Mi sueño americano

Prólogo

Estaba lloviendo cuando ocurrió; sumergida en un tsunami de emociones, los escuchaba, pero la chica parecía estar a kilómetros de distancia, los llantos no eran más que un eco sordo en la lejanía, las gotas contra el tejado se asemejaban a piedras tratando de llevar abajo su hogar, querían todo de vuelta, cada centavo, cada maldito granito: habían perdido su hogar.

Su madre yacía desconsolada en los brazos de Mario, el hermano del difunto. Lilian pensaba en el fallecido como un desconocido, un hombre extraño con el rostro idéntico a su padre, pero no era así, ¿verdad? Ella tenía la esperanza de que pronto aparecería por el marco de la puerta murmurando que el accidente en la carretera no había causado más que un tobillo torcido, él movería su bigote de lado a lado antes de estrechar a cada uno de sus hijos entre sus brazos para mover la muñeca en una señal de que pronto sanaría su herida. Él siempre había sido así, entre enfermedades, manos repletas de ampollas de días enteros trabajando en el campo, su padre solía ser el pilar de la familia, bromista, juguetón, optimista… y el haberlo enterrado tan solo unos días atrás le causaba un sentimiento indiferente de tristeza, él no se había ido, aseguraba la mayor de la familia; incluso sus hermanos menores habían reaccionado con la realidad, ella seguía siendo una sorda ante las noticias.

—¡Pero no tenemos dinero! — su madre la sacó del océano en el que se ahogaba con aquel grito, le pareció suficiente, era una escena verdaderamente inapropiada para sus hermanos. Lily se levantó del único sofá que poseían para tomar las manos de sus hermanos, quienes desconsolados observaban cómo quien les había dado la vida parecía querer despojarse de ella entre gritos y llantos.

—María… — la mayor de los hermanos nunca solía utilizar un tono severo con ellos, pero le parecía lo más prudente a causa del como ellos deseaban seguir mirando como su madre gritaba el repertorio de groserías que se había guardado durante tantos años, la chica la comprendía, ella también sentía la necesidad de sacar todo el coraje a los hombres dispuestos a dejarlos sin hogar, sin embargo, con todo atisbo de decencia permaneció neutral tapando los oídos del menor de los niños hasta que estuvieron en su respectiva habitación, única en la casa además de la principal perteneciente a sus pad… madre. Las paredes eran delgadas, pero al menos el ruido era amortiguado por la pequeña televisión que Lilian se aseguró en prender para dirigir la atención de sus hermanos a cualquier otra cosa y no al diablo que había poseído a su madre a un pasillo de distancia.

—¿Lily? ¿Viviremos en la calle? — los ojos más grandes de otra pequeña a su lado se enfocaron en ella. No sabía que respuesta dedicarle, a ciencia cierta lo más seguro es que su madre tendría que vender las únicas pertenencias importantes que tenían para bajar la deuda de su padre, además de por supuesto, olvidarse de su propio futuro cercano, se encontró enojada por ello, sus papeles ya habían estado preparados para mudarse a la capital del país en búsqueda de una beca universitaria, el simple pensamiento de sus planes arruinados hizo que sus nudillos se tornaran blancos, pero haría cualquier cosa por los cuatro hermanos en esa habitación.

—No, no, tía Greta nos ayudará. ­— aseguró eso pasando la mano por los risos alborotados de la niña, quien no se inmutó en lanzarle golpes en sus palmas como siempre lo hacía, toda la familia se encontraba de luto y sin ánimos de regresar a su rutina diaria.

—¡La tía no puede ayudarnos! — María, trece años, aún no sabía cuándo era apropiado seguir hablando —Todo el dinero está yendo para la escuela de…

—María.

—¡No puede!

—Bueno, yo si puedo. — miró al menor de la familia, tan solo con tres años no podría comprender en lo absoluto los problemas en los que ahora estaban metidos, perder a su padre, endeudarse hasta el punto de que su hogar se desvaneciera, no les daría ese futuro. —Hablaré con mamá, mi carrera puede esperar, no vamos a vivir en la calle.

Dejó a sus hermanos atrás con la primer promesa que cambiaría sus vidas por completo, cerró la puerta asegurándose de que su hermana, la más descarada, cuidara de los demás para ella poder iniciar el plan de conseguir dinero, aunque ciertamente como a cualquier otra chica, le dolía tener que posponer sus sueños.

Una vez que llegó a la sala se encontró con un demonio menos enfurecido, el rostro de su tío en una mueca extraña y un montón de papeles por la mesa, dio gracias a Dios porque los hombres egoístas que no se detendrían ni por dejar a una familia entera en la calle ya no estaban ahí; a penas le dedicó una sonrisa alentadora a su madre a la vez que ponía una mano sobre su hombro, eran tan parecidas físicamente pero tan distintas en lo emocional, quizá porque Lilian fuera menos madura y creía que todo eso era un mal sueño.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.