Si alguien me hubiera dicho hace una semana que estaría en una fiesta de Keanu Reeves, habría soltado una carcajada. Y si encima me hubieran dicho que iría con Archie Garland, hubiera llamado directamente a un manicomio.
Pero ahí estaba, en el asiento trasero de un coche de lujo, camino a la fiesta más exclusiva del año. Maddie, en modo fangirl extremo, no dejaba de moverse como si estuviera por explotar, y Archie se divertía viéndome retorcerme en el asiento.
—Dios mío, Dios mío, Dios mío —Maddie chillaba, como si le fuera a dar algo—. ¿Tienes idea de toda la gente que podemos conocer esta noche? ¿Cómo puedes estar TAN TRANQUILA?
No estaba tranquila. Solo estaba reprimiendo mi desesperación de forma silenciosa; habíamos dejado a Jackson con una niña que parecía recién salida del instituto y que Archie había sacado de a saber dónde. ¿Estaría sano y salvo cuando volviera?
—Creéme que no lo estoy en absoluto —murmuré, cruzándome de brazos. Mi pierna de dejaba de moverse de arriba abajo, como un tic de la ansiedad.
Archie, sentado al otro lado, no podía evitar mirarme con esa sonrisa de "te estás muriendo por dentro" que siempre ponía cuando le gustaba ver cómo me estresaba.
—Oh, vamos, vecinita. No todos los días una simple niñera recibe una invitación VIP. Deberías estar agradecida.
Lo miré de reojo, sintiendo que se me inflaba la vena del cuello.
—Eres increíblemente insufrible.
—Gracias. —Su tono era tan tranquilo que me daban ganas de estrangularlo.
El coche se detuvo frente a una mansión extravagante. Iluminación dorada, música elegante flotando en el aire, y una alfombra roja extendiéndose hasta la entrada. Esto no parecía una fiesta de cumpleaños, era un maldito evento de Hollywood.
Maddie prácticamente se lanzó fuera del coche de la emoción. Yo, en cambio, me quedé pegada al asiento, cuestionando mis decisiones de vida.
—¿Sabes lo ridículo que es todo esto? —murmuré.
—Definitivamente menos ridículo que lo que llevas puesto —respondió Archie, sin mirarme, ajustando su esmoquin con tranquilidad.
Parpadeé.
—¿Perdón?
—Nada, nada. Solo que… —me miró de arriba abajo con una media sonrisa—. No esperaba que tu vestido fuera tan… ¿casual?
Oh, este idiota.
—¡Disculpa, es que cuando me levanté esta mañana no sabía que me iban a traer a una fiesta con más celebridades que los Oscar! Perdón por no tener mi vestido de alfombra roja listo en el armario.
—Tranquila, vecinita. Keanu no juzga.
Y dicho esto, puso una mano en mi espalda y me guió hacia la entrada.
Mi mandíbula se apretó. Este hombre no iba a salir vivo de esta noche.
En cuanto entramos, me di cuenta de que definitivamente no pertenecía a ese lugar.
Había famosos por todas partes. Actores, modelos, músicos, influencers… Gente que probablemente tenía más dinero en un solo zapato que yo en toda mi cuenta bancaria.
En cambio, Maddie estaba como en el cielo.
—¡Mira, mira! ¡Es Sabrina Greyson! —susurró, señalando a una actriz famosa—. ¡Y allá está Will Samuels!
Yo, en cambio, lo único que veía eran razones para huir.
Con lo bien que estaría en casa viendo una película tranquilamente.
—Deja de mirar a todos como un cervatillo mirando las luces de un coche —dijo Archie, inclinándose hacia mí.
Justo cuando estaba a punto de tomar una copa, porque la necesitaba, sentí una mirada sobre mí.
Y cuando me giré, casi se me cayó la mandíbula al suelo.
Keanu Reeves.
KEANU MALDITO REEVES.
Frente a nosotros. En persona. Respirando el mismo aire que yo.
—Hola. ¿Y quién es tu acompañante, Archie? —preguntó con una sonrisa amable.
Mi cerebro dejó de funcionar.
—Oh, Keanu, ¡feliz cumpleaños! Te presento a Sofía y a… —Miró a un lado, pero Maddie ya se había evaporado. Seguramente iba a acosar a alguien— bueno, ella es Sofía. Sofía, él es Keanu.
—Sí, ya lo sé —dije automáticamente.
Keanu sonrió, divertido.
—Entonces tú eres la famosa novia de Archie.
Me atraganté con el champán, y casi me sale por la nariz.
—¿¡QUÉ!? No, no, no somos… esto no es…
Archie, el muy cabrón, no hizo más que sonreír con esa cara de inocente mientras daba un sorbo a su copa.
—La prensa no deja de hablar de eso —dijo Keanu—. Dicen que lo vieron de la mano con una chica en la playa de California. Cualquiera que lo aguante, tiene mis respetos. Enhorabuena —rió. Pero lo dijo con tanta confianza, que se notaba que no lo decía en serio y que eran buenos colegas.
—La prensa habla mucho —dijo Archie.
—Ya los conoces. Bueno… en fin, bienvenidos. Yo ahora tengo que saludar a unas cuantas personas, pero disfruten de la fiesta.
Y se fue.
Me giré hacia Archie, y mi mano ya estaba levantada, lista para darle un toque especial en la cabeza.
—¡¿QUÉ COÑO FUE ESO?!
Archie solo sonrió.
—¿Qué? No es mi culpa que se haya hecho una idea equivocada.
—¡NO LO CORREGISTE, IDIOTA!
—Me pareció divertido.
Inspiré hondo. Calma, Sofía. No puedes asesinar a alguien delante de tanta gente.
Pero oh, Archie Garland se acababa de ganar una venganza.
Así que esperé el momento perfecto.
Y lo encontré en el jardín trasero de la mansión, unos minutos después, donde había una piscina ridículamente grande y lujosa, rodeada de luces y palmeras artificiales.
Archie estaba ahí, charlando con un grupo de famosillos, riéndose.
Perfecto.
Me acerqué con calma, con una sonrisa inocente.
—Archie.
Giró la cabeza, con su copa en la mano.
—Vecinita. ¿Vienes a declarar por fin tu amor en público?
Sonreí.
—Algo así.
Y antes de que pudiera reaccionar, le di un empujón directo al pecho.
Fue hermoso.
En cámara lenta, su copa voló de su mano, su expresión pasó de arrogante a "¿qué carajos?" y, un segundo después…
PLAF.
Archie Garland cayó de lleno en la piscina, con todo su esmoquin y su orgullo mojado.