Mi Ruso Mafioso

Capítulo II

Después de dos semanas aguantando a mi horroroso jefe, dejándome pilas de manuscritos, textos por corregir, ediciones que revisar. Por fin, ha llegado el día que tanto he anhelado.

¡Mis vacaciones!

Afortunadamente, no dejé trabajo pendiente, el viernes presenté al menos dos posibles manuscritos para su publicación, en lo que pasa a edición y se negocia con el autor, puedo irme tranquila y sin preocupaciones. Estoy lista para el emocionante y tal vez excitante viaje a Rusia.

Bueno, lo estaría si mi amiga se apurara.

—Karla ¡Joder, apúrate!—suspiro mientras veo el reloj en mi muñeca—no quiero llegar tarde al aeropuerto.

—¡Ya voy!

Ese ya voy, me tiene harta, hace cinco minutos dijo lo mismo ruedo los ojos.

—¡Listo!

Veo a mi amiga bajando con sus enormes maletas, cuando se trata de viajar. Karla, siempre lleva entre dos o tres maletas, ¿por qué? La respuesta es sencilla. Una, es para los zapatos. Otra, para los zapatos. Y lleva una medio vacía, pero con espacio suficiente, para la nueva ropa que se comprará.

Ella suele tener más sentido que yo, en la moda.

—¿Llevas algún libro? ¿O algo para distraerte?—le pregunto, una vez que repaso la lista de lo que tenemos que llevar, culpa del TOC—te recuerdo que es un viaje de tres horas.

—Si, llevo varias cosas, hasta mi vibrador favorito en caso de que, me aburra y no consiga con quien follar en el baño del avión—bufo y ruedo los ojos, nunca sale sin su vibrador favorito—no me mires así, sabes que nunca salgo sin él

¿Lo ven?, vivo con una loca.

Como si tu estuvieras muy cuerda, Jones.

Bueno, en eso tiene un punto mi subconsciente metiche.

—Está bien—respondo, entonces lo recuerdo& Oye, ¿cerraste con llave el cuarto rojo? No quiero que la del aseo, vea ese cuarto y se lleve un susto, como la vecina que cuidó el apartamento el año pasado.

—Sí, la guardé en el cajón de tu escritorio que cierras bajo llave.

—¡Tenemos todo listo! ¡Vámonos!

—¡Rusos candentes, ahí te voy!

Me río, mientras niego con la cabeza. A veces me pregunto, si es a mi o a ella, a quien le falta más tornillos.

Salimos del edificio, donde el taxi que nos llevará al aeropuerto. Karla, se entretiene con las vistas de la ventanilla, mientras yo me pierdo en mis pensamientos.

Se preguntarán ¿vibradores, cuarto rojo?, así como lo leen.

Mi amiga y yo somos muy abiertas a la hora del sexo, nos gusta experimentar y abrir nuestros horizontes, pero, no el sentido de meternos o estar en una relación sadomasoquista.

Eso está fuera de nuestro alcance. Simplemente, es para darle más sabor al sexo, la idea de tener un cuarto rojo surgió, cuando vimos y leímos la trilogía de cincuenta sombras y vimos la película 365 DNI.

Al principio solamente teníamos vibradores, los habíamos comprado cuando cumplimos los diecinueve, los ocultábamos en cajas de zapatos viejas debajo de la cama, pero, cada vez que la señora del aseo venía a limpiar el apartamento. Se espantaba al ver lo que mi amiga y yo, guardábamos en las cajas que, había debajo de nuestras camas.

Salieron un poco traumadas. A raíz de que pasaba lo mismo, sumando, a cada vez que una de nosotras traía un hombre a la casa para darles uso a los juguetes, bueno, como dice la frase. Las paredes tienen oídos.

No dormíamos, por los gritos de una o de la otra. Hasta que un día sugerí que, si estaba dispuesta a tener un cuarto rojo, para todas nuestras citas sexuales, ella accedió. Meses después, de obras y construcciones. Nació nuestro cuarto rojo. Un cuarto que guarda todo tipo de cosas. Esposas, látigos, trajes con temáticas, vibradores, plugs, cuerdas y muchas más cosas. Ahora que lo pienso, mi amiga y yo, somos muy morbosas a la hora del sexo.

—¿En qué piensas?—La voz de Karla, me saca de mis pensamientos, despego mi frente del vidrio del taxi, para mirarla.

—En lo que este viaje nos prepara

—Te imaginas, ¿qué nos pase como en los libros o historias que leemos?

Oh, dios.

Aquí vamos de nuevo. Internamente, ruedo los ojos. Estoy a punto de responder, pero no me deja y se adelanta, chillando y brincando como niña pequeña.

—Ya sabes, de esas que cuando la chica viaja a un lugar, conoce al chico, se acuesta, luego se separan porque, ambos tienen que volver a sus vidas, meses después se reencuentran. El es su nuevo jefe y ella su empleada.

Ahora si lo hago, ruedos los ojos y bufo, tratando de no echarme a reír por las ideas locas que salen de su cabeza.

De nosotras dos, Karla, es la que suele ser más risueña y fantasiosa, en el fondo espera encontrar a alguien que sea como su príncipe azul, aunque no lo diga abiertamente.

—Como si esas cosas pasaran, Karla—lo admito, yo también he leído historias así, pero las mías se basan en un poco más de realismo. Me río por lo bajo y la miro—Escucha, si un día me pasa eso, juro que yo pagaré la cena durante todo un mes, ¿de acuerdo?

Extiendo mi mano, ella no duda en chocar la suya, cerrando nuestro trato.

—¡Hecho!, pero nunca digas nunca, hasta la misma vida te puede sorprender—dice con una sonrisa—deberías creer en el destino

—Sabes que no lo hago— recuesto de nuevo mi cabeza, en la ventana del taxi—he comprobado de primera mano, que el destino jamás me ha traído nada bueno

—Nunca es tarde para, volver a creer en él.

Me quedo en silencio mirando el paisaje, después de casi cuarenta y cinco minutos, llegamos al aeropuerto, le pagamos al taxista.

Nos acercamos al registro de las maletas, cuando todo está en orden. Pasamos por la revisión individual para pasar a la sala de abordaje, todo parece ir bien.

—Señorita, necesitamos revisar su bolsa—dice uno de los de seguridad, mirando a Karla—pase por aquí.

—¿Por qué?—pregunta mi amiga con el ceño fruncido—no tengo nada ilegal.

—Eso lo decidiremos nosotros—responde esta vez una mujer.

—Hemos encontrado, algo sospechoso en su bolsa y queremos garantizarnos que no represente un peligro para la aerolínea o los pasajeros




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.