Mi Vampiro favorito. La sombra de Sol

4. ÁRNYÉK, EL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS

Siempre que se habla de vampiros, todos inmediatamente piensan en un muerto viviente, que no tiene hijos y que para mantener su vida, debe alimentarse constantemente de sangre. Sin embargo, nadie sabe que existen vampiros nacidos de la madre Lilith, los Lilim. Condenados a vivir tomando la vida de otros para sostener la propia, son los súcubos e íncubos. Privados de almas, sus cuerpos físicos no logran mantenerse vivos por sí mismos, por lo que beben sangre.

  Mi madre es otra excepción a la regla como yo, su nombre es Aloqua, hija de Lilith, legítima princesa y que nació normal. Es una vampiresa que me tuvo a mí, en su unión con un ser sobrenatural, muy poderoso y que no me ha querido decir quien es. Me escondió por siglos, para que nadie supiera que existo. Soy el príncipe heredero del reino de las tinieblas.

 Aunque permanezco oculto, todos los vampiros conocen de mi y me temen. Con solo mirarlos, puedo extraer toda su esencia y acabar con su existencia. Nada más que existe un problema, por el cual no he podido reinar. Motivo principal de que mi madre me oculta de todos y mantiene el misterio sobre quién soy y como soy. He logrado sobrevivir miles de años, en forma de animal, por eso todos se aterran cuando cualquier animal los mira y les gruñe, temen que sea yo. Tengo la habilidad de convertirme en el que quiera,  sin embargo, para cobrar mi forma humana, debo beber de una única sangre.

 Llevo miles de años buscando los descendientes de Al, la mujer lobo que engendró los hijos de fuego. Según la profecía, únicamente su sangre será capaz de devolverme mi humanidad. Por años me han traído todo tipo de seres sobrenaturales, en espera de que resulte ser quien estoy buscando, pero ninguno de ellos es. Por lo que me he resignado a mi destino. Mis últimas pesquisas dieron con que se habían mezclado con humanos y dejado de existir.

—¡Señor, señor, la encontraron, la encontraron! —Grita de pronto mi mayordomo, y fiel compañero Sirius,  apareciendo delante de mí en mi castillo.

—¿Deja la gritería y dime a quién encontraron?

—Señor, la descendiente de Al, es una chica. La quieren casar con un demonio, en breve será la ceremonia.

—Debe ser otro engaño más. Vete, no me molestes.

—¡Que no señor! Tiene los ojos rojos, como los suyos, y además su olor. Por favor, señor, deje que lo lleve si no es ella, castígueme una eternidad, pero le aseguro que lo es. Rápido señor, la van a descuartizar, porque yo creo que el demonio con que la querían casar, era aquel que eliminó ayer por hacerse pasar por usted.

 Y sin más, me atrapa, desaparece para aparecer en el lugar donde se desarrolla la escena. Cientos de Lilim, gritan acalorados queriendo acercarse a una mesa, donde permanece la chica más hermosa que había visto en mi vida, vestida de novia. Me convierto en un murciélago pequeño e invisible, y me acerco para mirarla más cerca, con un ala toco temeroso, una gota de sangre que rodaba de la nariz, llevándola a mi boca, convirtiéndome en humano al instante. Justo a tiempo para ver como ella abre los ojos  rojos y me mira.

 La tomo en mis brazos y desaparezco con ella, hasta uno de mis hoteles, en el centro de Luxemburgo. Para luego alejarme asustado, sin comprender aún, que era lo que me había pasado, afuera me esperaba mi fiel sirviente. Al verme se olvidó del protocolo y me abrazó eufórico.

—¡Felicidades, señor, felicidades! ¡La encontró, la encontró!

—¡Es una humana! —Grito sin poder creerlo. —¿Cómo puede ser una humana la reencarnación de Al?

 Digo mientras miro mi cuerpo, mis manos, me toco, completo. Nunca había visto cómo era en forma humana, me gusta mucho.

—¿Qué importa que sea una humana, señor?

—¿No entiendes? ¡Solo viven unos años! Después tendré que volver a iniciar la búsqueda. ¿Por qué me pasa esto a mí, por qué?— Estoy desesperado, no sé por qué tengo esta maldición, ni por qué ahora que se rompió, tiene que ser ella una humana.

—Señor, no se desespere, seguro encontraremos una solución. —Trata de calmarme mi sirviente.

—¿Una solución?

—Sí, señor. Por ejemplo, puede usted volverla inmortal.

—¡Imbécil! Si hago eso, su sangre dejará de tener efecto en mí. No, no puede ser, no puede ser.

—Bien, señor, no desespere. Quizás los hijos de la humana resultan tener la misma sangre.

—¡Cierto, no había pensado en eso! Eso es una gran posibilidad.

—Muy bien, ¿qué hacemos con la humana? ¿Por qué la trajo para aquí y no la llevamos para el castillo?

—¿Al castillo? No puedo hacer eso, sabes que será el primer lugar donde la busquen mis enemigos. Aquí nadie sabrá quién es, es una humana.

—Señor, pero que despide su olor, o no se dio cuenta, fue por eso que la encontré.

—¿Mi olor? ¿Qué quieres decir con mi olor? ¿Cómo va a despedir mi olor si no es mi tua cantante?

—Compruébelo usted, señor, creo que esa humana, es su pareja. ¿Señor, por qué dejó de ser humano?

 Pregunta y me doy cuenta de que me he convertido de nuevo en un murciélago. Me enfurezco, lanzando un chillido. Mi mayordomo y fiel amigo me toma en sus brazos, volviéndose invisible, entramos de nuevo a la habitación. La chica aún duerme, todavía de su nariz emana sangre. Con cuidado, me deposita en la cama a su lado, lamo unas gotas y recobro el cuerpo humano.  Me inclino sobre ella y la huelo, por instintos mis caninos salen, pero mi sirviente me atrapa justo a tiempo, sacándome de la casa.




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