Mi Vampiro favorito. La sombra de Sol

3.¿DÓNDE ESTOY?

Abro mis ojos, sintiendo que me despierto de un horrible sueño. Estoy en la penumbra de una habitación que no reconozco, cuando al fin mis ojos se acostumbran a la oscuridad y logro ver. Todavía tengo el vestido de boda puesto, unas manchas de sangre están caídas por su falda. Llevo mi mano a la nariz, sintiendo que aun mi sangre sale. Tiro mi cabeza hacia atrás mientras aprieto el puente de mi nariz. Tomo dos papeles y los introduzco en mis cavidades para impedir que la sangre siga manchando todo.

¿Dónde estoy?

 Es la pregunta que me hago, mientras me acurruco en la cama en posición fetal. Cierro mis ojos y otra vez todas las escenas que viví regresan. Lloro en silencio, me da miedo moverme, o emitir cualquier tipo de sonido que me delate, por lo que permanezco así por mucho tiempo. Estoy aterrada, sin comprender todavía bien lo que me acaba de pasar. 

¿Mis padres, no son mis padres? Me robaron de los verdaderos. 

¿Qué tipo de ser soy que mi sangre vale eso?

¿Y esos animales negros con alas como murciélagos, que eran, vampiros?

Los vampiros no existen, solo son historias de fantasía. Pero los vi, los vi, eran murciélagos gigantes.

¿Y quién es el que me rescató? ¿Qué era? Nos trasladamos de una manera no natural. 

 Me quedo profundamente dormida, al despertar es de día. No me duele la cabeza, y mi enorme temperatura ha bajado. Me asombro, no recuerdo la última vez que no tuve dolor de cabeza ni fiebre.

 Me levanto despacio, corro a lo que creo es el baño, una puerta en la esquina. Lo es, no muy grande, pero si muy limpio, todo blanco. Compruebo si tiene agua la ducha, al ver que sí. Me desnudo y dejo que el agua caliente corra por mi cabeza, mientras a mi mente regresan de nuevo las horribles memorias de la noche anterior. Lloro por un largo rato, hasta que siento la necesidad de comer algo. Salgo envuelta en una toalla, sin saber qué esperar, abro automáticamente el closet, y me asombro. Está lleno de ropas, todas de mi talla, un gran papel cuelga.

 Esta ropa es tuya, permanece dentro de la habitación una semana, la renta está pagada por un año. Nadie podrá encontrarte aquí, tienes comida y dinero para sobrevivir todo este tiempo y recuerda.

— NO SALGAS EN LUNA LLENA—

 No sé qué pensar, tomo una muda de ropa y me la coloco. Voy hasta la pequeña cocina, y es verdad, está atestada de comida, al igual que el refrigerador, lo más asombroso es que todo es de mi agrado. Me preparo un café, un emparedado y me siento a desayunar tratando de no llorar, al acordarme, que los que yo creía mis padres, eran esos seres infernales que me robaron de mis verdaderos, y querían asesinarme.

 Cuando termino, vuelvo a acostarme y a dormir. Paso toda la primera semana, así, sin salir, ni siquiera he abierto la puerta para saber dónde me encuentro. No quiero saber,  me aterra la idea de que los que decían ser mis padres, me encuentren. Al décimo día, llueve, torrencialmente, unos maullidos lastimeros y pequeños ruidos en la puerta, hace que vaya a mirar que es. Un hermoso gato está en ella, abro y lo dejo pasar.

 En un inicio no se me acerca, se dedica a pasarse la lengua, mientras me mira receloso. Busco leche en el refrigerador y le sirvo, la olfatea, pero no la bebe. Le ofrezco de todo lo que tengo en la despensa, pero sigue negándose a comerlo. Lo dejo, la lluvia sigue muy fuerte, mi cabeza ha empezado a doler de nuevo. Rebusco a ver si tengo algún calmante, pero no encuentro nada. Me dejo caer en un pequeño sofá que hay en el salón.

 Me duermo profundamente, y me parece dentro de mi sueño, ver al gato acercarse a mí, tomar mi dedo índice y metérselo en su boca. El sueño es tan real, que hasta siento como sus colmillos se entierran en mi piel, pero no me duele. Succiona por un gran tiempo, para luego pasar su lengua, y acostarse casi encima de mi cabeza. Cuando despierto, ya no está, creo que ha salido por la pequeña ventana de la cocina. Y otra vez me asombro, ya no me duele la cabeza, ni tengo fiebre.

 Al fin, al otro día el sol es radiante y me decido a abrir la puerta y salir, me quedo maravillada. Estoy en lo alto de un edificio, que me permite ver una enorme ciudad. La terraza está llena de flores de todos los tipos y colores, tiene un juego de muebles con una mesa central. Es como un sueño. No reconozco dónde estoy, tampoco me interesa, el solo pensamiento de que aquí mis padres de mentira no podrán encontrarme, me llena de felicidad. A partir de ese entonces, paso los días en mi terraza en compañía del ahora mi gato, al cual he nombrado Motita, por el abundante pelaje esponjoso que posee.

  Por muy extraño que parezca, la sola presencia de mi gato, me ha llenado de paz.  Es muy hermoso, tiene su pelaje muy sedoso, de color negro; sus ojos son grises, aunque en ocasiones me parece que se los he visto rojos; al igual que me ha parecido ver que sus colmillos sobresalen a ambos lados de su boca. Duerme conmigo a veces, porque tiene la manía de desaparecer. Aunque siempre reaparece, curiosamente los días en que mi despensa amanece llena, sin saber quien la abastece.

 Han pasado dos semanas del hecho, he decidido salir y averiguar dónde me encuentro. Me visto con una muda de ropa que encuentro en el ropero, un pantalón entallado de color azul, una blusa muy abrigada, recojo mi cabello y lo introduzco en un gorro, tomo una bufanda y una chaqueta ligera. Tengo que bajar hasta el piso inferior, y tomar el elevador con un poco de miedo, es la primera vez en mi vida, que camino sola. Nunca los que creía eran mis padres, me dejaron hacerlo sola.




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