Mi verdadera obsesión (omegaverse)

Capítulo 2

Contemplé con amargura el documento del doctor junto a una copia del divorcio adjunto.

Nuestro matrimonio había acabado hace una semana atrás con un juez acatando nuestra decisión. Fue mutuo, aunque sentí que me desgarraban el alma, pero ¿Cómo podría retener a quien de solo mirarme dice sentir repulsión? ¿A quien ni siquiera en todo el juicio alzó sus ojos en mi dirección? Solo estuvo ahí, sentado, con su abogado y tomado de la mano de su omega que no dejó de abrazarlo y celebrar el fin de nuestro matrimonio.

Me miré al espejo viendo mi rostro cansado y las ojeras fruto de una noche sin dormir y llorar sin parar. Luego volví a la camilla del hospital dejando escapar un largo suspiro. Este es el último paso para deshacerme de todo rastro de nuestra unión. Es parte del trato firmado del divorcio que debo hacer esto.

—¿Ya está listo? —preguntó la voz de una enfermera al otro lado.

Los alfas no se marcan como los omegas, pero existe un método artificial donde te dejan una marca en la nuca inyectando feromonas de tu pareja. Lo bueno es que al ser artificial se puede anular con más facilidad que una marca real. Al eliminarlo se acaba todo lazo que puede uno tener con su pareja.

Nunca pensé estar en esta situación, cuando decidimos hacer esto estábamos seguro de que esa marca me acompañaría por el resto de mi vida. Nunca se sabe lo que el destino nos tiene preparado para más adelante.

La operación fue rápida, dolorosa, pero ya en dos horas iba caminando a casa pensando en el trabajo de mañana en donde debo volver a la universidad a retomar mis clases. Mi teléfono vibró y pude ver mensajes de ánimo de mis alumnos al saber de la noticia de mi divorcio.

¡Vamos profe, fuerza!

Nosotros lo amaremos siempre

Ese bastardo no se lo merecía

Entrecerré los ojos sonriendo con tristeza.

—Vaya, que sorpresa —la voz suave y conocida del omega que se había quedado con mi expareja, borró de inmediato mi sonrisa y alcé mi mirada solo para verlo sonreír triunfante. No puedo negarlo, él ganó. Desvié la mirada incomodo mientras el joven muchacho no dejaba de comer su helado de barquillo de tono rosa—, no pensaba encontrarlo acá… profesor.

¿Profesor? ¿Acabo de escucharlo bien? Tensé mi mirada sin decir palabras aun sin saber si lo decía solo con intenciones de burlarse de mi trabajo. En eso apareció mi pareja sin notar mi presencia, rodeando con su brazo al omega por la cintura y besando su nuca de forma muy cariñosa y amena. E incluso sonriendo seductoramente.

Es tal como antes lo hacía conmigo y por eso el dolor latente en mi pecho se derramó como un ácido agobiante por mis entrañas. Tragué saliva con amargura. Solo quiero salir de aquí lo más rápido posible.

Cuando mi ex marido alzó su mirada y me vio se quedó paralizado. Hasta ahora no se había dado cuenta de mi presencia, suspiró con fastidio para luego juguetear con la oreja de su actual pareja dándole pequeños besos.

—¿Ya te has borrado la marca? —habló con indiferencia al ver la venda en mi cuello, lo contemplé en silencio sin responderle algo tan obvio—. Me alegra, Oliver no quería que lo marcara hasta que tu dejaras de cargar con mi marca.

Sonreí con tristeza bajando la cabeza.

—Con esto ya se acabó —mascullé con intenciones de irme.

Pero al dar dos pasos el joven omega me tomó de la manga. Alzó sus ojos azules, como un pequeño demonio de apariencia angelical, con gesto de inocencia, solo para abrir la boca y apuñalarme con más crueldad.

—¿No vas a ir a nuestra fiesta de compromiso? —me preguntó para luego mirar a mi ex acurrucándose en sus brazos como un niño mimado—. Cariño ¿No le enviaste una invitación al profesor? Sabes que pronto estudiare en la universidad y quiero que todos mis futuros maestros estén presentes.

Mi ex marido bufó de mala gana. Es evidente que lo que menos quisiera es verme en ese lugar.

—Puedes invitarlo a todos, pero a él ¿Es necesario? No me imagino estar comprometiéndonos y tenerlo frente a mi —se quejó como si se olvidará que estoy a su lado escuchando sus reclamos y su forma despectiva de llamarme solo “él”.

—Vamos —suplicó con gesto coqueto—. Hazlo por mí.

Titubeó y finalmente se rascó la cabeza, como suele hacerlo cuando va a cambiar de opinión y de malas maneras me miró a la cara solo para decirme.

—Es este sábado en el hotel X, te mandaré la dirección y la invitación con código QR para que te dejen entrar —replicó fastidiado tomando su teléfono haciendo que el mío, al recibir su mensaje, vibrará—. Ahí está.

El omega saltó feliz y se abrazó a su alfa teniendo cuidado de no mancharlo con su helado.

—¡Te amo, eres tan lindo conmigo! —exclamó ante mi mirada.

No fue si fue mi imaginación, pero pude notar en la expresión del omega cierta maldad que se reflejó en su mirada el par de segundos que nuestros ojos se cruzaron. Luego besó a mi ex de forma poco decorosa, sin despegar sus ojos azules de mí. Tensé mi rostro, desvié mi mirada y preferí seguir mi camino.

—Alan —la voz de mi ex detuvo mis pasos—. No te olvides que esa casa pronto se venderá, saca pronto tus cosas porque es complicado venderla si sigues metido ahí.

—Lo sé —mascullé sin mirarlo y seguí mi camino.

La casa que compramos al casarnos seguía siendo lo único que guardaba recuerdos de nuestro matrimonio. Como cada uno era dueño de la mitad de la vivienda el juez decidió que fuera vendida y que nos repartiremos el dinero. En un comienzo quise oponerme, pero luego me di cuenta de que ¿De qué me serviría vivir en un lugar donde cada rincón me recuerda a él?

El problema principal es que no me dio tiempo de buscar otro lugar en donde vivir. Debo empacar e ir a la casa de mi viejo amigo, otro profesor de la universidad, que fue el único que se ofreció a darme un lugar en su departamento mientras buscó el mío.




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