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En los siguientes días hubo fiesta en casa de los Sandoval. Fui invitada porque mi hermana pertenecía a la familia. Aunque no quise presentarme a todas las fiestas, decidí ir a una por las insistencias de Lenia y Blanka. Sin embargo, ¡cuánto me arrepiento!
La famosa fiesta Sandoval era en una piscina cerca del vecindario, en celebración a los padres de Lenia y Miguel que cumplían otro aniversario. El lugar a pesar de no ser tan grande, estaba muy bonito y bien amueblado, al estilo clásico.
La piscina no era muy amplia pero contaba con una buena profundidad; lo noté porque al quedarme maravillada por la belleza del lugar, sentí que me empujaban, y sin tener tiempo de reaccionar, caí al agua. Me invadió el horror al recordar que estaba en mis días, así que salí disparada, ignorando los gritos de mi hermana y las disculpas de Miguel.
Por suerte, el baño que estaba cerca y desocupado. Apenas cerré la puerta, empecé a llorar. Minutos después sentí golpes en la puerta.
—¿Quién es? —pregunté, aunque en el fondo ya lo sabía.
—Soy Blanka...
—Está ocupado —sin dejarle terminar, respondí.
—Abre la puerta —dijo angustiada —¿Qué ocurrió?
—En un intento de secarme las lágrimas y dar impresión de que todo estaba bien, respondí —Está bien, solo estoy un poco mojada.
—¿Estás segura? —me preguntó ella, su voz suave contrastaba con la preocupación que reflejaban sus ojos al notar mis mejillas húmedas.
—Yo, para no alargar más la conversación le respondí —Sí, nos vemos en casa.
Me acompañó hasta la salida y me fui mojada, sin mirar atrás, ignorando su despedida.
Mientras caminaba hacia mi casa sumida en mis pensamientos un tirón en la muñeca me sacó de mí ensimismamiento. Era el chico de pelo enmarañado que me miraba con picardía y curiosidad.
—Mirándome fijamente a los ojos, me pregunta —¿Por qué tanta prisa, Gartner?
Una oleada de vergüenza me envolvió, y las lágrimas comenzaron a brotar sin control. El calor de mis mejillas ardía, mientras mis pensamientos se agolpaban en mi mente: ¿por qué me era tan difícil contener mis emociones cuando él estaba cerca? Me sentía tan expuesta que olvidé por completo que mi ropa estaba empapada. Él respondió a mi abrazo con un suave beso en la frente, un gesto que me brindó una calma inesperada. En ese instante, el miedo se desvaneció y todo quedó inmerso en un profundo silencio, como si su apoyo me envolviera en un cálido refugio.
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—Rompiendo el silencio, preguntó lo que más temía —¿Por qué lloras?
Muy apenada inventé una pequeña historia para justificar mi tristeza. Hice lo posible por sonar convincente, pero a medida que le contaba su mirada me ponía cada vez más nerviosa. Como si pudiera leer mis pensamientos. Su expresión cambió y supe que había descubierto la pequeña mentira blanca.
Se acercó a mí con confianza y con un movimiento delicado me apoyó suavemente contra la pared, reduciendo el espacio entre nosotros, su mirada ardía con deseo y ternura al mismo tiempo, y en ese instante supe que todo lo que había deseado estaba a punto de suceder.
Con un gesto delicado, apartó mi cabello de la cara y lo dejó caer suavemente detrás de mi oreja. Su mano se desliza suavemente por mi piel y en ese instante mágico nuestros labios se encontraron en un roce suave. Sentí como el calor subía por mis mejillas ardientes de los nervios y la emoción, era como si el tiempo se hubiese detenido, y en ese momento todo lo que importaba era la conexión entre nosotros. Cada latido retumbaba en mi pecho mientras me sumergía en la suavidad de sus labios. Era un momento que parecía prometer el comienzo de algo maravilloso, o al menos eso pensé.
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Al separarnos me comentó...
—Estás mojada —dijo mientras me miraba fijamente —¿no tienes frío?
—Pues… —intenté responder, pero él me interrumpe.
—Olvídalo —me entrega su sudadera, y en ese instante, mis ojos se posaron en aquellos tatuajes en el antebrazo que no sabía que existían, revelando un lado de él que nunca había imaginado.
—¿Te gustan? —preguntó, notando que miraba sus tatuajes.
—Son... impresionantes —respondí, sorprendida — Nunca imaginé que tendrías tatuajes.
—Sí, son parte de mí. —Sonrió con una mezcla de orgullo e ironía— Este de aquí es una magdala. Significa equilibrio en la vida.
—¿Equilibrio? —pregunté, levantando una ceja—Pero, ¿no es contradictorio?
—Tienes razón —Se rió suavemente, como si se diera cuenta de la ironía—Es un recordatorio de lo que busco, aunque a veces me siento todo lo contrario.
—Interesante... —dije, sintiendo curiosidad por su historia—¿Por qué elegiste ese símbolo?
—Porque, a pesar de que mi vida es un caos, siempre quiero aspirar a encontrar ese equilibrio y esa paz —Hizo una pausa y miró hacia un lado, como si reflexionara sobre sus propias palabras.
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En la noche mientras pensaba en aquel chico de pelo enmarañado y ese beso, surgieron más incógnitas. ¿Cómo reaccionaría Blanka si se enterara?¿O peor mi madre cuando le cuente o mejor no le cuento? Claramente ninguna estaría de acuerdo; de hecho ,nadie lo estaría, la diferencia de edad es demasiado grande. Después de tanto pensar decidí consultarlo con la almohada y me quedé dormida...
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Durante un tiempo, nos estuvimos viendo a escondidas, siempre mirando hacia los lados para poder besarnos, abrazarnos o simplemente tomarnos de las manos. Susurrábamos palabras que aún no eran del todo, pero que pronto se convertirían en un "te quiero". Todo iba bien hasta que mi mamá empezó a notar cosas raras. Desde hace un tiempo, he estado saliendo más y a veces me quedo fuera hasta tarde; supongo que eso la tiene preocupada. Además, he estado usando más maquillaje y comprando ropa nueva. ¡No quiero que piense que es por un chico, “ese” chico! Cada vez que estoy en mi teléfono, se me queda mirando, como si estuviera esperando que le cuente algo. Es tan incómodo. No sé si debería decirle la verdad... Tal vez sí, pero no quiero que empiece a hacer mil preguntas. Nunca le había mentido a mi madre y está no sería la primera vez que lo haga, así que decidí que en la noche hablaría con ella. A medida que se acercaba la noche, más nerviosa me ponía.
Editado: 26.08.2025