Mi Vida (saga 1 Demonios)

Capítulo XI: La extraña aparición

Parte III: Alexander

 

- ¿Qué hace aquí? - Fabricio se dirige a mí con quejas primordiales y principales sobre la llegada de Sebastián.

- Ambos son adultos y saben controlarse – se ríe atónico.

- Es fácil decirlo ¿sabes? Pero no comprendes lo que se pudo vivir – toma media vuelta desilusionado.

- Soy consciente de lo que ocurrió Fabricio – hago la vista hacia su persona.

- No, no sabes cuánto tuve que esperar para que ella me aceptara, para que no llorara con mis toques, para que no temblara cada vez que deseaba abrazarla… realmente no lo sabes. Tuve que irme por veinte años deseando volver y cuando lo hice me juré protegerla hasta con mi vida cuando me aceptó– dice eso ultimo para irse de la habitación.

- ¿Quieres agregar algo también? – detallo a Charles que en un rincón de la habitación se encuentra leyendo algo, fingiendo que sus pensamientos no están sobre lo que acaba de ocurrir.

- ¿Por qué no le cuentas la verdad?

- No está en mi decisión romper algo que muchos juraron guardar – camino detallando sus libros.

- Sería diferente – indica.

- ¿Sabes Charles? Es mejor cuando somos odiados que amados. Fingir que somos los buenos cuando no se encuentra en nuestros cabales no es lo más sensato… además, no me gané el cariño de mis hijos por engaños, si algún día él debe saberlo, lo hará sin que yo deba indicarle la verdad de la situación.

- Pero vive engañado.

- No, no es así, Sebastián hizo algo muy malo en el pasado, debe ser castigado por ello.

- ¿Y tú te has castigado por lo que hiciste igual? ¿o por lo que harás?

- ¿Quieres castigarme por ello? – sonríe a medias.

- Sabemos que pagarás, solo espero… que no sea tan doloroso como lo que debe vivir Sebastián – dicho eso ultimo vuelve a concentrarse en su lectura cuando un relámpago suena tan fuerte debido a la tormenta.

Estoy tentado a no enfocarme más en el pasado, no fue la razón absoluta por la que decidí viajar a este lugar, sino para pensar, para despejar lo que debo o no debo hacer. Si tan solo hubiera algo que me indicara lo que estaría correcto, las cosas serían más sencillas. Pero Nilium posee más afecto por Briels y Sebastián se niega a darme un porvenir. Pienso... solo pienso en lo que diría o haría Berdux de todo esto.

Todos consideran que ya he tomado una decisión, salvo la razón absoluta de que mi hermano gemelo no la necesita… no quiere y no hará esto.

- ¡ME NIEGO! – escuchamos un grito provenir de la planta baja.

Suelto un suspiro buscando no tomarle mucha importancia sobre los dramas absurdos que con los días el demonio ha acumulado.

- Ahora que ocurre – Charles deja el libro sobre el escritorio y sale claramente a buscar las jaquecas sin sentido de Nilium.

- ¡DEJA DE BURLARTE SEBASTIAN, SI FUERAS TÚ JAMÁS OPINARIAS ALGO! – me quedo en mi sitio no dispuesto a presenciar peleas absurdas.

- ¡Yo no he dicho nada! – la burla de mi hermano resuena en la mansión.

- Esto es serio padre… el demonio perdió los estribos – escucho a Fabricio dirigirse a mí.

Incluso, por muy enojado que se encuentre debido a las situaciones, jamás busca culparme de ello, el odio de Fabricio nunca rebasará hacia mí persona. Al menos no por los momentos.

- ¿Ahora porqué el escándalo? – digo decidido a culminar aquella perorata tonta.

Camino sin la más mínima intención de alejar golpes, si el deseo del demonio es matar el cuerpo que se trae, no seré benevolente a la siguiente para encontrarle otro.

Fabricio se encuentra junto a Charles, asomados sobre las escaleras viendo tal escena. Mi hermano en la planta baja simplemente se deleita tomando de un vino, sentado. Viendo como el demonio camina de un lado a otro gratamente perturbado por algo.

- ¿Se puede saber qué ocurre? – agrego bajando las escaleras.

- Ella… ella. ES ESA ESTUPIDA HUMANA – indica arrojando la copa de Sebastián hacia la pared, que añicos se hace debido a sus poderes.

- Y su enojo lo paga exactamente conmigo – agrega mi gemelo risueño.

- ¡No la encuentro! Por más que lo consiga, no puedo, no sé dónde está – toma otra botella para ingerirla de forma directa -. Lo lamento por Briels, pero si muere, no soy responsables de daños segundos.

- ¿Y estas aquí perdiendo los estribos por una absurda mujer? Es cierto lo que indican, habitar cuerpos humanos los hace perder sus esencias con los siglos – alzo una ceja a lo que indica Sebastián.

Pero el demonio solo me mira como si quisiera arrancarme la cabeza.

- Alguien, alguien la está bloqueando, es lo que pasa… esa mujer, trabaja con otro demonio. Que Col o Nawed sean liberados de su maldición de ser así, o morirán en la agonía más grandes que sus cuerpos dejaron de sentir - blasfema hacía la nada moviendo sus manos por la rabia.

- ¿Se puede matar a un demonio?- pregunta Sebastián.

Pero de repente todas las cortinas del lugar se agitan sin cesar y las ventanas se abren, colando hojas húmedas y un viento rebelde de tormenta capaz de atraer más cosas que en específico son entidades que muy seguro no hemos invitado. Al menos por los momentos, mi hijo no es grato con amistades poco beneficiosas.

- Escuche a un demonio maldecirme – agrega Nawed nada contento cruzado de brazos.

- No fuiste el único – escupe un furioso Col a medio vestir quitándose las gafas. 

- ¡Ustedes! – Nilium furioso los apunta - ¡¿Qué hicieron?! – le arroja la botella, que en efecto no los toca.



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En el texto hay: asesinatos, vampiros, amor

Editado: 21.11.2022

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