Mi Vampiro favorito. La sombra de Sol

2. SOL

Dos años antes.

 

Llevo días sintiéndome muy mal, voy a cumplir mis veintiún años mañana. Recorrimos casi todo el continente para venir a este lugar, que según papá, me curarán de mi enfermedad. Y aunque a simple vista parezco una chica normal; con mi gran estatura de uno setenta y cinco, mi hermosa cabellera castaño dorada con pequeños destellos de rojo, que hacen perfecta armonía con mi cuerpo lleno de pequeñas pecas, que para otros sería motivo de tristeza, para mi no lo son, porque siento que me hacen especial. Mis ojos de color amarillos, que en ocasiones cuando el dolor de cabeza empeora y mi temperatura sube, se vuelven rojos como la sangre, y que cubro con lentillas para que las personas no me miren como un bicho raro.  No lo soy, todo lo contrario, padezco de una enfermedad incurable, que me imposibilita llevar una vida normal.

Desde que tengo uso de razón, fui llevada de hospital en hospital. De poblado en poblado, visitando los más raros personajes que todos ofrecían curarme, pero al final, mi padre se molestaba, y nos marchábamos, alegando que eran unos farsantes. ¿Mi enfermedad? Todavía no sé cuál es, tampoco quiero saberlo; pues creo que tengo algo muy malo, mi dolor de cabeza y elevada temperatura, únicos síntomas que hasta ahora me aquejan, junto a botar sangre a cada rato de mi nariz, que nadie me ha dicho cómo aliviarlos. Me lo recuerdan a cada rato.

  Al fin amaneció, hoy visitaremos en la noche a esa clínica. No sé por qué debe de ser de noche, no me gusta. Aunque por complacer a mis padres, lo haré. Llevo días sintiéndome observada, antes y durante mi viaje, noto también a mis padres nerviosos. Y si a eso le agregamos que dormí con ellos en la cama, porque según papá, no existían más habitaciones disponibles, y no permitió que durmiera en el suelo como le ofrecí, me siento realmente asustada y agotada.

 El caso es, que tengo la sensación que tienen miedo de algo, aunque lo ocultan.  Anoche, después de llegar y subir, me acostaron en el medio de los dos, y se mantuvieron abrazados de mí. Hoy mamá no se me ha separado un momento, hasta al baño me acompaña.

—Mamá, ¿sucede algo? —pregunto al ver como se ha introducido en el baño conmigo y mira asustada para todas partes, incluso rueda la cortina del baño, para revisar si hay alguien.

—No, Sol, ¿por qué preguntas eso?

—No lo sé, tú y papá están muy nerviosos.

—Lo estamos, este poblado la gente es muy extraña.

—¿Extraña? ¿Qué quieres decir? No me lo pareció, todos nos sonreían amablemente.

—No te confundas Sol, solo estaban mirándote para ver si no tenías algo mal y si eras real.

—¿Qué quieres decir?

—Nada, nada, hija, no me hagas caso. Termina, tenemos que vestirte muy hermosa hoy.

—¿No vamos al médico? ¿Para qué debo vestirme hermoso?

—¿Olvidaste que es tu cumpleaños? Te compramos un hermoso vestido. Termina para que lo veas.

 Me lavo las manos ante su mirada. Me llama la atención que no tiene espejo. Todos los hoteles tienen uno. Salgo al ver la mirada impaciente de mi madre. En la cama, abierto hermosamente, un impresionante vestido blanco.

—Parece un vestido de novia, mamá.

—¿Por qué dices eso? Eres una niña pura, nunca has sido mancillada por las manos de un hombre. Quisimos regalarte este vestido— me dice con expresión de tristeza, que no sé, me parece fingida.

—Está hermoso, mamá, solo hice un comentario. ¿Me lo pruebo?

 Tomo el vestido, en verdad es de novia, observo la sonrisa de mamá ahora radiante, y me olvido de que lo es. Me lo pongo, justo a tiempo para ver asomar a mi papá. Se queda mirándome fijamente, para luego sonreír feliz. Se adelanta y me abraza, dándome un beso en ambas mejillas.

—Estás preciosa Sol, el sacrificio de todos estos años, valió la pena— exclama conmigo en los brazos aún.

 ¿Sacrificio? ¿A qué se refiere? No pregunto al ver a mamá con los ojos llenos de lágrimas, y que es abrazada y besada por mi padre. Es tanta mi felicidad de verlos así, que voy y me uno a su abrazo, emocionada. Y aunque no me parezco en nada a ellos, que son muy blancos, de cabello negro y ojos azules, los amo con todo mi ser, porque han dado lo mejor de ellos para cuidarme. Siempre a mi lado jugando, o enseñándome cosas, porque debido a mi enfermedad que nos hacía viajar siempre, no he ido a la escuela, ni tengo amigos. Solo ellos existen en mi vida, y aunque no niego haber extrañado lo que otros jóvenes han tenido, al menos los tengo a ellos que me adoran.

  Montamos en un auto, que conduce mi padre personalmente. Mientras, mamá y yo, vamos en el asiento posterior, como si realmente fuéramos para una boda, me sonrío ante la analogía que creo en mi mente. Mis padres realmente consideran que esta vez me curaré, por eso están tan felices, me digo y me regocijo también, pensando que al fin podré llevar una vida normal, y hacer algo por ellos. 

 Llegamos a un viejo castillo, algo derruido, pero está iluminado. Papá se detiene delante de la entrada principal, hay unos pocos escalones que debemos de subir. Lo hago del brazo de papá, con mamá a mi lado emocionada.

—No parece un hospital, papá —, murmuro por lo bajo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.