Mi regalo

Prólogo

Era la hora del almuerzo, Dana estaba en la cafetería de la oficina, sola, en la mesa más alejada de todos. Comía sin mirar a los demás, concentrada en su teléfono tratando de liberar a Tonks del ataque de un dementor.

— Es más fácil si utilizas una poción. — Dijo una voz junto a ella haciéndola saltar.

Era Felipe, un compañero de oficina. “El nerd” como ella lo llamaba secretamente.

— ¿Juegas Wizards Unite? — Preguntó Dana, extrañada. *(Aplicación con temática de Harry Potter para jugar en el teléfono celular)

— No mucho. — Respondió él, sentándose a su lado sin esperar invitación. — Por donde vivo no hay una miserable posada para recargar energía. Así que sólo lo enciendo en el trayecto de la casa hacia aquí y viceversa, y aprovecho los semáforos en rojo para atrapar algo.

— Qué curioso. En realidad, no te veo como alguien que juegue a este tipo de cosas. — Dijo ella antes de dar un bocado a su emparedado.

— Y me imagino que me verás como un Ravenclaw.

— O eso, o un Gryffindor. — Respondió Dana asintiendo.

— Sorpresa… soy de los verdes. — Felipe le guiñó un ojo mientras cortaba un pedazo de su milanesa.

— ¿De verdad eres un Slytherin? — Dana abrió mucho los ojos.

— Según la página de J.K. Rowling sí, lo soy. ¿Y tú?

— ¡Oh wow! Nunca me lo hubiera imaginado ¡Tan bien portado que pareces ser! Yo soy Hufflepuff.

— -Amarillita. ¿Eh? ¿Quién lo diría? — Sonrió Felipe mientras seguía comiendo.

Terminaron de comer en silencio y Felipe se levantó de la mesa.

— Te veo luego. — Dijo alejándose.

Todo el resto de la semana, Felipe llegaba a sentarse en la misma mesa donde comía Dana quien, al principio se sentía un poco incómoda además de sorprendida, pero poco a poco se fue acostumbrando. Conversaban poco, pero lo que iba descubriendo de su compañero de trabajo, en esas cortas charlas, le agradaba.

— ¿Vas a ir a la fiesta navideña de la oficina? — Le preguntó Felipe un día.

— No, la navidad no es mi fecha del año favorita. — Respondió ella encogiéndose de hombros. — Siempre huyo de las fiestas y los adornos, el pinito y todas esas ridiculeces..

— Entiendo. — Asintió él sin hacer ni un comentario más sobre el tema.




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