Mi Relación con las Flechas de Cupido

Formando una vida

            Después de un dado descanso de algunos minutos, en los que tomamos agua y discutimos sobre los sucesos de la primera parte, nos reagrupamos nuevamente en nuestros respectivos puestos alrededor del señor y su esposa. Ya todos en sus puestos, y al tanto de que debíamos permanecer callados por la señal de silencio que nos indicó el cuentacuentos, se prosiguió con el relato.

            ―Lo que sigue será mi primera experiencia… o lo que pudo ser de ella.

            Dijo el hombre mientras se acomodaba mejor en su silla, que rechinaba al moverse.

            ―El por qué no la conté de primero…, es porque no me gusta hablar de ellos. Menos de ella y nuestra primera relación. Pero siempre he pensado que es parte importante en la historia, así que quería dejarla para después. También fue ella la razón por la que dejé de darle tanta importancia a las relaciones, por eso la alegría de mis padres en la primera parte… pero como ya saben, eso no me detuvo. Ni ella, ni las siguientes. Y dudo que ya algo lo pueda lograr. Fui, soy y seré feliz con mi esposa.

            Comentó el hombre tomando una de las manos de su esposa para acariciarla suave y lentamente.

            ―Cuando tenía dieciséis y estaba en la preparatoria formé mi primer grupo de amigos. Los que conservé por muchos años y que sigue, a día de hoy, creciendo de vez en cuando. Era bueno en los estudios; más que nada en los deportes y en las artes en general, aunque un poco regular en la música y natación. Simplemente no me llamaba la atención para aprenderlas, por lo que de vez en cuando me saltaba una que otra clase que no perjudicaran mi desempeño.

            Uno de esos años fui elegido por el comité disciplinario para el consejo estudiantil. Y poco después para dicho consejo como vice-presidente.

            Aquí es donde comienza nuestra historia… con ella. Con la presidenta. Y si hasta ahora se preguntan dónde vivía en aquellos tiempos… puedo decirles que en la ciudad de Tokyo, Japón, uno de los países más grandes que existen actualmente, o lo que ahora consideramos, Novo Japón, este mismo país. Pero que igual no hablaremos de él, ni de los países que actuales, ya que no es una lección de historia. Pero sí puedo decirles que soy mitad Nippon, Japones, y mitad Latinoamericano por parte de madre.

            Hablando un poco más de mí ya que entré al tema… sé hablar cinco idiomas y estoy actualmente retirado de mis trabajos como profesor y traductor. Ahora…, a lo que veníamos.

            La presidenta y yo nos volvimos cercanos en poco tiempo. Sí, ambos teníamos horarios apretados; las clases y las actividades de club nos tenían apretados, por lo que no podíamos tener una relación correcta... Eso no nos importó, por lo que seguimos trabajando mientras salíamos un rato por las noches. Quedábamos en cualquiera de nuestras casas para trabajar y pasar un rato a solas. Era una relación casi perfecta. Pero todo no comenzó allí, no. Debo comenzar contando desde más atrás… unos cuantos meses antes., hasta el inicio de clases de ese año. Al inicio de una de las tantas primaveras que más me han gustado, de muchas que he vivido. Y no lo digo por haberme enamorado a primera vista de una blanca joven de ojos café, con anteojos y de cabello negro largo y liso junto a una buena figura…, no. Todo se lo amerito a las amistades que a los pocos días de ingreso tras mi traslado fui formando. Mis amigos de Tokyo. Mis tardíos pero siempre-allí compañeros, aquellos con los que compartí muchos días festivos y aquellos que me traen felices recuerdos.

            Aquella primavera conocí a mis dos mejores amigos. En una pelea… ja. Pero tranquilos, era una pelea amistosa, una discusión, en el primer tiempo de receso del día, sobre quién se quedaría con quién y quién viviría en una serie de zombies que pasaban de temporada en la televisión. Fue muy gracioso. Estaban peleando por dos personas que al siguiente capítulo, el cual colocaron ese mismo momento, murieron dejándolos triste a ambos. Ninguno tuvo la razón y en esa misma hora después de ver el capítulo, a la segunda tanda de descanso, se disculparon.

            Me reí y se molestaron. Me presenté sin poder aguantar la risa y me disculpé detrás. Luego hablamos y hablamos sobre más series, dramas, películas y animaciones, que los tres veíamos. Nos llevábamos bien. Teníamos mucho en común y no solo por las series. También vivíamos cerca y cada día nos íbamos a casa juntos. Eso nos hizo volver mejores amigos en poco tiempo.




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