no me doliera ya lo suficiente sin que ella le pusiera palabras. Y después vino el clásico combo: que estoy vaga, que no la ayudo, que ni siquiera tengo amigas porque “¿quién va a querer andar con una chica que vive escondida en la casa como una ermitaña?”.
No contesté. Solo me fui al cuarto, cerré la puerta con el seguro y me metí debajo de la sábana como si eso pudiera protegerme del mundo. Me latía el pecho como si alguien me estuviera pateando por dentro.
Así que fui a donde siempre voy cuando no puedo más: a mi estantería.
No tengo muchos libros. Pero los que tengo… los cuido como si fueran mis órganos vitales. Los ordeno por emociones, no por autores. Está la zona “me hacen llorar”, la zona “me devuelven la fe” y, mi favorita, la zona “me entienden sin conocerme”.
Ahí está Damián. Mi libro favorito en el universo.
No sé cómo explicarlo sin sonar exagerada, pero Damián me salvó muchas veces. La forma en que Alex Mirez escribe me hace sentir que alguien sí entiende lo que es romperse por dentro sin que nadie se dé cuenta. Lo leí por primera vez cuando tenía catorce, y desde entonces, lo he leído tantas veces que las páginas ya están marcadas con lágrimas.
Mi personaje favorito no es el protagonista, aunque lo amo. Es la que sufre en silencio. La que observa, la que no dice todo pero siente el triple. Esa que parece secundaria… pero sin ella, nada tendría sentido.
Hoy, mientras mi mamá seguía en la cocina, quejándose con sus amigas por teléfono como si yo no existiera, me recosté en la cama y abrí el libro en mi parte favorita:
> "A veces el dolor no grita. Solo se sienta contigo, se fuma tu aire y te hace dudar de que estás viva."
Lo subrayé la primera vez. Hoy lo volví a leer y me temblaron los dedos.
A veces siento que Alex escribió ese libro para mí. Que de alguna forma leyó lo que hay en mi cabeza, lo que me trago todos los días, y lo convirtió en historia. Ella escribe con rabia, con ternura, con verdad. Como si tuviera cicatrices parecidas.
Cuando leo sus palabras, no estoy sola.
Me gustaría poder escribirle. Decirle “gracias”. Contarle que cuando todo arde, sus personajes son mi agua. Que cuando mi mamá me llama “una carga”, yo abro Damián y me aferro a la idea de que las personas rotas también pueden tener una historia hermosa.
Me encantaría ser como ella. Escribir así. Que alguien me lea un día y diga: “Lía entendió lo que yo sentía”. Pero después pienso que nadie va a leer mis diarios. Que lo más probable es que un día terminen tirados en algún cajón. O tal vez... ni eso.
Hoy no escuché Stray Kids. No porque no quisiera, sino porque no podía. A veces cuando estoy así, tan triste que ni llorar me sale, solo me queda el silencio. Y los libros. Y este cuaderno.
¿Te das cuenta, diario? Vos sos como el personaje invisible de mi historia. El único que no me interrumpe. El único que no me juzga por lo que como, por cómo camino, por si tengo panza o no tengo ganas.
Mamá cree que leer todo el día es perder el tiempo. Pero si no leyera, ya me habría roto por dentro del todo.
Hay una frase de Alex que siempre me acuerdo. No está en el libro. La dijo en una entrevista o algo así. La guardé en mi celular, pero ya me la sé de memoria:
> "Escribir es como gritar sin hacer ruido."
Así me siento cada vez que abro este diario. Gritando. Pero bajito. Porque gritar de verdad... eso nadie lo quiere escuchar.
Ya es de noche. Mamá no me ha vuelto a hablar desde la pelea. Supongo que mañana actuará como si nada pasó. Y yo también. Porque ya aprendí que en esta casa, si decís lo que sentís, te lo devuelven como un castigo.
Pero al menos hoy escribí. Y leí. Y me sentí un poco menos invisible.
Gracias, Alex. Por existir. Por escribir. Gracias Damián, por seguir ahí.
– Lía
Hola gracias por leer aquí está otro capítulo seguimos descubriendo de lia poco a poco besitos